Este artículo se publicó hace 13 años.
El Ejército egipcio suprime el Parlamento y la Constitución
Los manifestantes consideran que los militares están cumpliendo sus demandas
Eugenio García Gascón
El máximo órgano del Ejército egipcio anunció la disolución del Parlamento y la suspensión de la Constitución, dos medidas muy significativas que la mayoría de los organizadores de la revolución del 25 de enero han recibido con satisfacción por considerar que significan progresar en la dirección correcta.
El cuarto comunicado del Consejo Militar Supremo atiende así a la reivindicación básica de los manifestantes: la supresión de un Parlamento que fue elegido a finales del año pasado de una forma claramente fraudulenta, en unas elecciones donde el partido oficialista del rais Hosni Mubarak obtuvo la inmensa mayoría de los escaños en juego.
El Consejo Militar gobernará durante seis meses o hasta las elecciones
El Consejo además se marca un plazo máximo de seis meses para gobernar el país. Al término de este periodo, si no es antes, se celebrarán elecciones presidenciales y parlamentarias libres. Para que esto ocurra será necesario que se introduzcan enmiendas constitucionales que el pueblo deberá aprobar mediante un referéndum. Las enmiendas deberán corregir a fondo una Constitución que se había hecho a la medida de Mubarak y que impedía la existencia de un auténtico sistema de partidos.
En la plaza de la Liberación de El Cairo, que durante 18 días ha sido el corazón de la revolución, se vivió alguna tensión durante la mañana, pero por la tarde dominaba la tranquilidad. Las grandes avenidas que cruzan la plaza se habían abierto al tráfico por primera vez desde finales de enero y a la caída de la noche se vivía un ambiente festivo, con miles de curiosos desplazándose de un lugar a otro, a veces entre los automóviles.
Grupos de manifestantes se opusieron de forma pacífica a los cientos de soldados que querían abrir al tráfico la plaza, pero al final los militares consiguieron su objetivo utilizando en alguna ocasión sus porras de madera para golpear a los más rebeldes.
"Es una victoria de la revolución", dice el líder opositor Aymar Nour
Intercambio de disparosOtro incidente notable fue el que protagonizaron cientos de policías que se unieron a los manifestantes para reivindicar mejores condiciones de trabajo y acabaron intercambiando disparos con los soldados, delante del Ministerio del Interior, sin causar víctimas. Al parecer, el Ejército disparó al aire para dispersar a los manifestantes, lo que fue interpretado por los policías como un ataque contra ellos.
Al final, la mayoría de las tiendas de campaña se desmanteló, aunque unos pocos manifestantes las mantenían diciendo que permanecerán en la plaza hasta que se consolide la revolución.
Por todo El Cairo uno se topaba con idealistas de toda índole, cargados de ilusión y de sonrisas que repartían gratuitamente por doquier, como la joven Dina Mohammed y su compañero Baker Gharieb, dos estudiantes de 22 años, que habían improvisado un tenderete en el que recogían firmas, números de teléfono y direcciones de voluntarios dispuestos a limpiar todo Egipto, no sólo la plaza Tahrir.
Sólo en la jornada de Dina y Baker habían recogido cientos de firmas de gente dispuesta a emprender tan hermosa y utópica tarea. Decenas de personas de toda condición se arremolinaban en torno al tenderete y se inscribían, mientras otros voluntarios limpiaban la plaza de la Liberación y plantaban árboles en las zonas verdes.
El cuarto comunicado del Ejército fue recibido con gritos de "¡victoria!" y "¡hace falta más!" por los congregados en la plaza. Algunos se referían al estado de emergencia que rige desde hace décadas y cuya supresión ha sido una de las principales reivindicaciones de los manifestantes. El Ejército ha dicho que lo levantará cuando se dispersen las multitudes de la plaza. Otra cuestión clave pendiente es la liberación de los presos políticos.
"Es una victoria de la revolución", señaló el opositor Ayman Nour, quien en 2005 concurrió valientemente a las elecciones presidenciales enfrentándose a Mubarak y fue acusado de fraude por las autoridades. En general, la mayoría de la oposición recibió con agrado el comunicado del Ejército.
Actitud vigilantePero junto a la satisfacción hay una actitud vigilante que sigue de cerca todos los movimientos del Ejército y que mantendrá su presión hasta que se consolide la transición. Como ocurrió en España en los setenta, en el Egipto de hoy es la misma clase política y militar que ha gobernado el país durante la dictadura la que debe encargarse de facilitar la transición.
El primer ministro, Ahmed Shafiq, que fue designado por Mubarak el 29 de enero, confirmó que todas las cuestiones importantes se someten al Consejo Militar Supremo, de manera que será el Ejército el que con claridad determinará el ritmo de las reformas que se adoptarán en el futuro próximo.
El veterano ministro de Defensa, Husein Tantawi, nombrado por Mubarak en 1991, es de momento la persona clave; quien decide, junto con los restantes miembros del Consejo Militar Supremo, lo que se hace o se deja de hacer. La suspensión de la Constitución deja en manos del Ejército la promulgación de leyes, aunque el comunicado militar anuncia la creación de una comisión que llevará a cabo las reformas previstas.
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