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De fieles colaboradores de EEUU a líderes de la oposición contra los talibanes: así se rearma el complejo puzle afgano

Una serie de contactos entre dirigentes talibanes y de la oposición en las últimas horas indica que los nuevos amos del país no desean romper el diálogo con quienes han perdido la guerra. De estos contactos no puede esperarse mucho, pero es mejor que tengan lugar, algo que vuelve a señalar un cambio de actitud de los talibanes con respecto al pasado.

Hamid Karzai
El expresidente afgano Hamid Karzai en una imagen de archivo. Omar Sobhani / REUTERS

La rápida e incruenta ocupación talibán de Kabul ha sembrado desconcierto y pesimismo no solamente entre la comunidad internacional sino también dentro de la comunidad política afgana, donde igualmente reina la incertidumbre a la espera de lo que hagan los talibanes.

La oposición antitalibán está integrada básicamente por elementos que han colaborado con los EEUU en las dos últimas décadas, y que ahora se están moviendo con el fin de defender sus intereses, algo que difícilmente conseguirán. La firmeza de los talibanes descansa sobre su fuerza militar y en una fe radical y sin resquicios.

Uno de los personajes más notorios de la oposición es el expresidente Hamid Karzai (2001-2014), que el mismo domingo por la noche proclamó que bajo ninguna circunstancia abandonará Kabul y comunicó la creación de un Consejo de Transición que se encargará de supervisar y facilitar la transferencia pacífica de poder a los talibanes, aunque estos no precisen de consejos.

En los últimos meses, desde que Washington confirmó su inminente retirada, Karzai ha endurecido sus acusaciones contra Estados Unidos, el mismo país que hace 20 años lo encumbró y que durante casi tres lustros lo mantuvo en el poder. Ahora considera que no solo la actual administración de Joe Biden, sino también las anteriores, han estado jugando un doble juego que se ha rubricado con la caída de Kabul.

Mientras estuvo en el poder, Karzai fue acusado de nepotismo y corrupción en numerosas ocasiones, acusaciones de las que se defendió con mucho ahínco y poca credibilidad. En realidad, Afganistán ha sido un paraíso para la corrupción a gran escala, habida cuenta de las astronómicas cantidades de dinero que se han movido.

Al tender la mano a los talibanes, Karzai busca un entendimiento con los nuevos amos. Considera que el diálogo será más provechoso que un enfrentamiento directo, algo que es razonable y que cobra visos de posible, al menos hasta cierto punto, dado el discurso relativamente "moderado" de los talibanes desde que entraron en Kabul, aunque eso no garantiza que se vayan a lograr muchas cosas.

Por mucha moderación que introduzcan en su discurso, los talibanes defienden una aplicación de la ley islámica que necesariamente privará a sus enemigos de derechos fundamentales recogidos en la Carta de las Naciones Unidas. Los opositores deberán contentarse con mendigar medidas que a lo sumo solo suavizarán levemente la naturaleza intransigente del nuevo régimen.

El papel de la comunidad internacional será limitado. Ni EEUU ni Europa se encuentran en una posición que les permita influir de manera significativa en el credo talibán. La comunidad internacional debe mantener alguna forma de presión, pero a sabiendas de que obtendrá pocas contrapartidas. Con todo, es mejor que haya diálogo a que no lo haya.

Otros dos destacados políticos opositores que forman parte del Consejo de Transición de Karzai son Abdullah Abdullah, presidente del Alto Consejo para la Reconciliación Nacional, y Gulbuddin Hekmatyar, líder del Partido Islámico. Este último anunció el inminente desplazamiento de los tres a Doha, la capital de Qatar, para negociar con los talibanes.

"Negociaciones constructivas"

Un portavoz del departamento de Estado confirmó que los americanos están celebrando negociaciones "constructivas" con los talibanes en Kabul y Doha, y es relevante resaltar que en las palabras que Biden ha pronunciado hasta ahora no ha cargado especialmente contra los talibanes. Por su parte, los talibanes están en conversación con distintos jefes tribales y algunos de sus rivales con el fin de garantizar la estabilidad y el futuro del nuevo Afganistán.

Las negociaciones solamente pueden traer acuerdos puntuales y no conviene hacerse ilusiones mucho más allá, dado que los talibanes son los dueños de todo el país. Han dado algunas muestras de "moderación" con respecto a los años noventa, pero nadie duda de que van a aplicar su doctrina con determinación, aunque no sea de una manera tan radical como entonces.

Rostro del fracaso

Para los talibanes, los políticos como Karzai representan todo lo malo que trajo la intervención de EEUU en 2001. Con el poder en sus manos, decidirán ellos solos hasta dónde y cuántas concesiones van a hacer, y sus interlocutores apenas disponen de un pequeño margen de maniobra, que será el margen que los talibanes estén dispuestos a darles en cada momento.

Karzai es una de las imágenes más conocidas del fracaso que ha significado imponer la democracia en el país mediante la fuerza, según señala Libération. La democracia, que parece entrar en crisis por todas partes, incluido Occidente, pudo imponerse temporalmente en Afganistán y facilitar la vida de sus ciudadanos, pero veinte años después su fracaso ha sido estrepitoso.

Este miércoles se anunció que el astuto Hamid Karzai presidió una reunión con una delegación talibán liderada por Anas Haqqani, aparentemente con el objetivo de cambiar impresiones sobre la formación de un nuevo gobierno, dado que el anterior presidente Ashraf Ghani huyó del país el 15 de agosto. Es un gesto importante de los talibanes, impensable en 1996, cuando se hicieron con el poder por primera vez, pero será preciso esperar para ver qué dirección toma.

También es significativo que Qatar haya confirmado que su ministro de Exteriores, Abdul Rahman al Thani, mantuvo en Doha un diálogo con Abdul Ghani Baradar, hombre fuerte de los talibanes, antes de que este marchara a Afganistán hace dos días, sobre el futuro del país.

Igualmente, Aljazeera ha informado de que dirigentes talibanes están celebrando reuniones "informales" con elementos del anterior gobierno. Todos estos movimientos deben considerarse positivos aunque su trascendencia será limitada.

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