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Guerra de Siria Raed Aljundi: “La izquierda española que apoya a Asad y me acusa de traidor está idiotizada y confusa”

El refugiado y activista hispano-sirio se exilió en España como consecuencia de un libro de la periodista Rosa Regàs.

El refugiado y activista hispano-sirio Raed Aljundi.- CEDIDA

Ahora que a casi nadie parece conmoverle ya cuanto sucede en Siria, el refugiado y activista hispano-sirio Raed Aljundi ha vuelto a España de un nuevo y breve exilio eventual que le empujó a Dubai hace ahora algo más de años en busca de dinero para mantener a flote a su gran familia árabe. Los orientales no abandonan a los suyos. Si fuera inglés lo llamarían expatriado. Digamos que es medio sevillano de adopción y por derecho, aunque nacido en Salamiya (1960, Siria).

Mucho más que una entrevista en un diario digital sería necesaria para dar cuenta de su azarosa vida personal y la de su familia, una vieja dinastía de políticos sirios sobre la que se proyecta en lo más alto la memoria claroscura del tío Abdul Karim (1932-1969) -no confundir con su homónimo iraquí, cofundador del Baaz, exministro de Agricultura (1964-1965) y finalmente, responsable de la oficina de Seguridad Interior, conocida por sus prácticas brutales, a la sombra de Salah Jadid. Dice la historia oficialista que su muerte fue el resultado de un suicidio. Hay quien insinúa en la familia de Raed que le ayudaron a matarse poco después de mantener una disputa telefónica con Ali Zaza, un oscuro personaje próximo a Hafez. El tío de Raed era uno de los principales escollos en el camino del padre de Bashar hacia la toma del poder, lo que explica la inquina de los Asad y sus aliados por los Aljundi.

Raed creció entre presos políticos con sus mismos apellidos

Sea como sea, la muerte de Abdul Karim terminó con la época dorada de la familia de Raed. Muchos de los descendientes comprometidos con la política lo hicieron, a partir de aquel momento, en la periferia ideológica del Partido Comunista y terminaron cargando por sistema con el estigma, el pecado original del tío Abdul -primo hermano de su padre- y, como consecuencia, sufriendo la persecución y, a menudo, las torturas, la prisión o incluso las ejecuciones arbitrarias comisionadas por la lumpen-dictadura de los Asad. Así creció Raed, entre presos políticos con sus mismos apellidos, interrogatorios policiales y visitas a comisaría; como un leproso en un país donde los pecados son hereditarios.

A finales de los setenta, con 19 años, viajó a España por primera vez para estudiar Arquitectura. Como era casi previsible, tuvo que regresar corriendo a su país porque el Gobierno de Damasco le quitó la beca. Tras realizar el servicio militar obligatorio, consiguió un trabajo bien remunerado en la Embajada de nuestro país. En teoría dependía de la oficina comercial, pero al final acabó sirviendo como guía gracias a su dominio del castellano.

Rosa Regàs selló su destino

El mismísimo embajador español le pidió hace cerca de 40 años que le mostrará su país a la periodista Rosa Regàs. Eso selló el destino de su vida. Por alguna razón, se le ocurrió mostrarle Salamiya, el pueblo del que proceden sus parientes, y presentarle a los políticos del clan, entre ellos, a un cuñado de Abdul Karim, que proporcionó a la periodista comprometedores documentos.

Imagen de Salamiya, pueblo natal de Aljundi.

Imagen de Salamiya, pueblo natal de Aljundi.

También Raed se relajó y le habló a Regàs de la persecución política a la que la dictadura sometía a su familia. Todos los detalles que proporcionaron a la española terminaron formando parte de un libro. Aunque Raed aparecía con el seudónimo de Adnan, la dictadura fue a por él y comenzó a hostigarlo. Temeroso de ser encarcelado o incluso asesinado, Raed Aljundi hizo las maletas en el 96 para volver a España, en esta ocasión, como refugiado.

Muchos años tuvieron que transcurrir hasta que se atrevió a regresar a Siria. Ésta ha sido desde entonces su patria de adopción, salvo algunos pequeños paréntesis como el de Dubai, durante los que tuvo que viajar fuera para ganar algún dinero extra con el que apoyar a su familia. A partir de 2011, y en vista del desastre de la guerra que devastaba Siria, se puso a la cabeza de algunos comités andaluces de solidaridad con su país, gracias a cuyo trabajo se enviaron hasta Oriente Medio toneladas de ropas y medicamentos.

En los círculos ciberactivistas digitales donde los hermeneutas de la causa siria interpretan los suspiros de los Trump, los Putin y los Erdogan es bien conocida, y casi siempre respetada, la voz de Raed, que es el sirio, el exiliado, aquel joven que vino a estudiar Arquitectura a España a finales de los 70 y que regresó años después huyendo de los Asad y sus halcones, una oligarquía sanguinaria de asesinos despiadados a la que todavía rinden culto algunos líderes españoles de izquierda.

