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¿Por qué la Comisión Europea se resiste a limitar el precio del gas como piden España y otros 14 países?

Los 27 ministros de Energía llegan al Consejo del viernes divididos sobre los límite al gas y debatirán la "europeización" de la excepción ibérica.

Kadri Simson, Comisaria de Energía de la UE, ofrece una rueda de prensa tras la reunión sobre el paquete 'Ahorrar gas para un invierno seguro' en la sede de la UE. 20 de julio 2022.
Kadri Simson, Comisaria de Energía de la UE, ofrece una rueda de prensa tras la reunión sobre el paquete "Ahorrar gas para un invierno seguro" en la sede de la UE. 20 de julio 2022. Lukasz Kobus / European Commission / DPA

"Rusia no es un socio fiable. De hecho, es el origen del problema. Necesitamos un tope al precio de las importaciones de gas ruso hasta un nivel que a su vez continúe haciendo atractivo que exporten a Europa", defiende la comisaria de Energía, Kadri Simson. "El tope [general] es la prioridad", se queja España junto a otros 14 Estados miembros que reclaman un límite a todo el gas, no solo al procedente del Kremlin.

La batalla sobre el gas se anticipa ya como el gran caballo de Troya del Consejo que celebran el viernes los 27 ministros de energía. El mismo día en el que Rusia tiene previsto declarar la anexión de las regiones ocupadas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiya, la UE aprobará un nuevo reglamento para ahorrar el 10% de electricidad (5% obligatorio en las horas punta); para imponer un límite a las energías inframarginales como la nuclear o la renovable; y para aprobar un impuesto temporal sobre los beneficios extraordinarios de las compañías fósiles.

Pero la atención llegará de mano de la medida que más confrontación genera: qué hacer con el gas, el gran catalizador en esta crisis energética. Tal y como está estructurado el mercado energético europeo, la energía más cara es la que marca el paso del resto, a pesar de que las otras fuentes se produzcan a coste mucho más reducido. Desde el estallido de la guerra, el precio del gas en Europa no deja de pulverizar récords, arrastrando a otras más baratas, como las renovables. El objetivo entre los Veintisiete es compartido: estabilizar el mercado y reducir los ingresos del Kremlin. Pero el camino de cómo hacerlo genera controversias.

El gas es, de hecho, la única gran fuente de ingresos de Moscú no sancionada por la UE. Sí están bajo la maquinaria punitiva el carbón, el petróleo o el oro. Ucrania y los Bálticos han empujado para que Bruselas impulse un boicot al gas ruso, pero nunca ha sido una posibilidad real. Especialmente por la resistencia de Alemania, el mayor consumidor de gas europeo y uno de los más dependientes de Rusia en materia energética. Y también por la propia asimilación europea de que, aunque quiera, no puede desprenderse del gas ruso del día a la noche.

El bloque, dividido en dos

El motor alemán lidera el grupo de 12 Estados miembros que rechazan aplicar un tope a todo el gas importado por la UE. El argumento de Berlín es que esta medida podría empujar a proveedores como Argelia o Catar a redirigir sus productos a otras regiones que le resulten más lucrativas, provocando escasez de suministros en suelo comunitario.

En el otro lado, junto a España están Francia, Italia, Portugal, Grecia, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia. "El tope de precios es la única medida que ayudará a todos los Estados miembros a mitigar la presión inflacionista, a gestionar las expectativas y a proporcionar un marco en caso de posibles interrupciones del suministro, y a limitar los beneficios extraordinarios del sector", dice la carta sellada y enviada en la antesala del Consejo, que sin embargo, no entra en detalle sobre el impacto o los detalles de este tope.

"Muchos Estados miembros se están poniendo cada vez más nerviosos con la Comisión Europea no reaccionando", asegura una fuente europea, que espera presión de los Quince. En cualquier caso, la medida debería ser aprobada por mayoría cualificada en el Consejo. Y no la hay.

Con las capitales partidas en dos frentes, la Comisión Europea se ha puesto de perfil. Su postura y la propuesta que lleva con un non paper a la reunión ministerial es la de imponer un límite solo al gas ruso. "En primer lugar, debemos actuar sobre el punto de entrada del gas en nuestro mercado. Estamos negociando con los proveedores de confianza que suministran a través de gasoductos. Si no obtenemos resultados, un tope al precio del gas es posible", afirma la responsable de Energía. Los de Von der Leyen defienden que es necesario encontrar el equilibrio para establecer un umbral que reduzca la volatilidad e inestabilidad del mercado que ocasiona "el chantaje" de Putin y que continúe haciendo jugoso para Rusia exportar gas a Europa.

Pero, ¿por qué se resiste el Ejecutivo comunitario a extenderlo a todo el gas importado, tanto al de gasoductos como el gas natural licuado (GNL)? Tras semanas analizando las diferentes posibilidades, los expertos del Berlaymont han concluido que un tope generalizado pondría en riesgo el acceso de Europa al gas en los mercados internacionales y alegan que entrañaría costes económicos. La UE necesitará "recursos financieros significativos" para atraer el gas si los precios globales están por encima del umbral comunitario, reza el documento. Argumenta, también, que podría alejar a sus vendedores de confianza poniendo en riesgo los contratos a largo plazo y degeneraría en un impacto contraproducente sobre la reducción del consumo.

Noruega, que tras la guerra a Ucrania ha desplazado a Rusia como principal suministrador de gas a la UE, se ha mostrado abierta a dialogar, pero escéptica a acordar un tope. La apuesta de Bruselas es iniciar con negociaciones proveedores de GNL como Argelia, Catar, Estados Unidos o Noruega "un beneficio mutuo a largo plazo". Según cifras de la Comisión Europea, el 60% del aumento total de GNL global irán a parar a Europa en 2025. Un producto que, además, es más caro que el convencional debido a su logística, transporte y regasificación.

¿De la excepción ibérica a la generalización europea?

Además, otra de las novedades que sobresalen en el documento preparatorio de la Comisión Europea es su apertura, por primera vez, a extender la excepción ibérica al grueso del bloque desacoplando el precio del gas del coste total de la electricidad, como hacen Madrid y Lisboa. La idea que plantea Bruselas se mira en el espejo ibérico. Pasa por intervenir la formación de los precios de la electricidad a través de imponer un tope al coste de gas. El diferencial con el precio de mercado lo asumiría el sistema eléctrico de cada Estado miembro.

La medida a nivel europeo, a la que Bruselas se ha resistido en los últimos meses alegando posibles aumentos del consumo de gas o disrupciones en el mercado interior, será también debatida en el encuentro del viernes. Aunque fuentes comunitarias califican de "simplificación" esta europeización del modelo ibérico. "El objetivo es amortiguar el impacto de los altos precios del gas en los mercados de electricidad. [Pero] este límite debe establecerse a un nivel tal que no aumente el consumo total de gas", asegura la comisaria de Energía.

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