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Derrota del liberal Clegg en todos los frentes

Rechazo masivo a la reforma del sistema electoral en el referéndum

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

Un año después de ganar las elecciones, David Cameron puede estar satisfecho. Su intervención ha sido decisiva para la derrota de la reforma electoral en el referéndum. Aún más importante: el desgaste por el profundo recorte del gasto público impuesto por su Gobierno se lo lleva todo su socio de coalición. Los liberales demócratas están destinados a ser masacrados en todas las elecciones a las que se presenten.

El recuento de la consulta no tuvo ningún suspense. Ya antes de que comenzara, los liberales habían reconocido la derrota. Nunca pensaron que podía ser tan dura. El rechazo a la introducción del llamada 'voto alternativo' rondó el 70%. El asunto de la reforma electoral queda clausurado durante una generación, como temen los propios liberales. El viceprimer ministro, Nick Clegg, admitió que era un 'duro golpe' para el partido y probablemente se quedó corto.

En el otro frente de batalla las elecciones locales, las noticias fueron otra vez pésimas para el partido de Clegg e inesperadamente positivas para los conservadores. Al cierre de esta edición, los tories contaban con 4.770 concejales, 78 más que en las anteriores elecciones. Todos los análisis, incluso de los propios conservadores, aventuraban que perderían varios centenares de concejales, porque los comicios anteriores ya habían sido inusualmente buenos para ellos. Los laboristas ganaron 790 concejales, para un total de 2.369, pero les ocurría lo contrario. En 2007, habían sufrido un resultado horroroso. El partido de Ed Miliband esperaba mucho más.

Los liberales demócratas se quedaron con 1.027 concejales, con una pérdida de 690. Lo peor para ellos es que perdieron el control del Ayuntamiento de Sheffield, ciudad de la que Clegg es diputado, y tuvieron resultados pésimos en Manchester, Hull, Liverpool y otros muchos sitios.

Para tories y laboristas, perder concejales es a veces una consecuencia inevitable de la política nacional. Para los liberales, es un drama, porque la presencia en las instituciones locales ha sido el único poder que han podido tocar durante décadas.

Algunos líderes locales pidieron ayer la dimisión de Clegg, como en Nottingham y Chorley. 'Clegg nos ha hecho retroceder 40 años', dijo la líder del partido en Chorley.

Sin embargo, los principales dirigentes cerraron filas y apoyaron a Clegg. De hecho, aquellos que fueron más agresivos en sus declaraciones dirigieron su enfado contra sus socios en el Gobierno de coalición. El ministro de Energía, Chris Huhne, estaba enfurecido por la campaña de los conservadores por el no en el referéndum sobre el sistema electoral: 'Hay una enorme furia en las bases del partido por la forma en que se ha comportado la campaña del no', dijo en la BBC. 'Nuestros socios nos han despreciado. Esto ha sido un tremendo gol en propia puerta'.

El primer ministro no quiso entrar a responder a estas primeras declaraciones. 'El asunto [de la reforma electoral] ha quedado zanjado y ahora continuaremos en el Gobierno con el trabajo vital que tenemos entre manos, gobernar en interés del país', dijo Cameron. El líder tory ordenó a su partido que se tomara con moderación la celebración por la victoria del no. Ahora toca restañar las heridas de una coalición que ha salido muy tocada de esta campaña.

La ventaja con la que parte Cameron es que Clegg no tiene más alternativa que aguantar. Lo expresaba de forma muy gráfica un dirigente liberal a The Guardian: 'Somos como Sherlock Holmes y Moriarty luchando sobre los acantilados de Reichenbach. Hemos luchado hasta el final, pero si caemos por el precipicio, los dos estamos muertos'.

Lo que resulta difícil de tolerar a los liberales demócratas es que a ellos les ha tocado jugar el papel de Moriarty. Siempre son ellos los malos y los que se llevan todos los golpes.

El dirigente laborista Ed Balls dijo ayer que los liberales se han convertido en el 'escudo humano' de los conservadores. Es una frase ingeniosa, pero lo que Balls no sabe es que eso también es la clave de los errores estratégicos de los laboristas. Durante demasiado tiempo, han centrado sus ataques en el partido de Clegg, y eso ha beneficiado a los conservadores.

La victoria laborista en las elecciones de Gales, con 30 de los 60 escaños, es un consuelo menor. La derrota en Escocia es un asunto mucho más serio. Cuando Ed Miliband estuvo en Escocia, habló más de Cameron que de Alex Salmond, lo que ha resultado un error. Y los laboristas han descubierto que podría ocurrir que los conservadores fueran en el futuro los grandes beneficiarios del hundimiento liberal.

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