Este artículo se publicó hace 13 años.
'Fukudzilla'
El accidente marca un punto de inflexión para la energía nuclear
Si la película original japonesa Godzilla fue, en 1954, la representación simbólica del ataque nuclear de EEUU contra Hiroshima y Nagasaki nueve años antes, Fukudzilla, este gran monstruo en el que se ha convertido el desastre de los seis reactores de la planta de Fukushima, es toda una metáfora, y quién sabe, acaso también un film, sobre el frenazo que ya está sufriendo a estas horas el renacimiento de la industria nuclear mundial impulsada por sus acólitos políticos y expolíticos. ¡Que se lo pregunten a Frau Merkel!
Y mira por dónde, las dos fechas, 1954 y 2011, tienen bastante en común: en Japón comenzaba la construcción masiva de centrales nucleares mientras que en EEUU y Europa el lobby nuclear daba por prácticamente ganada, y con razón, la batalla por una nueva época dorada. ¿O va a ser que con Fukudzilla, a pesar de su aliento atómico, nunca mejor dicho, y toda la destrucción que potencialmente evoca, pasará lo mismo que con la Gran Recesión? Es decir: que los conductores (líderes, instituciones y doctrina económica) que llevaron a lo que es claramente una crisis sin precedentes desde los años treinta del siglo pasado sean los mismos que están dictando las condiciones (las mismas ya aplicadas) para salir (¿?) de la crisis. Por intentarlo, desde luego, no quedará. Pero será más difícil.
En EEUU y Europa el lobby nuclear daba por ganada la batalla
Aunque, a diferencia de otros siniestros, aquí la cólera de la naturaleza ha desencadenado la catástrofe, no es menos cierto que la mano del hombre ha hecho lo suyo. No era necesario, es verdad, pasar por esta situación para conocer los peligros y riesgos de la energía nuclear. Pero ya desde 1972 se conocía que los reactores Mark 1 de General Electric presentaban un sistema de contención más pequeño y más vulnerable en relación con los de sus competidores.
¿Cómo se sabía? Porque, según recuerda la Union of Concerned Scientists (Unión de Científicos Preocupados) en su diario digital All Things Nuclear, fueron ellos quienes con la ley de libertad de información (FOIA) en la mano solicitaron en octubre de 1972 los memorandos secretos a la Comisión de Energía Atómica (predecesora de la actual Comisión de Regulación Nuclear) del mes anterior donde se debatía la supresión del diseño del Mark 1 por su vulnerabilidad ante accidentes graves.
La propuesta fue desestimada con esta frase: "La idea en cierto sentido es atractiva No obstante, su aceptación está tan integrada en la opinión convencional Dar marcha atrás en esta sacrosanta política, particularmente en este momento, bien puede ser el final de la energía nuclear. Supondría poner en cuestión la continuidad de las operaciones de las plantas bajo concesión y crearía más alarma de la que se pueda imaginar". Esos documentos fueron hechos públicos por la mencionada asociación en octubre de 1972 a través de un comunicado de prensa.
El aliento atómico de Fukud-zilla llega en un momento en el que el consenso entre el PSOE y el PP se abría camino con paso firme hacia la política "adulta" del renacimiento de la energía nuclear. Ello había supuesto la gradual pero no menos segura abjuración de Rodríguez Zapatero a una de sus señas de identidad y programáticas (el aplazamiento del cierre de la central de Garoña, cuyo reactor es el modelo Mark 1, hasta 2013, el relanzamiento del cementerio nuclear y la renuncia al plazo explícito de 40 años de vida útil para las centrales).
A diferencia del ajuste fiscal, la reforma del mercado laboral, del sistema de pensiones y la negociación colectiva, en curso, Zapatero no se había manifestado en relación a la energía nuclear con esa gran fuerza de fe del converso. Su avance en esa dirección ha sido lo suficientemente gradual como para reivindicar ahora mismo sus convicciones originales frente a los cruzados de dentro del PSOE y, por supuesto, los del PP que le empujaban hacia el abismo.
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