"Me llamaban traidor"

“Te juro que son personas de esos círculos de izquierda seducidos por el régimen las que me hicieron abandonar mis militancias pese a que pertenezco a una familia de políticos donde abundan los comunistas represaliados por el régimen”, dice Raed al comienzo de tres largas conversaciones, de cerca de cuatro horas, que intermitentemente mantendremos a lo largo de dos días. “Yo votaba a Izquierda Unida; después me afilié a Comisiones Obreras y, más tarde, me uní a Corriente Roja. Entendía en aquel momento que proyectaban las ideas más cercanas a mi pensamiento. Hasta que descubrí lo perdido e idiotizado que se hallaba cierto sector de la izquierda y me desconecté de todo aquello. Fíjate que a menudo pronunciaba charlas y me encontraba con gente que me saltaba a la primera para llamarme traidor y decirme que la tiranía de los Asad es el único régimen progresista de Oriente Medio. Lo más incomprensible es que todavía hoy siguen manteniendo esas mismas posiciones, lamentables y vergonzosas”, afirma el hispano-sirio.

"Si son socialistas, ¿por qué privatizaron toda la industria del sector público?"

“Si son socialistas, ¿por qué privatizaron toda la industria del sector público? ¿Cómo es posible que mencionen esa dictadura como paradigma de progresismo si el modelo económico en el que se inspiran es el capitalismo salvaje? ¿Cómo pueden ser los valedores del Gobierno de un país donde no hay sindicatos y donde los trabajadores carecen de derechos? ¿Cómo pueden apoyar a un Estado que reprime brutalmente, asesina, tortura y encarcela a todo conato de disidencia? Aducían también que es el único régimen que apoya a los palestinos. En realidad, lo único que han hecho es dividir a la OLP y crear grupos paralelos que han provocado diferencias irreconciliables. Y por supuesto, el régimen ha sabido jugar inteligentemente esta baza y mantiene relaciones oficiales con estas corrientes españolas de la izquierda. La dictadura suele referirse a sí misma como “República Árabe Socialista de Siria”, aunque nada tenga de socialista. Ese incomprensible apoyo a los genocidas parece tener algo que ver también con el hecho de que tenga a Rusia por aliado para confrontar a los Estados Unidos. Se diría que algunos no se han enterado todavía de la disolución de la URSS y el final de la Guerra fría. Y al final, se han puesto de acuerdo con la extrema derecha, que son los otros grandes apologetas de los Asad. Si se piensa, es grotesco”.

Deprimido y estresado

“Caen mis lágrimas al ver mi pueblo destruido. Esta aldea conserva la memoria de nuestra infancia y nuestra juventud; nuestras primeras aventuras y nuestros primeros amores”, escribía Raed hace algo más de un año al pie de unas fotos de varios edificios destruidos situados en una barriada de los aledaños de su población natal de Salamiya.

"Me fui a Dubai porque allí podía ganar cuatro veces más dinero que en España y socorrer a mi madre, hermanos y mis primos"

"Todo lo que recuerdo ahora es que a partir de 2015 comencé a sentirme estresado y deprimido”, nos confiesa durante una larga conversación, llena de paréntesis, aclaraciones y puntos de fuga emocionales. “No pertenezco a una familia pobre, pero carecíamos de recursos para hacer frente a todos los reveses que la guerra interponía en nuestras vidas. Tuve, primero, que ayudar a mi hermano a cruzar del Líbano a Turquía y, más tarde, de Lesbos a Alemania. Me recuerdo buscando alguna fórmula para mandarles más dinero y animándoles, día y noche; diciéndoles que todo iría bien; sintiéndome completamente roto porque ellos estaban allá, en algún lugar, y yo estaba de este lado, al resguardo de las bombas y los campos de refugiados y toda aquella violencia y aquella miseria. No es fácil expresar lo que uno siente. Me fui a Dubai porque allí podía ganar cuatro veces más dinero que en España, y de ese modo socorrer a mi madre, mis hermanos y mis primos".

"¿Podrías, por favor, decir que el gerente de la empresa sevillana donde trabajé como comercial internacional durante 20 años prometió conservar mi puesto de trabajo si pedía una excedencia y a mi regreso me he encontrado con que me han puesto de patitas en la calle?”. La empresa sevillana a la que Aljundi se refiere es Internacional Hispacold. Su gerente, dice, es bien conocido entre los miembros del Rotary de Sevilla, un club poco comprometido con las miserias del planeta.

La indiferencia europea

Como a la mayoría de los sirios que viven en nuestro país, a Raed Aljundi le perturba la indiferencia con que el grueso de los europeos ignora el dolor de sus compatriotas o, peor todavía, el cinismo con el que algunos justifican sus simpatías por un régimen que ha sembrado de cadáveres su país, con el fin de mantenerse en el poder a cualquier precio.

