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Guerra en Siria Turquía y Rusia velan armas en el conflicto de Idlib

La relativamente tranquila jornada del viernes en el campo de batalla sirio no oculta que las relaciones entre Rusia y Turquía están atravesando por unas semanas de gran tensión. La acumulación de tropas en y alrededor de la provincia siria de Idlib es peligrosa porque cualquier incidente podría tener consecuencias imprevistas.

Idlib, Siria
Un motociclista pasa por delante de una columna de vehiculos militares turcos cerca de la ciudad de Idlib. (KHALIL ASHAWI | EFE)

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Después de los intensos combates del jueves, y de las últimas semanas, en la provincia siria de Idlib, en la jornada del viernes disminuyó la tensión significativamente en una indicación de que ninguna de las dos principales partes implicadas, Rusia y Turquía, quiere que la situación se le escape de las manos. Esta mengua de la tensión, sin embargo, no significa ni mucho menos que los problemas se hayan resuelto.

Es evidente que el gobierno de Damasco aspira recuperar la soberanía sobre Idlib cuanto antes y que para ello cuenta con el apoyo de Moscú. Los rusos acusan a los turcos de no haber aplicado los acuerdos de 2018 por los que Ankara se comprometió a separar el poco y endeble trigo que hay (rebeldes moderados) de la mucha paja (yihadistas) que ocupan Idlib, así como a impedir los ataques yihadistas contra las bases rusas en Siria.

Este compromiso, que también contemplaba la retirada de las armas a los yihadistas, no se ha materializado a pesar de que tanto el trigo como la paja están manipulados desde fuera, o precisamente por eso, es decir porque los yihadistas sirven a intereses de las distintas potencias. Sobre el terreno, los yihadistas, especialmente Hayat Tahrir al Sham, donde está lo mejorcito de cada organización yihadista, incluida Al Qaeda, siguen controlando la mayor parte de Idlib.

Una de las ironías de este lío monumental es que el presidente Recep Tayyip Erdogan no quiere que las decenas de miles de yihadistas que operan en Idlib a su libre albedrío y bajo el patrocinio de Turquía se conviertan en "refugiados" y se sumen a los cuatro millones de sirios que ya hay en ese país.

La manera de evitar su éxodo es que continúen en Idlib, de ahí que Erdogan se oponga con firmeza a la ofensiva de Damasco para recuperar la provincia díscola. En resumen, los yihadistas cumplen en Idlib una misión que interesa a Erdogan, pues le son fieles, mientras que su presencia en Turquía le crearía un auténtico quebradero de cabeza.

Probablemente si Turquía hubiera cumplido el acuerdo de 2018 y quitado las armas a los yihadistas, los rebeldes "moderados", que son cuatro gatos mal contados, habrían terminado por sucumbir en unas horas al avance de las tropas sirias, e Idlib habría vuelto al redil de Damasco. En este caso, los yihadistas desarmados habrían huido a Turquía, algo que Erdogan no quiere, de ahí que esté exigiendo que se observe un alto el fuego.

Otra señal de que las relaciones con Rusia se están deteriorando fue la prohibición de Erdogan de que varios aviones militares rusos sobrevolaran el territorio de Turquía en dirección a la base de Hmeimim, en el área de la ciudad siria de Lataquia. El diario Nezavisimaya Gazeta informó el viernes de que el cierre del espacio aéreo turco obligó a varios aviones, incluido uno de transporte de tropas TU-154 y dos cazas supersónicos SU-24M, a volar hasta la base siria a través de Irán e Irak, y no directamente.

Altos funcionarios de Ankara revelaron que Erdogan ha pedido a Washington que le transfiera varias baterías antiaéreas Patriot para desplegarlas cerca de la frontera con Idlib, aunque hasta el viernes los americanos no habían respondido a esta petición. Se trata de una mala idea puesto que un despliegue de esta naturaleza exacerbaría aún más las tensiones con Moscú y cualquier error en el manejo de las baterías podría tener graves consecuencias.

Uno de los sucesos más destacados del jueves fue la intensa contraofensiva de las milicias rebeldes, yihadistas respaldados por Turquía, contra las posiciones que esta semana conquistó el ejército de Damasco en el área de la localidad de Saraqib, una zona desde la que se controla la importante ruta terrestre M4.

Pero esta operación dirigida desde Ankara fue abortada con la ayuda de los rusos, de manera que no hubo que registrar modificaciones sustanciales en el mapa de las fronteras dentro de Idlib. Hubo ataques aéreos que costaron la vida a dos soldados turcos en uno de los controles que los turcos tienen diseminados por el distrito. Ankara acusó al “régimen” sirio de estas muertes, con las que el balance de soldados turcos muertos en Idlib desde el 10 de febrero se eleva a 15.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, un órgano que se alinea con los rebeldes, en los combates murieron al menos 11 soldados sirios y 14 milicianos apoyados por Turquía. Damasco, por su parte, informó de que la reciente ofensiva de sus tropas logró interceptar distintas líneas de abastecimiento de las milicias yihadistas proturcas.

Moscú acusó a Turquía de apoyar la contraofensiva del jueves, que habría sido ejecutada por "organizaciones extremistas", es decir yihadistas, y subrayó que no es la primera vez que esto ocurre. También pidió a Ankara que "deje de apoyar y armar a grupos terroristas". Es una realidad que sobre el terreno, turcos y yihadistas se llevan de rositas. El ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, trató esta vez de quitar hierro al asunto aunque insistió en que los distintos planes de Ankara están listos para ejecutarse cuando Erdogan dé la orden.

Un portavoz del Kremlin indicó que se está preparando una reunión tripartita entre Rusia, Turquía e Irán para abordar la situación, que Moscú y Teherán han estado estudiando conjuntamente sus posiciones y que ahora las tres cancillerías tratan de consensuar una fecha para el encuentro. Los contactos bilaterales celebrados hasta ahora entre Rusia y Turquía no han dado resultados satisfactorios para ninguna de las partes.

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