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Gadafi: "El pueblo libio me ama y moriría por mí"

Los líderes de la revuelta rechazan una oferta para negociar con el déspota

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La resistencia del dictador libio, Muamar Gadafi, a abandonar el poder empieza a dar signos de agotamiento. Al mismo tiempo que las fuerzas que aún le son leales trataban de frenar el avance de las fuerzas rebeldes, el estrambótico tirano encargaba ayer a uno de sus hombres de confianza que negociara con los sublevados.

Según la cadena Al Yazira, Gadafi encomendó al jefe de los servicios secretos en el exterior, Buzid Durda, que tratara de dialogar con los líderes de la revuelta, que desde hace días controlan la región oriental del país. Para ello, Durda debía ponerse en contacto con los jefes de las tribus locales. Un intento fallido, pues estos dirigentes se negaron a negociar.

El dictador insiste en culpar a 'las drogas y Al Qaeda' de la revolución

Las señales del ocaso de su régimen no parecen, sin embargo, haber hecho mella en la fe que Gadafi, otrora líder revolucionario, tiene en su popularidad. '¡Todo mi pueblo me ama y moriría por mí!', clamó ayer en una entrevista que concedió a la periodista Christiane Amanpour.

Esta ceguera, real o fingida, se extiende también a lo sucedido en Trípoli, donde, según Gadafi, no ha habido 'ninguna protesta', aseguró en otra entrevista con la cadena británica BBC.

El todavía líder libio sigue defendiendo que el origen de las protestas son 'las drogas que Al Qaeda suministra' a los jóvenes de su país. En cuanto a la posibilidad de marcharse, como le pide su pueblo y la comunidad internacional (EEUU no excluyó ayer el exilio del dictador como una de las salidas a la crisis), Gadafi se limitó a reírse cuando se le sugirió esta posibilidad, informó la BBC.

El régimen lanza una ofensiva militar para recuperar Misrata y Zauiya

Cuñado destituido

Ante la evidencia de que su poder se tambalea, Gadafi parece estar buscando responsables de su fracaso a la hora de atajar el paso a los alzados contra su despótica República de masas. Fuentes de la oposición citadas por la televisión Al Yazira aseguran que el autócrata ha reemplazado a su cuñado y número dos de los servicios secretos exteriores, el coronel Abdalá Senusi, que hasta ayer dirigía las fuerzas de Gadafi.

Pero mientras trata de abrir una negociación que llega semanas tarde, Gadafi sigue golpeando con todos los medios a su alcance a los revolucionarios.

Los líderes rebeldes están entrenando a los jóvenes para la batalla de Trípoli

Un avión de las fuerzas aéreas libias bombardeó ayer un depósito de armas cerca del cuartel de Hania, en la región de Edjibiya, a unos 200 kilómetros al oeste de Bengasi, la segunda ciudad del país bajo control de los rebeldes.

La capital de la región de Edjibiya dista algo más de mil kilómetros de Trípoli hacia el este y marca el límite hasta el momento de la zona oriental que controlan los rebeldes. Sus líderes afirman que la zona comprendida entre Edjibiya y la frontera con Egipto se encuentra bajo su poder.

Los opositores a Gadafi controlan a su vez Misrata, la tercera ciudad del país, y su aeropuerto, en cuyas cercanías continuaban ayer los combates entre detractores y partidarios de Gadafi, según Reuters. Los rebeldes derribaron un avión gubernamental que trataba de bombardear la emisora de radio local, que difunde mensajes de los sublevados.

Las fuerzas de Gadafi intentaban también recuperar el control de la base militar de esta ciudad, de la que sólo dominan una pequeña parte; el resto está bajo mando de los revolucionarios. En esta base, hay un depósito de munición.

Meftah Abdelhamid, un activista político libio, informó ayer a Al Yazira de que un batallón dirigido por uno de los hijos del déspota había ocupado una escuela de la aviación militar, al suroeste de la ciudad, y mantenía en su poder como rehenes a centenares de estudiantes, a los que amenazaba con ejecutar.

Misrata y Zauiya, una ciudad cercana a Trípoli que tiene un importante pozo de petróleo, se consideran claves para decidir si la suerte de Gadafi está definitivamente echada. Unos 2.000 hombres del dictador mantenían ayer cercada Zauiya, para tratar de recuperarla de manos de las fuerzas opositoras. Un médico local alertó de que, si entran en la ciudad, habrá una 'masacre'.

Más al este, los revolucionarios intentan adiestrar en el uso de las armas a los jóvenes que participaron en las protestas, cuya falta de entrenamiento militar complica la batalla para conquistar Trípoli.

Otra dificultad con la que se enfrenta el pueblo sublevado es que para llegar a la capital por carretera es necesario pasar por Sirte, la ciudad natal del dictador, donde casi con toda seguridad tendrán que enfrentarse con fuerzas de élite, bien armadas y formadas, leales al régimen.

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