Se enquistan los conflictos y adquieren la apariencia de un tsunami recurrente o una catástrofe natural y necesaria; se enredan y apelmazan los episodios de armas de estas guerras orientales, como las capas de un hojaldre mohoso a quien nadie quiere darle dos bocados. Se disuelve la dinámica en la causa y a la postre, la muerte es lo que cuenta. Nos repiten a menudo desde Siria que Europa no comprende Oriente Medio, así que los ecos de sus tiranías, sus pozos de petróleo, sus disputas tribales, sus reclamaciones de justicia y sus intercambios de disparos alcanzan el viejo continente como los gritos de una turba oscura en un lóbrego bazar. Se diría que se divierten los sátrapas de Oriente jugando al Back Gammon en la Yazira con sus mezquinos padrinos blancos.

No tiene quien le lea

Siria todavía tiene quien le escriba, pero pasados ya casi ocho años desde el inicio del conflicto, los inventarios de sus muertos acostumbran a confinarse en la sección de breves, junto a la bajamar de las noticias que no consiguen regresar al trending topic.

“El conflicto sirio está aún muy lejos de encontrar su final”

Dicen los americanos estos días que se van y los kurdos del norte gritan “traición” mientras imploran ayuda a los franceses; amenazan con soltar a los yihadis de sus cárceles o, en suma, buscan desesperadamente el modo de zafarse de la (en apariencia) inevitable agresión de esos lobos grises turcos -una manada violenta de reaccionarios, panturianistas, kemalistas y ultranacionalistas- a quienes temen, con razón, como a las hordas del mongol. “¿Qué será lo siguiente?”, le preguntamos a Raed. “¿Cuándo y quién pondrá fin a este conflicto?”. Y Aljundi responde que “el conflicto está aún muy lejos de encontrar su final”.

“Lo que sí se vislumbra de algún modo es el punto en el que las cosas han quedado. A muchos sirios nos asusta, por ejemplo, que Siria se descomponga como tal; nos asustan los cambios demográficos y el modo en que las minorías alauitas y chiíees han ido desplazando a las antaño mayoría sunníes en lugares como Homs o como el centro de Damasco. ¿Qué sucederá cuando esa gente vuelva, si es que en verdad desean volver, y se encuentren con sus casas y sus barrios ocupados? Es cierto que, como dice Trump, el Estado Islámico ha sido derrotado, pero no sólo militarmente. El ISIS, como tal, ha dejado de ser útil para Rusia y el régimen. Los turcos van a intervenir, bien directamente o a través de sus aliados entre las tribus árabes, con quienes ya se ha reunido con vistas a planear su siguiente paso. Claro que dudo de que les dejen invadir todo el norte del país, de una forma masiva. Más bien serán pequeñas aventuras militares como lo de Afrin. Bien calibradas y con vistas a dinamitar el proyecto del PYD y el PKK. A decir verdad, fuera de las zonas controladas por los kurdos, la gente no se ha sentido especialmente inquietada por el anuncio de la retirada de los norteamericanos”.

Asustados por los vivas a Öcalan

“A menudo los occidentales se preguntan cómo pudo desencadenarse toda esta destrucción”, concluye Raed. “En realidad, las protestas comenzaron mucho antes de 2011. A finales de los 80 ya había centenares de presos políticos en las cárceles de Siria. Y no eran sólo los Hermanos Musulmanes. La población civil ya pugnaba por entonces para sacudirse el yugo de la tiranía. Cuando comenzaron las protestas, hace ahora ocho años, el régimen pensó que sería suficiente con enviar de nuevo al Ejército y las fuerzas de seguridad a matar a la población. Eso no sucedió y la bola fue creciendo por acción-reacción, hasta crear el germen del Ejército Libre de Siria, que no era un grupo compacto de opositores, sino un heterogéneo agregado de personas, sin otro proyecto político común que su conocido deseo de tumbar al dictador y a sus aliados", apunta.

"Incluso cuando la guerra termine tendremos un país y una sociedad divididos por el odio y las rencillas"

"El FSA de aquellos tiempos tenía buena pinta. Incluso parecía estar animado por el deseo de secularizar la sociedad y, en todo caso, no tenía los tintes islamistas que posteriormente adquirió. Fue entonces cuando intervinieron los poderes regionales: Turquía, Qatar, Irán o Arabia Saudí. Y cada uno, claro está, intentó imponer junto a sus armas su voluntad y condiciones. Los Asad habían destruido previamente toda la red de partidos políticos y las estructuras de poder que permiten a una sociedad civil saludable organizarse, de modo que toda esa energía, y ese descontento, acabo en parte monopolizado por los islamistas. En honor a la verdad, hay que decir que los kurdos han sido la excepción. Ellos sí han sabido organizarse sin gritar Allahu Akbar, aunque muchos sirios se asustaron cuando oyeron a los liberadores gritando “Viva Abdula Öcalan” en ciudades como Raqqa. ¿Quiere saber lo que de verdad es inquietante? Incluso cuando la guerra termine, y sea cual sea el resultado del conflicto, tendremos un país y una sociedad divididos por el odio y las rencillas”.

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