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EEUU da respiración asistida al régimen de Hosni Mubarak

El enviado de Obama para mediar en la crisis dice que el dictador debe seguir en el cargo para hacer posible la transición

ÓSCAR ABOU-KASSEM

Desesperado por intentar desactivar la revuelta popular y aferrarse al poder, el tambaleante régimen de Hosni Mubarak anunció la dimisión de la cúpula directiva del partido oficialista. La medida cuenta con el beneplácito de Washington, que da así un poco de respiración asistida a un Gobierno egipcio que hace dos días parecía amortizado. 'Necesitamos un consenso nacional antes de seguir avanzando. El presidente de Egipto debe seguir en su cargo hasta que se pueda avanzar en esos cambios', dijo Frank Wisner, el enviado especial de Estados Unidos para mediar en la crisis egipcia.

Pero los protagonistas de la protesta siguen decididos a no ceder en su principal exigencia: la salida inmediata del presidente egipcio. La dimisión de Gamal, el hijo de Mubarak predestinado a heredar la presidencia del país, y de toda la junta directiva del Partido Nacional Democrático no fue suficiente. La idea apadrinada por Washington de dejar a Mubarak casi como un presidente honorífico y permitirle una salida digna en los próximos meses no es aceptada por los manifestantes que volvieron a acudir masivamente y de forma pacífica a la plaza Tahrir (Liberación).

'Es difícil acabar con un régimen que dura tanto', dice un testigo

La situación actual no permite avanzar, ya que los tres actores principales mantienen la comunicación estancada. A un extremo está el Gobierno, que apenas habla con la oposición, la cual a su vez es incapaz de comunicarse con una protesta popular que no tiene dirigentes y que sólo quiere la salida de Mubarak.

Tras fracasar el plan A, que consistía en aplastar con sus matones a los manifestantes, el régimen intenta ahora desactivar la protesta haciéndoles responsables de la crisis ante los ojos de los egipcios. Para intentar normalizar la situación actual, el Gobierno egipcio anunció que hoy abrirán los bancos tras una semana de cierre. Según las estimaciones de Crédit Agricole, la crisis está costando a Egipto 230 millones de euros al día.

A la plaza Tahrir acudió un comandante del Ejército egipcio para intentar persuadir a los manifestantes para que dejen la protesta. 'Tenéis todo el derecho a expresaros pero, por favor, salvad lo que queda de Egipto. Mirad a vuestro alrededor', dijo Hasán Al Roweny con un altavoz. La multitud le calló con gritos: '¡Nosotros nos quedamos, Mubarak se va!'.

La defensa de la plaza Tahrir está lista para repeler otras agresiones

El papel del Ejército está resultando ambiguo. Por un lado no disparan ni atacan a los manifestantes, pero no los defendieron cuando fueron brutalmente atacados por los partidarios del presidente, desaparecidos. El Ejército complicó todo lo posible los accesos a la plaza con unos controles lentísimos que provocaron largas colas. 'Casi muero aplastado en una avalancha en la cola', afirmó Mohamed Radwan tras superar un control militar.

'El miércoles nos tenían que haber protegido. No están acostumbrados a tener que tratar con la gente y sólo provocan el caos. Están cansados y quieren que esto termine ya', afirmaba Nora El Gazar, una joven que se encontraba en el centro de la plaza leyendo Masry Al Youm, un periódico reformista. Su amiga Sundus también lo tenía claro: 'No se puede decir que el Ejército esté con nosotros'.

'¡Nosotros nos quedamos, Mubarak se va!', grita la oposición

Pese a todo, la vida sigue siendo de color de rosa dentro de la plaza. Se han multiplicado las tiendas de campaña y la autogestión funciona a pleno rendimiento. Sobra la comida y se ha conseguido tener energía al reconducir los cables eléctricos de los semáforos.

La defensa de la plaza a base de barricadas y cascotes de rocas también está lista para repeler otra agresión. Junto a la rotonda hay dos escenarios con altavoces. En ellos se recitaba poesía, se cantaban canciones populares y se lanzaban arengas para mantener encendida la revolución.

Además de varios hospitales de campaña, también hay pequeñas enfermerías. En una de ellas estaba Ahmad Nur, un marino con conocimientos básicos de medicina. 'No nos fiamos de Mubarak. El problema es que es difícil acabar rápidamente con un régimen que dura tanto tiempo', explicaba.

En el extremo sur de la plaza Tahrir y junto a la mezquita permanecen acampados los Hermanos Musulmanes. Abdel Fatah Saba, padre de 10 hijos, defendía un mensaje de unidad: 'No queremos instaurar la sharia [ley islámica], eso es algo que tendrá que decidir el pueblo. Aquí todos somos egipcios con el mismo objetivo'.

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