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Elecciones israelíes Israel se enfrenta a unas nuevas elecciones con un Netanyahu más radicalizado 

La incapacidad de Netanyahu para formar gobierno, que esta semana ha provocado la disolución de la Kneset, no debe impedir que veamos el bosque. El primer ministro israelí vuelve a ser el favorito y el único político capaz de establecer una coalición. No obstante, la campaña electoral que acaba de comenzar promete fuertes tensiones entre los partidos de la derecha y los de centro-izquierda.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu durante una rueda de prensa en la Knesset. / REUTERS - RONEN ZVULUN

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Los tres meses y medio que faltan para las próximas elecciones israelíes, que se celebrarán el 17 de septiembre, prometen incrementar la tensión entre las distintas fuerzas políticas que concurren y alcanzar un alto nivel de radicalización, aunque es evidente para todos que el primer ministro Benjamín Netanyahu vuelve a presentarse como favorito y será el único candidato capaz de formar una coalición estable.

Las posibilidades de que la oposición desbanque a Netanyahu son inexistentes si se tiene en cuenta que la mayoría de la población se engloba en los sectores más nacionalistas y religiosos de la sociedad, y que estas dos tendencias están en auge. Frente a ellas, la izquierda, o mejor dicho, los despojos de la izquierda, que apenas obtuvieron el 9 de abril una representación testimonial, han quedado relegados a los márgenes de la vida política.

En las próximas semanas asistiremos a una reorganización de algunas formaciones políticas. Por un lado, los partidos árabes ya están hablando de volver a la lista única, después de la experiencia fallida de presentarse por separado. Dicen que aspiran a obtener 15 escaños de los 120 que hay en la Kneset si van juntos, frente a los diez que lograron en abril, pero esto solo será posible si se incrementa significativamente la participación en el sector árabe.

Las posibilidades de que la oposición desbanque a Netanyahu son inexistentes

El partido laborista, que ha dejado de ser de masas para convertirse en una formación minoritaria que lucha por su supervivencia, está dudando entre unirse a los liberales de Meretz, que tendrán problemas para superar el umbral del 3,25 de los votos que dan acceso al parlamento, o al partido de centro derecha Azul y Blanco de los generales, que empató en escaños con el Likud de Netanyahu en los últimos comicios.

En cualquier caso, el centro-izquierda no tendrá ninguna posibilidad de establecer una coalición alternativa. Las cuentas no salen por más empeño que se ponga, y de todas maneras las diferencias entre Netanyahu y el líder de Azul y Blanco, Benny Gantz, son muy livianas, sencillamente cosméticas, incluido en lo relativo al “proceso de paz”.

La solución al conflicto entre Israel y los palestinos no depende de Israel, porque Israel no quiere solucionarlo, ni de los palestinos, porque los palestinos no pueden hacer nada, sino de la comunidad internacional, pero con Netanyahu convertido en el ventrílocuo del presidente Donald Trump, la única esperanza es Europa. Sin embargo, Angela Merkel, Theresa May o Emmanuel Macron han renunciado a cualquier tipo de liderazgo y prefieren mirar hacia otro lado dando por perdida su influencia en Oriente Próximo.

Una de las cuestiones que puede radicalizar más la campaña son los tres casos de corrupción que salpican a Netanyahu. Una de las consecuencias de la reciente disolución de la Kneset es que Netanyahu no podrá pasar la ley de inmunidad hasta que se constituya el Parlamento, hacia octubre o noviembre, de manera que el abogado del estado, Avichai Mandelblit, podría decidir su procesamiento antes de que la Kneset meta mano al asunto.

La oposición ha comenzado a criticar a Netanyahu por esta cuestión. Una semana antes de las elecciones, le preguntaron al primer ministro si pensaba proponer la ley de inmunidad. Netanyahu exclamó con semblante sorprendido y herido “Ma piton!”, que significa “¡Por supuesto que no!”, pero al día siguiente del recuento de las papeletas ya empezó a diseñar la ley de inmunidad. La oposición se lo está recriminando y ha convocado movilizaciones populares.

25/05/2019 - Manifestación contra Benjamin Netanyahu por la ley de inmunidad que quiere aprobar en Israel. / REUTERS - AMMAR AWAD

Manifestación contra Benjamin Netanyahu por la ley de inmunidad que quiere aprobar en Israel. / REUTERS - AMMAR AWAD

Para octubre está prevista la audiencia preliminar en la que Netanyahu responderá a las acusaciones, y unas semanas o meses después el abogado del estado decidirá procesarlo con toda seguridad. Ahora bien, Netanyahu pedirá una demora de la audiencia de octubre con el fin de dar tiempo a la Kneset a que apruebe la ley de inmunidad. Se dice que Mandelblit probablemente no aplazará la audiencia, pero la Kneset podría aprobar la ley rápidamente y paralizar el procesamiento.

Otra cuestión a considerar es el proceso de paz. A finales de junio se celebrará una conferencia económica en Bahrein, el primer paso del “acuerdo del siglo” para resolver el conflicto entre Israel y los palestinos. Las posibilidades de que el acuerdo del siglo prospere son nulas. Este viernes un analista israelí decía con ironía que Trump no ha especificado si se trata de un acuerdo para este siglo o para el siglo que viene.

La iniciativa de la Casa Blanca, que sin duda ha sido dictada por Netanyahu, ha nacido muerta. A los palestinos no se les ha consultado y la filtraciones aparecidas en la prensa recogen las posiciones de la clase política más nacionalista, es decir de Netanyahu, que son inaceptables para los palestinos, quienes ya han confirmado que no acudirán a Bahrein. Después de la disolución de la Kneset, la iniciativa es aún más insignificante.

Al día siguiente de la disolución del parlamento, Netanyahu entró en campaña anunciando la construcción de 805 viviendas para colonos judíos en dos colonias del sector ocupado de Jerusalén. Las intenciones de Netanyahu son claras, nunca las ha ocultado y una vez más ponen en evidencia la pasividad de Europa.

Su cinismo puede llegar a extremos inconcebibles. La misma noche de la disolución de la Kneset, anunció que Vladimir Putin y Trump habían aceptado una iniciativa suya para enviar a Jerusalén a representantes que discutan con él la situación y el futuro de Oriente Próximo. La hegemonía regional de Israel está fuera de duda y esto garantiza que los problemas y conflictos de Oriente Próximo, empezando por el de los palestinos, no se resolverán en un futuro cercano.

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