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Dictadura chilena La Venda Sexy, el centro de tortura de Pinochet contra la mujer que se vende al mercado inmobiliario

El ex cuartel fue conocido por la práctica sistemática de la violencia sexual, especialmente dirigida contra las mujeres. Los prisioneros y prisioneras recuerdan la música ambiental a todo volumen que se escuchaba constantemente para disimular los gritos de los que estaban siendo torturados. Fue declarada Monumento Histórico Nacional y, de acuerdo a la Ley, tiene prohibida su modificación o alteración.

Fachada del centro de tortura de Pinochet contra la mujer. / MERITXELL FREIXAS

“Me llevaron con mi delantal de servicio sin dejarme tiempo de tomar mis
ropas. Me subieron a una camioneta de la DINA [Dirección de Inteligencia Nacional], me pusieron una venda sobre los ojos, me golpearon [...] Luego me hicieron subir una escalera, llegamos a una pieza donde me pidieron que me desnudara. Había una persona que escribía a máquina mi identificación. Luego me instalaron electrodos en la cabeza y en las manos y me enviaron electricidad repetidas veces [...] violación, masturbación sobre mi cuerpo, me fotografiaron desnuda, todo esto interrumpido con descargas eléctricas”.

Es el testimonio de una mujer que en noviembre de 1974 fue recluida en la casa de tortura conocida como la Venda Sexy. Su experiencia es parte del informe elaborado por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura –conocido como Informe Valech, por el obispo que la presidió–, para identificar a los presos y presas políticas de la dictadura de Pinochet, iniciada tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, hoy hace 46 años.

El ex cuartel la Venda Sexy, conocido así por la cantidad de crímenes sexuales que allí se cometieron, se ubica en la esquina de la calle Irán número 3037, al frente de una plaza de un sector residencial del barrio de Macul, cerca del centro de la capital. Según describe el mismo informe, era una casa de dos pisos, con patio y subterráneo, suelo de parqué, una ventana redonda en el baño y una escalera de mármol, curva y ancha que conducía al segundo piso. “En este recinto se practicó con especial énfasis la tortura sexual; eran frecuentes las vejaciones y violaciones sexuales de hombres y mujeres, para lo que se valían de un perro adiestrado”, sostiene el documento. La oficial de Carabineros Ingrid Olderock Bernhardt fue la responsable de entrenar a un perro ovejero alemán al que bautizó como “Volodia” –en referencia a un dirigente comunista de la época– para que violara a las mujeres detenidas.

Los prisioneros y prisioneras del lugar recuerdan la música ambiental a todo volumen que se escuchaba constantemente para disimular los gritos de los que estaban siendo torturados en el subterráneo. Entre los artistas que sonaban estaba Julio Iglesias o la norteamericana Nydia Caro. “Había una música ‘anglo’, de repente también mucha música latina, Julio Iglesias y una canción de la Nydia Caro que a ellos [agentes de la DINA] les encantaba que decía ‘hoy solamente canto por cantar’ y que utilizaban contra nosotras: ‘Vaya a cantar’, nos decían. ¿Qué significaba ir a cantar? Delatar, entregar a alguien…”, relató hace unos años en una entrevista Beatriz Bataszew, una de detenidas.

Bataszew llegó a la Venda Sexy una noche de diciembre de 1974. Era militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), una organización de la izquierda radical. Estuvo seis días en esa casa antes de ser trasladada a otro centro de detención. En el subterráneo fue violada y torturada durante toda la noche. “El 95% de las mujeres que pasamos por esa casa fuimos objeto de violación de nuestra integridad corporal y sexual por los agentes del Estado”, explica la mujer.

Fachada del centro de tortura de Pinochet contra la mujer. / MERITXELL FREIXAS

Fachada del centro de tortura de Pinochet contra la mujer. / MERITXELL FREIXAS

Una historia aterradora

Entre agosto y diciembre de 1974 fue el período de más actividad de la Venda Sexy. A partir de 1975, fue usada de manera intermitente hasta 1981. En total, más de 80 prisioneros y prisioneras, la mayoría militantes del MIR y un tercio mujeres, pasaron por el recinto.

