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Elecciones anticipadas en Israel Israel camina hacia unas elecciones que consolidarán la anexión de Cisjordania

La crisis de gobierno en Israel apunta hacia la celebración de unas elecciones anticipadas que reforzarán la posición de Benjamín Netanyahu. Esto se traducirá en un agravamiento de la situación de los palestinos, mientras la comunidad internacional permanece con los brazos cruzados.

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. / EFE

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Con toda seguridad, la dimisión del ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, conducirá a unas elecciones anticipadas en Israel, sin agotar la actual legislatura que termina en noviembre de 2019, dentro de un año. Lo más probable es que las elecciones se celebren en marzo o abril, según la mayoría de los analistas locales.

El plan de paz del presidente Donald Trump, cuya presentación se ha ido aplazando mes a mes y año a año, no tiene ningún sentido, como tampoco lo tiene el anunciado plan de Emmanuel Macron. Estos dos planes misteriosos tendrán que aplazarse por lo menos medio año más debido a los comicios israelíes.

Durante todos esos meses, Benjamín Netanyahu seguirá consolidando la ocupación de Cisjordania, que en realidad es una simple anexión del territorio, ignorando a la población palestina, cercada en sus ciudades y pueblos, mientras Europa sigue sin reaccionar. La pasividad de Bruselas juega en contra de los intereses de Europa, aunque eso no parece preocupar a nadie.

Lieberman ha acusado a Netanyahu de “cobarde”. El ministro de Defensa saliente habría preferido una operación militar a gran escala en la Franja de Gaza, a la que Netanyahu se ha opuesto argumentando que hay consideraciones que deben permanecer en un estricto secreto y no se pueden compartir con el pueblo.

Lieberman quiere sacar una buena tajada de las urnas

Mientras unos cientos de israelíes protestaban en el sur por la última algarada de Hamás, y porque no se explican por qué su gobierno no acaba de una vez por todas con el lanzamiento de cohetes, en la Franja de Gaza la gente salía a las calles eufórica y repartía caramelos y dulces entre la castigada población de dos millones de habitantes que sufre un férreo bloqueo desde 2007.

Pero las celebraciones de Hamás no son ni oportunas ni sólidas. Netanyahu necesita a la organización islamista y por eso permitió hace una semana la entrada de 15 millones de dólares en efectivo con los que Hamás ha pagado una parte de los salarios atrasados de sus funcionarios, apenas una pequeña fracción de lo que se les debe.

Esos 15 millones de dólares ha sido una de las cuestiones con las que Lieberman ha justificado su dimisión. Sin embargo, es evidente que Lieberman ya está pensando en las próximas elecciones, es lo que dijo el miércoles, cuando anunció su renuncia, y es lo que piensa todo el mundo: que quiere sacar una buena tajada de las urnas.

Pero el primer sondeo disponible, que divulgó el mismo miércoles por la noche el Canal 12 de la televisión hebrea, no le augura un gran incremento de escaños; Lieberman apenas pasaría de los cinco diputados actuales a siete. De hecho, el sondeo vuelve a dar una clara y holgada victoria al Likud de Netanyahu.

Las cosas cambiarán muy poco, o mejor, no cambiarán nada, máxime si tiene en cuenta que la encuesta, con todas sus limitaciones, concede a la Unión Sionista, en la que está integrada el partido laborista, una decena de escaños, es decir un resultado marginal en un parlamento de 120 asientos.

Esta semana, el laborista Ehud Barak, que fue primer ministro y titular de Defensa, criticaba la pasividad de Netanyahu con Gaza alardeando de que él, o sea Barak, había matado a 300 palestinos en menos de tres minutos cuando era ministro de Defensa, no como Netanyahu, que solo ha matado a siete palestinos en dos días. Este es el discurso laborista, para que tomen nota los idealistas occidentales que siguen creyendo que con los laboristas en el poder, cambiarían las cosas.

La sociedad israelí es cada vez más nacionalista y de derechas

Netanyahu ha gobernado desde las elecciones de 2009, y también entre 1996 y 1999. En esos doce años solo ha ejecutado una guerra con la Franja de Gaza, la de 2014. Un analista de Haaretz decía esta semana que Netanyahu es el primer ministro más pacifista de la historia de Israel, puesto que en realidad necesita a Hamás más que nadie para seguir apartando los ojos curiosos de la permanente anexión de Cisjordania.

Tan apropiadas como las palabras de Barak, son las que el mismo miércoles pronunció el exprimer ministro Ehud Olmert, quien acusó a Netanyahu de necesitar a Hamás: “Netanyahu no habla con (el presidente palestino) Mahmud Abás, pero sí dialoga con Hamás”, dijo. Olmert, que ahora que vive retirado de la política, se ha convertido en un pacifista más, como todos los políticos israelíes que no comparten la mesa de gobierno.

La sociedad israelí es cada vez más nacionalista y de derechas, lo que es coherente, puesto que el nacionalismo siempre es de derechas. Y esto no va a cambiar ni un ápice con las próximas elecciones, de manera que la consolidación de la ocupación seguirá siendo la guía central del futuro gobierno de Netanyahu. Quien confíe en los laboristas, o en la oposición israelí en general, no es más que un lunático.

Además, Netanyahu ha convertido a Abás en un fantoche de 83 años que es el principal colaborador palestino con la ocupación, un monigote que ayuda a diario al ejército israelí a perseguir a los disidentes, entrando por la noche o por la madrugada en las casas de Cisjordania que los policías palestinos financiados por la CIA les señalan a los soldados israelíes.

Pero la situación es más grave. Países como Arabia Saudí o Egipto fueron reclutados por Israel hace tiempo para su causa. Es otra tragedia para los palestinos, que están solos mientras Europa mira para otro lado. Como escribía un analista esta semana, “Hosni Mubarak era muy bueno para los israelíes, pero Abdel Fattah al Sisi es mucho mejor”. Lo mismo ocurre con los saudíes.

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