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Elecciones en Argentina Argentina se envuelve en la incertidumbre de otro colapso económico

Las elecciones primarias del pasado domingo en las que el presidente Mauricio Macri fue derrotado por un amplio margen dieron paso a una semana turbulenta que ha llevado al Gobierno a reaccionar con medidas paliativas contrarias a su sesgo ideológico.

Los peatones pasan frente a un tablero electrónico que muestra los tipos de cambio en el distrito financiero de Buenos Aires | Reuters

Los argentinos echan cuentas. Faltan diez semanas para las elecciones generales y seis más para que concluya la actual legislatura del presidente Mauricio Macri. Una vida, si se toma en perspectiva la vertiginosa semana que acaba de concluir y que invita a pensar en qué centro de gravitación particular se mueve Argentina para que una ciudadanía habituada a las crisis se haya visto a las puertas de un nuevo descalabro.

La actual coyuntura se desencadenó tras las elecciones primarias del pasado domingo, en las que la fórmula opositora Frente de Todos, liderada por el peronista Alberto Fernández y la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), sacó más de 15 puntos de ventaja a la alianza oficialista Juntos por el Cambio con la que Macri aspira a la reelección por otros cuatro años.

Ninguna encuesta había previsto que los Fernández fueran a imponerse por una abrumadora diferencia por sobre la coalición gobernante. La conmoción que sacudió al oficialismo tomó cuerpo al día siguiente, cuando los mercados hundieron las acciones argentinas, dispararon el riesgo país de los 872 a los 1.467 puntos y depreciaron el peso argentino un 32 por ciento de un solo golpe, aunque luego se revirtiera al 19 por ciento.

Macri atribuyó la turbulencia económica a su principal rival por considerarlo un fiel representante del kirchnerismo

En la rueda de prensa que brindó aquel lunes, un Macri desencajado atribuyó la turbulencia económica a su principal rival por considerarlo un fiel representante del kirchnerismo, la fuerza que lo precedió en el poder y gobernó durante doce años, con el fallecido Néstor Kirchner (2003-2007) primero, y con Cristina Fernández (2007-2015) después.

El jefe de Estado llegó incluso a culpar al electorado por votar como lo hizo; negó que las elecciones hubieran ocurrido, puesto que no se habían elegido cargos sino candidaturas, y advirtió que la inestabilidad que volvía a sumir al país en la incertidumbre era “sólo una muestra” de lo que podía pasar si volvía el kirchnerismo.

En el margen de dos días, el peso argentino se depreció otro 14,5 por ciento y el riesgo país escaló hasta los 1.957 puntos. De nada sirvió que el mandatario emitiera el miércoles un mensaje de disculpas antes de que abriera la Bolsa de Buenos Aires y anunciara una batería de medidas económicas para amortiguar la pérdida de poder adquisitivo de la población.

Fueron momentos de congoja. El presidente apareció sin autoridad y vaciado de poder precisamente ante los mercados en los que él había depositado su confianza desde el primer minuto de su Gobierno para que Argentina tuviera en algún momento acceso al crédito y a las inversiones. Fue determinante que apareciera un Alberto Fernández conciliador que atendió la llamada telefónica del presidente y se mostró dispuesto a reunirse con él para calmar la turbulencia financiera en las postrimerías de esta semana.

Con el correr de las horas, el jefe de Estado parece haber recobrado cierta compostura al anunciar varias medidas económicas que tienen por fin paliar la subida del dólar, pues la brusca depreciación del peso argentino llevó a que en estos días los precios aumentaran un promedio del 15 por ciento.

Entre otras acciones de carácter impositivo, Macri congeló por tres meses los precios de los combustibles y eliminó hasta fin de año el IVA de diversos productos de la canasta básica, entre los que abundan los hidratos de carbono y no tanto las proteínas.

11/08/2019.- El presidente de la Argentina, Mauricio Macri, reconoce la derrota de Juntos Por el Cambio en las elecciones internas que se realizaron este domingo, en la ciudad de Buenos Aires (Argentina) EFE/Juan Ignacio Roncoroni

El presidente de Argentina, Mauricio Macri | EFE/Juan Ignacio Roncoroni

Dispuesto a no dar por perdidas sus aspiraciones electorales, Macri se ha revuelto contra los ejes que han marcado su propia gestión durante estos tres años y medio al traicionar su propia política económica, monetaria y fiscal. El dólar, que tenía una zona de flotación delimitada con un mínimo y un máximo, sobrepasó el límite superior de 51,45 pesos argentinos sin que el Banco Central pestañeara. Pero la principal deslealtad que arrastra el Ejecutivo es con el único acreedor de Argentina. El Fondo Monetario Internacional (FMI) otorgó un crédito de 57.000 millones de dólares al mismo Gobierno que ahora hace saltar por los aires su compromiso de equilibrar el déficit fiscal primario.

La catarsis de paliativos económicos abrirán un agujero fiscal de unos 100.000 millones de pesos

La catarsis de paliativos económicos anunciados esta semana abrirán un agujero fiscal de unos 100.000 millones de pesos (1.560 millones de euros), según estimaciones locales, sin que el Gobierno haya previsto un aumento de los ingresos para compensar los gastos.

La debacle económica de esta semana terminó con una contracción del peso del 23,3 por ciento y un acomodamiento en los 1.658 puntos del riesgo país, que marca la sobretasa de interés que paga cada país para financiarse en el mercado internacional.

En medio de rumores sobre un eventual cambio de ministros en el Gobierno que hasta el momento no se ha concretado, este país volverá una vez más sus ojos al mercado la semana que viene para tomar el pulso a la decisión de dos calificadoras de riesgo, Fitch y Standard&Poor's, de rebajar este viernes la calificación crediticia del país.

Otro capítulo de consecuencias imprevisibles se abrirá entonces, con un Gobierno que no se reconoce a sí mismo y dentro del cual pugnan dos tensiones: el afán de controlar el descalabro económico del que pende Argentina, y la ansiedad electoralista que no da por perdida una batalla librada desde el Estado.

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