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Guanajuato La guerra sin trincheras del narcotráfico destruye Guanajuato

El estado más violento de México vive tiempos convulsos. La detención del líder del Cartel Santa Rosa de Lima, el principal grupo delictivo local, incrementa la incertidumbre. La población sobrevive entre asesinatos y desapariciones.

Madre de los tres hermanos asesinados en la masacre de Irapuato observa altar con fotos de sus hijos. | Alberto Pradilla
Madre de los tres hermanos asesinados en la masacre de Irapuato observa altar con fotos de sus hijos. | Alberto Pradilla

alberto pradilla

Karen Sanjuanita Escambilla despertó sobresaltada el 6 de junio de 2019. Para cuando se dio cuenta, tipos armados estaban dentro de su casa de Irapuato, Guanajuato, y apuntaban hacia Humberto Ramírez Morales, su pareja, de 38 años. Decían que eran policías ministeriales y preguntaban dónde estaban las armas.

"Hombres armados entraron y se lo llevaron a golpes. Fue a las siete de la mañana, golpearon la puerta y a él lo sacaron del cuarto. Lo estaban pegando y cuando se dieron cuenta que estaba con mis hijos me sacaron a golpes. Apuntando con armas grandes diciendo que era gente de fiscalía, que no me moviera", recuerda.

Karen tiene la piel oscura y ojos grandes, viste jeans ajustados y una camiseta con el rostro de Humberto Ramírez Morales y el lema "te buscamos". Forma parte de un colectivo llamado "Sembrando comunidad" que aglutina a familiares de desaparecidos que no se han dado por perdidos y que aún confían en dar con el paradero de sus seres queridos.

Eso es lo que hace desde entonces Karen, buscar.  Colocó carteles con la cara de su pareja, preguntó a familiares y amigos, registró morgues y hospitales, pero nada, no hay rastro. Es como si se lo hubiese tragado la tierra. Pero no es la tierra la que se lo tragó, sino tipos armados y violentos que entraron a golpes en la casa y que se llevaron a rastras al padre de sus tres hijos.

Dice la mujer que su esperanza es que "se lo llevasen para trabajar". Ramírez Morales es decorador, pero una de las hipótesis sobre su secuestro es que fuese capturado para convertirlo en trabajador forzoso. Es una práctica habitual. Hombres armados (esta expresión es terroríficamente generalizada, casi cada relato de desaparecidos comienza por estas dos malditas palabras) entran en las casas y se llevan a alguien, generalmente un hombre joven. Si lo quieren para obligarlo a trabajar lo envían a Michoacán o a Jalisco, donde están las plantaciones o los laboratorios. Y ahí los tienen hasta que se cansan de ellos. Y cuando se cansan de ellos, los ejecutan. Son los esclavos del narco. Aquellos a los que raptan pocas veces tienen la oportunidad de regresar. Alguno hay que pudo comunicar con su familia, pero apenas para despedirse.

Las desapariciones son una de las caras de la violencia en México. Solo en Guanajuato las autoridades reconocen más de 2.000 en los últimos cinco años. Pero hay más. Este es el estado más violento de un país desangrado por la violencia desde 2006, cuando el entonces presidente, Felipe Calderón, anunció la denominada "guerra contra el narcotráfico".

El balance de aquella estrategia es desolador: casi 300.000 muertos en 14 años y más de 73.000 desaparecidos. Solo el año pasado, el primero con Andrés Manuel López Obrador en la presidencia del gobierno, más de 35.000 mexicanos fueron asesinados. Esta es una guerra sin trincheras que termina por destruir todo a su paso. En la primera mitad de 2020, por ejemplo, más de 1.600 personas fueron asesinadas en Guanajuato. Esto da una media de nueve homicidios cada día.

Ubicado al noroeste de Ciudad de México, a 300 kilómetros de la capital, se trata de un territorio que tradicionalmente se consideró seguro. Pasó de ser agrícola a concentrar algunas empresas de automoción y es conocido por ser uno de los bastiones del conservadurismo: el derechista Partido de Acción Nacional (PAN) lleva 30 años gobernando ininterrumpidamente.

El origen de la violencia en este estado es la disputa entre dos carteles, que lleva desde al menos 2017. Por un lado, el Cartel Santa Rosa de Lima, una estructura local que hasta el domingo pasado, 2 de agosto, estaba liderada por José Antonio Yépez, "El Marro". Aquel día fue detenido y actualmente está en una prisión federal. Su principal negocio era el huachicol, o robo de combustible. Al centro del estado se le conoce como "el triángulo de las bermudas" porque es una zona de paso de ductos con gasolina que son asaltados por el cartel. Cuando comenzó a dificultarse el robo de combustible, este grupo comenzó a trabajar la venta de droga, la extorsión, el secuestro y la explotación sexual.

