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El fraude y el uso del dinero marcan los comicios afganos

Los candidatos más ricos y poderosos pagaron el transporte de sus votantes

PAU MIRANDA

Los segundos comicios legislativos tras el derrocamiento de los talibanes, en 2001, no tienen aún una fotografía clara. El Gobierno y la Comisión Electoral afgana, cuyo director fue nombrado por el presidente Hamid Karzai, intentan transmitir una imagen de normalidad y de optimismo ante las primeras tasas de participación (el 40%), pero los datos que ayer llegaban de las provincias más alejadas de Kabul no eran alentadores.

A los episodios de fraude que se van conociendo poco a poco, se sumó ayer la revelación de que, como es habitual en Afganistán, el dinero y el poder probablemente han inclinado la balanza en favor de uno u otro candidato.

El presidente de la Comisión Electoral, Fazel Ahmad Manawi, reconoció, por ejemplo, que las autoridades no habían puesto ningún medio para que los votantes que viven en zonas remotas pudieran desplazarse: 'Los que quisieron votar fueron a las localidades vecinas donde había un centro abierto y, además, dimos permiso a los candidatos para que pusieran transporte a disposición de sus votantes', dijo.

Lo que Manawi no reconoce, aunque sí lo hacen miembros de su equipo, es que eso favoreció a los candidatos más ricos y poderosos, a aquellos con medios para fletar furgonetas o llevar en coches a los votantes que les eran afines.

La ausencia de observadores internacionales en las zonas más peligrosas y más vulnerables a las irregularidades hace difícil además decidir si hubo o no fraude y pone en entredicho la legitimidad de unos comicios celebrados en medio de la violencia en la que está sumida el país.

Uno de los datos más alarmantes es la cantidad de colegios electorales que no pudieron abrir sus puertas. Las autoridades habían previsto instalar casi 7.000 colegios, pero las fuerzas de seguridad vetaron antes de la jornada electoral casi mil. El mismo sábado, más de 300 tuvieron que cerrar, por las amenazas de ataques de los talibanes, dejando a miles de votantes sin la posibilidad de ejercer su derecho.

Somari Hananuntasuk, directora de la Asian Netowrk for Free Election (ANFREL), una de las organizaciones que supervisó estas elecciones, cree que 'la mayoría de los problemas se han dado en las provincias lejanas de Kabul, especialmente en el sur, donde la relación con los delegados de la Comisión Electoral ha sido más complicada'.

Una de las principales críticas que se ha hecho al Gobierno de Karzai es su incapacidad para controlar todo el territorio frente a los señores de la guerra locales. 'La democracia necesita muchas cosas, entre otras determinación y, a pesar de los riesgos, hay que pedir a las autoridades que estén muy vigilantes con lo que pasa en esas regiones alejadas para evitar que los procesos electorales acaben naufragando', afirma Hanantasuk.

La Comisión Electoral afgana publicó ayer unos datos de participación basados en los informes de los centros provinciales, con el escrutinio completado en 22 de las 34 provincias del país. Según esos datos, la participación se sitúa alrededor de un 40% del electorado, confirmando así el cálculo del sábado por la noche, pero el problema es que ni siquiera las cifras del electorado están claras. Las autoridades informaron la semana pasada de que el cuerpo total de electores se elevaba a 12 millones de votantes, antes de reducirlo, el día de las elecciones, a nueve millones.

En Afganistán tampoco existe nada parecido a un censo fiable de la población, lo cual hace imposible saber cuántos electores potenciales hay. 'Se calcula el total en base a las acreditaciones de voto que se emiten, pero yo conozco a gente que tenía hasta seis carnets de votante y no parecería normal que haya más de seis millones que se inscriban para luego no ir a votar', apunta Hanantasuk, la directora de ANFREL.

Para el presidente de la Comisión Electoral, un resultado del 40% de participación es 'aceptable si se tienen en cuenta los condicionantes de seguridad, por lo que el pueblo afgano ha vuelto a demostrar un enorme valor al salir a votar'.

Mohamed Ibrahim Kazemi, responsable de la organización Democracy International, que también envió observadores para vigilar los comicios, considera que la participación es 'aceptable', aunque recuerda que en las últimas elecciones ya se anularon un millón de votos por fraude y no descarta que en esta ocasión acabe sucediendo lo mismo. 'Si al final resulta que sólo hay tres millones de votos válidos no podemos hablar de que estas elecciones hayan ido demasiado bien', afirma Kazemi.

'La democracia afgana aún es joven y hay que juzgarla con benevolencia, pero no podemos engañarnos y decir que las elecciones del sábado fueron libres y justas para todos los afganos: no fue así', afirma Hanantasuk.

Para esta experta, las perspectivas para esta convocatoria electoral eran buenas porque, en unos comicios parlamentarios, los votantes escogen gente más cercana que en unas presidenciales. Este factor puede resultar un aliciente para ir a votar, incluso en una situación tan complicada como la de Afganistán. 'Unas elecciones pueden ser una gran herramienta para ir cambiando una sociedad y generando los mecanismos que alimentan la democracia, que no son sólo unas urnas, pero hay que hacerlo correctamente para que todo el proceso no se venga abajo', explica.

A la pregunta de si los candidatos elegidos tras estas elecciones representarán realmente al pueblo afgano, Hanantasuk contesta: 'En realidad, no'.

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