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Elecciones europeas 2019 Entre Macron y los chalecos amarillos: del mesías europeo al anti 'establishment'

Cómo el europeísmo y euroescepticismo eclosionaron en la Francia previa a las elecciones europeas

Macron preside la reunión del Consejo de Ministros de este jueves centrada en la defensa ecológica | EFE/ Ludovic Marin

Si Francia es la cuna de Europa, ahora lo es del europeísmo y el euroescepticismo a partes iguales y con tal intensidad que eclosionan en su máxima expresión en las semanas previas a las elecciones europeas. El presindete francés Emmanuel Macron ha convertido estos comicios transnacionales en un plebiscito nacional a favor o en contra de su persona y de Europa, que han pasado a ser la misma cosa. Será para muchos un voto de protesta por razones quizá no tan opuestas.

Como el mesías que iba a liderar un renacer europeo, Macron llegó en 2017 con prometedores aires de frescura ante el ascenso de la extrema derecha. Sin embargo, tras poco más de un año en el Elíseo, su visión del juego fue puesta en duda cuando gravó con el impuesto de carburantes a una clase trabajadora ya castigada. Con su capacidad de rectificación recuperó credibilidad para algunos, pero para entonces ya se había activado la mayor revuelta social desde 1968: los chalecos amarillos que llegan este sábado a su semana número 28 de manifestaciones.

En este artículo conoceremos a dos franceses que han (re)descubierto su identidad política en extremos opuestos del espectro ideológico y después de más de una década sin votar: un cineasta independiente que se puso el chaleco amarillo en noviembre y no se lo ha quitado, y una ciudadana británica que acaba de conseguir la nacionalidad francesa y se ha afiliado a En Marche. Todo en los últimos seis convulsos meses que culminarán este domingo en las urnas.

Por qué un cinesta se pondría el chaleco amarillo

"Es la segunda vez en mi vida que asisto a un momento histórico", dice Philippe Tabarly, que en 1968 tenía 18 años. Este cineasta independiente retirado acudió de forma espontánea a la primera llamada de manifestación de los chalecos amarillos el 17 de noviembre. Solo se ha tenido que saltar dos de las 27 convocatorias desde que las protestas comenzaron.

"La gente se ha unido contra una política social monstruosa", resume. Entre sus compañeros se repiten historias de familias que han dejado de cenar juntas porque no hay comida para todos, y la reservan para los niños. Philippe ensalza la "fraternidad" tan francesa que ha unido a personas de ideologías opuestas que han dejado de lado sus diferencias en políticas de migraciones o refugiados para unirse por una reivindicación prioritaria: la justicia social.

El choque entre manifestantes y fuerzas del orden se ha vuelto más violento en las últimas semanas, y Philippe reprocha al gobierno "no dar una respuesta política, solo respueta represiva" y pone como prueba que los chalecos amarillos no fueran invitados al gran debate de las elecciones europeas. Considera que la rectificación de Macron es maquillaje político y critica la actitud complaciente del presidente hacia Bruselas: "se dice europeísta pero hace exactamente lo que dice Europa".

"La gente está cada vez más determinada: tienen ganas de democracia": piden lo que llaman referéndum de iniciativa ciudadana. Sin embargo, y a pesar de que no se ha dado consigna alguna, se espera que pocos chalecos amarillos acudan a las urnas este domingo. Philippe, abstencionista orgulloso desde 1981, recuerda: "la primera vez que quise 'no-votar' fue para la eleccion de François Mitterrand. El problema es que la izquierda está muerta en Francia".

Los chalecos amarillos han presentado tres listas a las elecciones europeas, dos de ellas consideradas más de izquierdas, y la otra de derechas – esta última es la parte de los chalecos amarillos que el Rally Nacional de Marine Le Pen cortejó sin éxito. Sin embargo, muchos manifestantes desconfían de las ambiciones políticas de los cabezas de lista y no ven una voluntad de conversión real del movimiento social a la representación parlamentaria.

París es una burbuja, Philippe vive aquí y es consciente de la falta de representación de los intereses de 'las provincias'. Por eso Bruselas simboliza todo lo que los manifestantes aborrecen: la pleitesía a los mercados, la burocracia desconectada del pueblo. "No hay posibilidad de una Europa social. No estamos en contra Europa pero no queremos ser parte de 'esta Unión Europea'". Sí se enfocarán en cambio en las próximas elecciones nacionales, a las que esperan llegar con una nueva forma de partido político, que por ejemplo controle el cumplimineto del programa electoral.

Por qué una británica se afiliaría a En Marche

Y mientras tanto, del otro lado... Sophie acaba de recibir su pasaporte francés. Como ella, muchos ciudadanos británicos han abrazado por motivos prácticos nacionalidades continentales en los últimos dos años. Pero las gestiones administrativas de Sophie empezaron mucho antes del Brexit. Ella sintió 'la llamada' de En Marche cuando se formó el nuevo partido con el que Macron ganaría la presindecia en 2017– elecciones en las que ella no pudo votar.

Y es que hace 15 años que Sophie no vota. Intérprete del Parlamento Europeo en Estrasburgo, es difícil de creer que alguien de su perfil no ejerza la máxima expresión del derecho democrático. Su abstencionismo, a diferencia del de Philippe, es forzoso: los ciudadanos británicos pierden su derecho a voto después de vivir 15 años fuera de Reino Unido (no pueden votar en las generales, solo en las municipales, y en las europeas si residen en la UE, como es su caso).

Antes de Macron, Sophie sentía que Francia estaba atrapada en el pasado y tampoco se sentía capacitada para decidir el futuro de un país que le ha costado más de una década entender. Le disgustan los aires de superioridad de la élite política francesa, que ha desoído al pueblo, que no ha actuado por temor a protestas domésticas y que ha creído que no tenía nada que aprender de sus vecinos, señala con dureza.

Sin embargo, vió en Macron una brisa de aire fresco, la esperanza de un líder que creía en lo que decía y que estaba dispuesto a llevarlo a la práctica: "el primer político francés que parecía haber observado soluciones eficaces adoptadas por otros países europeos y que estaba dispuesto a testarlas en Francia", dice.

Apenas ha habido chalecos amarillos en Estrasburgo. Sophie reconoce que siempre ha vivido y trabajado en una parte privilegiada de Francia (antes de Estrasburgo, en París), desde que conociera al que fuera su futuro marido en 1989. Se dice a sí misma que debería empatizar más con las demandas de este movimiento social que considera legítimo.

Salto de eje; misma polarización

Si la caída de los partidos de centro-derecha y centro-izquierda ha acabado con el bipartidismo tradicional en Francia, no ha acabado con la polarización. Solo ha habido un salto de eje: los dos lados son ahora el reformismo europeísta de Macron o el escepticismo político (no solo euroescepticismo) contra el establishment, que los chalecos amarillos representan en la calle, y que los chalecos amarillos representan en la calle, y que el eliseo teme el Rally Nacional pueda llegar a capitalizar en las elecciones europeas.

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