Este artículo se publicó hace 11 años.
Hollywood descarga toda su artillería de espejos y humo contra WikiLeaks
Carlos Enrique Bayo
La acción es trepidante, pero casi indescifrable; como si se condenase al espectador a aprender criptografía para comprender de qué están hablando los protagonistas. Bueno, prácticamente EL protagonista... que en realidad no es Julian Assange, sino Daniel Domscheit-Berg. ¿Les suena ese nombre?
El quinto poder (The Fifth Estate), que hoy se estrena en España, es un ejercicio cinematográfico de movimiento incesante en torno a gente que teclea furiosamente códigos en portátiles ultramodernos con pantallas de vieja estética Matrix, mientras la cámara se revuelve en círculos concéntricos que deberían impresionarnos y al final sólo marean un poco. Pero, sobre todo, es un elaborado ataque contra la línea de flotación de WikiLeaks para desprestigiar su trabajo con cargas de profundidad tan internas como la versión del referido Daniel (el actor homónimo Daniel Brühl), quien con el sobrenombre Schmidt actuó durante algunos años como su portavoz y después escribió un libro demoledor contra su ex mentor: Inside Wikileaks: My Time With Julian Assange at the World's Most Dangerous Website.
La película retrata a Assange como un "profeta demente" que sufre una "esquizofrenia paranoide"
"El proyecto comenzó poco después de que DreamWorks comprara los derechos del libro" escrito por el verdadero protagonista del film (Daniel), tal como reconoce el dossier de Tripictures, pese a que una y otra vez insiste en que el director (Bill Condon, de La saga Crepúsculo: Amanecer o Dreamgirls) sólo pretende dar "una aproximación" de "un tema en el que casi nunca hay dos personas que estén de acuerdo (...) y del que esta película no intenta ofrecer una conclusión". Pretensión que no le impide retratar a Assange como un "profeta demente" (en el original, "mad prophet") que acaba convenciendo hasta a sus más íntimos seguidores de que padece "una esquizofrenia paranoide".
Pero lo más dañino de la superproducción no es el claro intento de destrucción del Assange. Personaje excelentemente interpretado por Benedict Cumberbatch (Sherlock, Star Trek)... si no fuera porque su papel resulta ser secundario y sólo corresponde a la versión del excolega despechado que se apropia del guión y de la película. Lo verdaderamente pernicioso de esta adaptación sesgada de los hechos es que el espectador se lleva la sensación de que WikiLeaks no es más que un nido de freaks incapaces de comprender que sus actos ponen en peligro de muerte a abnegados luchadores por la libertad.
"Las manos manchadas de sangre"El guión (del afamado Josh Singer, que tan buenísimos nos hizo creer que son los gobernantes de EEUU con su El Ala Oeste de la Casa Blanca) busca convencernos de que, así como el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, los iluminados hackers deseosos de revelar todos los entresijos del poder acaban por perjudicar a los inocentes, sin dar más que un dolor de cabeza que otro a los que gobiernan el mundo. A Assange se le acusa, literalmente, de "tener las manos manchadas de sangre", sin que se haya demostrado ni un solo caso en que sus revelaciones (en concreto, las del Cablegate) hayan costado la vida de alguien. Pero al mismo tiempo se oculta al espectador el contenido de esas mismas filtraciones, que incluyen pruebas irrefutables de que EEUU ha cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad, torturas y matanzas con el resultado de decenas de miles de civiles inocentes muertos.
A esas barbaridades que hemos conocido gracias a WikiLeaks no se les dedica ni un minuto del film, que se alarga en la recreación de la dramática fuga de Libia a Egipto de un confidente de Washington que acaba escapando con su familia del régimen de Gadafi. Para Hollywood, las únicas revelaciones reseñables de la carrera de Assange son las que implican a regímenes tercermundistas dictatoriales o corruptos, cuando pocos de nosotros recordaremos esos hitos cuando los comparemos con las brutales torturas en Irak, Afganistán y Guantánamo cometidas bajo órdenes expresas del Pentágono y la Casa Blanca.
El único crimen de guerra de EEUU desarrollado en el film es el "Asesinato Colateral" filmado desde un helicóptero
El único caso de brutalidad militar estadounidense ampliamente expuesto en la película es el ametrallamiento de dos periodistas de Reuters y otros civiles iraquíes, incluidos niños, desde un helicóptero Apache, en Nuevo Bagdad en julio 2007. Un "Asesinato Colateral" cuyas imágenes en YouTube han sido vistas ya más de 14,3 millones de veces y que difícilmente podría haber sido obviado en el film, puesto que ese vídeo (desvelado en 2010) convirtió a WikiLeaks en el medio más famoso del mundo. Ahora bien, según asegura actualmente WikiLeaks, el famoso Daniel que en la película lleva la batuta de todo ese capítulo, ni siquiera participó en el desarrollo de aquella filtración.
Además, El quinto poder trata ese crimen de forma que aparece como un hecho puntual achacable a unas erradas normas de combate (rules of engagement) y no a la política de exterminio masivo que la US Army aplicó en la guerra de Irak por orden de Bush, Cheney y Rumsfeld... como queda patente en los 391.832 informes militares secretos sobre Irak revelados por WikiLeaks, que la película (¿por qué será?) pasa por alto.
Las relaciones de Assange con los grandes medios de comunicación (The New York Times, The Guardian, Der Spiegel...) que acabaron traicionándolo también son exhibidas sesgadamente, como el forcejeo de íntegros profesionales frente a la temeridad irresponsable de un desequilibrado.
La referencia a Manning es tan fugaz que "si toses, te la pierdes", ironizó 'The Economist' Y ¿qué hay de Bradley (hoy, Chelsea) Manning, el soldado que ha pagado con decenas de años de cárcel por atreverse a revelar horrendos crímenes que permanecen impunes? Como ironizó en su crítica cinematográfica el respetado The Economist, la referencia de la película al personaje más célebre de toda esta historia es tan fugaz que "si usted tose, se la pierde".
La inmensa cantidad de omisiones y tergiversaciones que contiene el film (como la increíble ausencia del verdadero portavoz, Kristinn Hrafnsson, o la supuesta desaparición de WikiLeaks en 2011) es imposible ni siquiera de enumerar en un artículo. Pero el mayor de sus fallos, desde el punto de vista cinematográfico, puede también ser su mayor virtud: muchos de los que salgan del largo largometraje se irán directos a Internet para ver si de verdad entienden algo de todo el embrollo de humo y estética gótico-okupa con el que han tratado de conseguir confundirles sobre lo que de verdad es Wikileaks .
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