Desde hace tres años irrumpe en el territorio el Cartel Jalisco Nueva Generación. Se trata de una escisión de Sinaloa encabezada por un capo llamado Nemesio Oseguera Cervantes, "El Mencho". Actualmente es considerada la estructura criminal con mayor auge de México. Su objetivo no es tanto disputar a Santa Rosa de Lima el negocio del huachicol como tener controladas las carreteras para poder transportar las drogas hacia la frontera norte.

Históricamente, las plazas calientes han ido cambiando. Y la violencia se incrementa cuando dos grupos delictivos pelean por un territorio. Lo contrario ocurre en territorios como Sinaloa, tierra por el cartel que toma el nombre del estado y que fue liderado por Joaquín Guzmán Loera "El Chapo". Allí existe una especie de pax narca. Esta solo se rompe con sucesos como el "culiacanazo", cuando el ejército trató de arrestar a Ovidio Guzmán, hijo de "El Chapo", en el municipio de Culiacán y cientos de sicarios tomaron la ciudad hasta obligar a que lo liberasen. Ocurrió a finales de 2019 y fue una nueva muestra del poder del narco.

Guanajuato es la antítesis de esta forma de control de los carteles. Ahora es territorio en guerra y cada plaza es un campo de batalla.

Uno de los frentes de este conflicto son los llamados anexos, centros de rehabilitación irregulares en los que personas con problemas de adicciones se encierran durante tres meses. El pasado 1 de julio, un comando de tres personas irrumpió en uno de estos locales en Irapuato y preguntó por una persona vinculada al centro. Nadie respondió así que, tras permitir que las mujeres abandonasen el lugar, comenzaron a ejecutar a todos los que se encontraban allí. Dejaron 28 muertos, la mayor matanza del año. No ocurría algo similar desde la masacre de Coatzacoalcos, en Veracruz, perpetrada en agosto de hace un año, cuando un grupo criminal incendió un local nocturno con todos sus clientes dentro porque no pagaba la extorsión y acabó con la vida de 30 personas.Pero regresemos a Irapuato, al fatídico 1 de julio. Ahí en el interior del anexo se encontraban tres hermanos: Omar Regalado Santoyo, de 39 años; Hugo Cristian, de 30; y Giovanni, de 27. Su casa está muy cerca del centro de rehabilitación y allí sigue su madre, Rosa Alba Santoyo Soria, que todavía no se lo cree.

"Mis hijos estaban bien, el lugar parecía que estaba bien", explica. Reconoce la mujer que se siente culpable, que ella solo quería que sus hijos "fuesen hombres de provecho" pero que terminaron en el matadero. Ella asegura que nada sabe de la guerra entre carteles, que ni siquiera le importa saber quién lo hizo.

Desde diciembre se registraron 13 ataques contra locales de este tipo. El Cartel Santa Rosa de Lima acusa a sus rivales de Jalisco de utilizarlos como base para vender droga y reclutar sicarios. Así que los puso en la diana.

Cuando los tres sicarios acabaron con la vida de 28 personas en el anexo de Irapuato, los supervivientes aseguraron que les dijeron que venían "de parte del señor Marro". Este fue el último gran atentado que se atribuye a este capo. Apenas un mes después fue detenido por elementos del ejército. Que el líder del cartel sea arrestado no implica que la violencia vaya a terminar. Solo aquel día, el parte de guerra acumuló 13 asesinatos: un hombre y un menor de edad asesinados a tiros en Salamanca.

Una cabeza humana localizada en un campo deportivo de León. El conductor de una camioneta tiroteado en Cortázar. Una pareja ejecutada a balazos en León. Un trabajador acuchillado en su negocio de alimentación en Yuriria. Dos personas baleadas en Valle de Santiago. Dos clientes de una cantina tiroteados en el interior del establecimiento en Moroleón. Dos cuerpos aparecen embolsados en Acámbaro. Un cadáver aparece dentro de una bolsa de plástico en Celaya. A su lado, una cartulina en la que se reivindica el poder del Cartel Santa Rosa de Lima.Es tradición que cuando un gran jefe de cartel cae la violencia se incrementa. Por un lado, porque suelen registrarse disputas de poder entre quienes aspiran a quedarse con su herencia. Por otro, porque los grupos rivales aprovechan y se lanzan a ganar terreno, según explica David Saucedo, asesor de seguridad en Guanajuato.

El mismo viernes por la noche se difundió un nuevo vídeo en el que hombres armados que se identifican como el "Grupo Elite" del Cartel Jalisco Nueva Generación celebraban la detención de "El Marro" y prometían que no se vengarían de sus familiares y seguidores si estos deponen su actitud. Hay una calma tensa en Guanajuato y nadie sabe con certeza qué puede ocurrir en los próximos meses.

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