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El Gobierno de Tailandia llama a la reconciliación

El primer ministro no hace concesiones a los 'camisas rojas'

DAVID BRUNAT

Ver de buena mañana a gente recogiendo escombros y retirando las montañas de basura putrefacta que había esparcidas por todo el centro de Bangkok fue la mejor manera de confirmar que la ciudad regresa, poco a poco, a la normalidad. La mayoría de los camisas rojas, que se habían atrincherado en el centro de la capital durante seis semanas, está ya de vuelta en sus hogares del noreste de Tailandia, sus principales líderes detenidos o fugados, y las hordas de saqueadores controladas.

La peor ola de violencia en la historia moderna de Tailandia tocó a su fin, aunque la brecha social es ahora más profunda que nunca y todo el mundo espera aquí que un nuevo incendio arda pronto.

Bangkok vuelve a la normalidad tras seis semanas de disturbios

'Llegó el momento para todos de emprender un proceso de reconciliación', declaró este viernes el primer ministro, Abhisit Vejjajiva, en un discurso televisado. 'Animo a cada grupo a aparcar nuestras diferencias y reconstruir nuestra nación, haciendo de ella otra vez un hogar para todos los tailandeses'. Vejjajiva insistió en que ahora la prioridad es 'garantizar la seguridad y restaurar la normalidad'. El primer paso: abrir hoy al tráfico las calles afectadas por la revuelta en la capital.

También el líder de los camisas rojas en el exilio, el ex primer ministro derrocado Thaksin Shinawatra, hizo un llamamiento a la reconciliación nacional: 'Tailandia está hoy de luto. Me uno a todos los patriotas en su llamamiento a favor de la calma y la no violencia, y condeno las acciones de aquellos que han actuado con oportunismo e impunidad para causar destrozos en Bangkok, lo que es ajeno a la causa del movimiento de los manifestantes', dijo en un comunicado.

La represión violenta de las protestas agudiza la brecha social

Esas fueron las palabras de las dos figuras clave en este conflicto. Tan conciliadoras como vacías de contenido. Abhisit usó su discurso para salvar el cuello de su Gobierno, malherido públicamente (especialmente fuera de Bangkok) por haber ordenado el asalto del ejército a sangre y fuego sobre miles de personas indefensas.

Sobre la fecha de las elecciones generales, por ejemplo, no dijo ni una palabra, a pesar de que, antes de que estallara la violencia, había aceptado convocarlas el 14 de noviembre. Una de las demandas centrales de los manifestantes es la convocatoria de comicios anticipados para elegir un nuevo gobierno. Su ofrecimiento se limitó a un ambiguo plan de cinco puntos en el que destacan unas supuestas reformas políticas, más justicia social y una investigación sobre la reciente crisis política.

El ministro de Finanzas, Korn Chatikavanij, insinuó que era improbable que el Gobierno cumpla todo su mandato, que expira en 2012. Mientras Vejjajiva no convoque elecciones, Tailandia seguirá siendo un polvorín. Los camisas rojas continuarán acusándolo de haber tomado el poder ilegalmente, con el apoyo encubierto del ejército, en diciembre de 2008.

La coalición encabezada por Abhisit sólo llegó al poder después de que dos ex primeros ministros fueran inhabilitados por tribunales afines.

Mientras, el multimillonario Thaksin desde su exilio seguirá presionando y manipulando a sus bases campesinas para que recuperen el poder que la élite urbana robó al pueblo mediante el golpe de Estado contra su Gobierno en 2006.

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