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EEUU sopesa una alianza con Irán para combartir al Estado Islámico

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Hace unos días la CNN informó de que el presidente Barack Obama ha pedido a sus consejeros que consideren una profunda revisión de la estrategia de Estados Unidos en Siria, una noticia que suscitó inmediatamente la alarma de Israel y de otros países de la región, concretamente de los Estados sunníes de la península arábiga.

El primer ministro Benjamín Netanyahu tomó enseguida la pluma y escribió personalmente a los líderes occidentales advirtiéndoles de que un cambio de política respecto a Siria sería erróneo y negativo para los intereses de Occidente.

Rápidamente el Pentágono trató de tranquilizar a sus aliados y el secretario de Defensa, Chuck Hagel, matizó que la estrategia americana en Siria no ha cambiado y requiere 'tiempo y paciencia' ya que no es posible obtener resultados 'inmediatamente'.

Pero Hagel añadió enigmáticamente que si la intensificación de los bombardeos aéreos en Irak y Siria no da resultado y la ayuda de Bagdad es insuficiente, será preciso formar una 'coalición regional' con 'otros socios de la región'.

Estas palabras van en la misma línea que la información de la CNN. Washington estaría considerando desde hace tiempo una alianza con Irán para enfrentarse a las milicias del Estado Islámico que controlan un buen pedazo del territorio sirio e iraquí. De hecho, los medios de comunicación israelíes han informado generosamente de que eso es lo que se propone Obama, una posibilidad que causa horror en Israel.

Chuck Hagel fue destituido poco después y desde entonces se ha filtrado que Estados Unidos desea formar un ejército de 100.000 soldados sacados de las milicias y las tribus sunníes del oeste de Irak, algo que esta vez causa horror en Bagdad pues los chiíes ven una indicación de que Washington se dispone a confirmar la partición de Irak.

En esta misma línea parecen estar las recientes declaraciones del enviado de la ONU Staffan de Mistura, quien ha sugerido que los combates se detengan en ciertas zonas de Siria, una indicación que sin duda no se habría hecho sin el visto bueno de Washington y que ha sido bien acogida en Damasco, pero no entre la oposición al presidente Bashar al Asad.

'El plan solo beneficiaría a Al Asad y únicamente sería aceptable si viene acompañado de una solución política global', ha respondido Hadi al Bahra, presidente de la Coalición Nacional Siria, un grupo de oposición financiado y dirigido desde el Pentágono.

Desde hace bastante tiempo existe un debate acerca de la actitud que los occidentales deben adoptar con respecto a Al Asad. Oficialmente ha prevalecido el discurso tradicional de que el presidente sirio es el enemigo número uno, aunque hay políticos occidentales que consideran que el enemigo a batir es el Estado Islámico y las milicias islamistas afines, un objetivo que coincide con el de Teherán.

En Irak la situación es distinta pero el jefe del ejército americano, Martin Dempsey, que recientemente visitó ese país, ha señalado que para derrotar al Estado Islámico son necesarios 80.000 soldados iraquíes, y que solo así se podría recuperar el territorio perdido, incluida la ciudad de Mosul.

Dempsey considera imprescindible la unidad previa entre chiíes y sunníes en Irak y cree que 'serán necesarios varios años' para que una reconciliación de este tipo se consolide, aunque puede decirse que se trata de una opinión muy optimista.

La precariedad de la situación se ve sin ir más lejos en el hecho de que los chiíes iraquíes quieren luchar contra el Estado Islámico de la mano de Irán, puesto que no se fían de Washington, mientras que los sunníes iraquíes no quieren oír hablar de Irán y sí de Estados Unidos como aliado.

Hace solo unos días el presidente Obama envió a Irak a otros 1.500 soldados americanos que tendrán por misión entrenar a las fuerzas locales. El califa del Estado Islámico, Abu Bakr al Bagdadi, que ha sido herido en un bombardeo aéreo, contestó mediante un mensaje de audio difundido el jueves que está deseando que los occidentales envíen a más tropas terrestres a Irak, y pronosticó que esto va a ocurrir muy pronto.

Uno de los pulsos entre Washington y Moscú tiene lugar en Oriente Próximo. Un alto funcionario ruso ha dicho que el Estado Islámico no ha salido de la nada sino que es 'el resultado de la política de los países del Golfo y de Estados Unidos para acabar con Al Asad'.

La divergencia profunda que hay entre Washington y Moscú no ayuda a que se resuelvan los conflictos en la región y cada cual parece estar más interesado en salvaguardar sus propios intereses que en solucionar las guerras en Irak y Siria.

Esta semana el Frente al Nusra, afiliado a Al Qaeda, ha tratado de lograr un acuerdo de no agresión con el Estado Islámico en algunas zonas de Siria pero no ha sido posible porque el Estado Islámico acusa al Frente al Nusra y sus aliados de recibir ayuda del Pentágono.

En algunas zonas de Irak y Siria la situación es francamente divertida. El 9 de noviembre el Frente al Nusra desarmó y puso en fuga a unidades de Harakat Zasm y Frente de Revolucionarios Sirios, y tomó una localidad de la provincia de Idlib que ocupaban hasta entonces estas dos milicias financiadas y armadas por la CIA.

Como ya ocurrió en Irak, los bombardeos de la aviación americana sobre Siria hacen que la población vea a Estados Unidos como enemigo. En cualquier caso los americanos se ven obligados a utilizar milicias muy precarias e inestables que carecen de apoyos sobre el terreno.

Se estima que en Siria hay un millar de milicias. El Ejército Sirio Libre, el grupo que más ayuda recibe de Washington, apenas controla un 2 por ciento del territorio sirio. El 45 por ciento está dominado por el ejército de Al Asad, y el resto por el Estado Islámico, kurdos, Frente al Nusra y un sinfín de milicias.

Washington constata dos cosas. En primer lugar que los rebeldes son incapaces de designar a una personalidad que sustituya a Al Asad; y en segundo lugar que los rebeldes son incapaces de derrotar a Al Asad. Sin embargo, los americanos no acaban de tomar ninguna decisión significativa.

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