Pedro Alejandro Matta Lemonine fue detenido el 17 de mayo de 1975, cuando tenía 24 años y estudiaba Derecho en la Universidad de Chile. Era militante del Partido Socialista (PS), aunque sospecha que la DINA creyó que era ‘mirista’ y por eso lo llevaron a la Venda Sexy, donde cree que “probablemente” pasó cuatro días. “Digo probablemente porque una parte del tiempo estuve inconsciente”, precisa. Fue sometido a todo tipo de maltratos y colgamientos durante dos días hasta que fue trasladado a otro centro de detención: “Cuando se dieron cuenta que no era del MIR me llevaron a Villa Grimaldi, para entonces torturarme como militante socialista, ahí estaba el equipo encargado del PS”.

Se transformó en un centro de violencia sexual, torturas y desaparición de personas

Pedro Alejandro Matta investigó y reconstruyó la historia de la Venda Sexy. La casa era propiedad de una familia comunista que, con la llegada de la represión política, se vio obligada a exiliarse. Tras su partida, la pusieron en alquiler a través de una inmobiliaria, a la que un día acudió el teniente de Carabineros y miembro de la Dirección de Inteligencia Miguel Eugenio Hernández Oyarzo. Inicialmente, la propiedad sirvió como casa dormitorio para los agentes, pero cuando se intensificó la represión, a mediados del 74, se transformó en un centro de violencia sexual, torturas y desaparición de personas.

En 1981, aún en plena dictadura, el propietario legal puso a la venta la casa familiar aterrado luego de saber que su casa familiar había sido utilizada para reprimir y atormentar a los opositores. El inmueble fue adquirido por los vecinos que intentaron, sin éxito, arrendarlo por piezas a estudiantes –primero– e instalar una guardería infantil, después. “Cuando la gente se enteraba del uso que había tenido la casa, se iban”, relata Pedro Alejandro Matta. Finalmente, fue un empresario industrial quien decidió comprar la casa vivió allí con su familia por varios años.

Memoria a la venta

Según cuentan las mujeres sobrevivientes del lugar, hace unos años el empresario y dueño del ex cuartel solicitó al Estado más de 675.000 dólares para vender la propiedad. El gobierno, entonces liderado por Michelle Bachelet, ofreció una cifra en torno a los 500.000. Él no accedió.

Sin embargo, a principios de año el nuevo propietario vendió la residencia a la compañía inmobiliaria Sociedad de Inversiones Arriagui Limitada por un valor equivalente a 311.000 dólares, con la particularidad –además– de que en 2016 la casa fue declarada Monumento Histórico Nacional y, de acuerdo a la Ley, tiene prohibida su modificación o alteración.

“Nosotras exigimos que la casa fuera entregada a las mujeres. No hay ningún centro que haya sido recuperado, que hoy sea sitio de memoria y que reivindique la lucha que dimos las mujeres en la dictadura, que queda invisibilizada”, lamenta Beatriz Bataszew, que integra el colectivo de Mujeres Sobrevivientes Siempre Resistentes y además es portavoz de Memoria de la Coordinadora 8M.

El Consejo de Monumentos Nacionales, a cargo de la protección y tuición del patrimonio cultural de Chile, declaró que no fue informado de la transacción y que evaluaría posibles acciones legales. “No entendemos cómo es posible que se venda un sitio de memoria, un centro de tortura, un monumento histórico, sin que nadie se entere. Claramente, aquí no hay mecanismos de resguardo y conservación de los bienes patrimoniales”, critica Bataszew. Su organización ha instado al Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) y a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a pedir explicaciones al gobierno chileno por la polémica transacción y a solicitar la anulación de la venta.

Para las mujeres sobrevivientes de la dictadura el recinto constituye un “espacio de resistencia del pasado, pero también del presente y futuro” que recuerda que “los crímenes sexuales en dictadura quedaron absolutamente impunes”. Por eso, reivindican una tipificación distinta para ese tipo de delitos: “No pueden considerarse un daño colateral de la tortura porque la violencia sexual es una política de género, direccionada hacia las mujeres”, sostiene la portavoz. 27 de las personas que pasaron por la Venda Sexy hoy siguen desaparecidas, cinco de ellas son mujeres.

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