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La Intifada de Cachemira

Al menos 55 jóvenes manifestantes han muerto en los enfrentamientos con las fuerzas indias

ELISA RECHE

La juventud de Cachemira hierve. Y recibe balazos de las fuerzas de seguridad indias a cambio de las piedras que arrojan en las múltiples manifestaciones que han desafiado el toque de queda intermitente durante los últimos dos meses. Al menos 55 manifestantes, la mayoría de ellos jóvenes y hasta un niño de sólo 9 años, han perecido desde el pasado junio en enfrentamientos con los soldados y policías indios. India celebró ayer su día nacional y declaró el toque de queda en esta región del norte del país.

'Se trata de una enorme incompetencia administrativa hasta el punto del colapso. Un contingente policial no puede abrir fuego sin más contra los manifestantes y utilizar medidas antiterroristas ante una agitación civil', subraya el director del Instituto para la Gestión de Conflictos, Ajai Sahni.

Srinagar parece un campamento militar, con puestos de control y tanques

Las protestas se remontan al pasado 11 de junio, cuando Tufail Ahmad Mattoo, un joven de 17 años, abandonaba un centro de preparación para estudiar Medicina y fue alcanzado por un bote de gases lacrimógenos. Murió y se convirtió en un mártir. El ciclo de muertes y la respuesta popular se han sucedido una y otra vez desde entonces.

Ni el primer ministro de la región, Omar Abdulá, ni el Gobierno central han sabido hacerse con el control de la situación. Durante la crisis, Abdulá se ha mostrado distante y dispuesto a satisfacer todas las demandas de Nueva Delhi. El ministro indio de Interior, P. Chidambaram, prometió un vago diálogo y argumentó que las fuerzas de seguridad indias habían mostrado 'una gran contención'.

Nueva Delhi señala a Pakistán y a sus militantes como la mano que ha orquestado esta ola de protestas. Pero la reciente llamada a la calma del líder separatista de la Conferencia Hurriyat, Syed Alí Geelani, no consiguió apaciguar a los jóvenes. Continuaron echándose a la calle. 'El ciclo de violencia continuará hasta que no se resuelva la raíz del problema. Lo único que calma la situación es el Ramadán con los rezos y el ayuno', explica el líder de una campaña civil de firmas por la paz, Mazhar Hussain.

La revuelta estalló tras la muerte de un estudiante por un bote de gases

Srinagar parece un campamento militar: puestos de control, tropas patrullando la ciudad, tanques y pequeños cementerios se suceden uno tras otro por sus calles. De pronto, grupos de jóvenes con el rostro cubierto por un pañuelo dan rienda suelta a su furia prendiendo fuego a vehículos y estaciones policiales.

'Existe un enorme descontento entre la población y los jóvenes se sienten muy frustrados. India no nos permite elegir nuestro futuro. Nos encontramos en una prisión, de modo que no pueden esperar que seamos felices', denuncia Nur Baba, profesor de la Universidad de Cachemira. Los grupos de derechos humanos denuncian una ley especial para esta región que otorga amplios poderes a las fuerzas de seguridad para disparar, arrestar y perseguir a insurgentes.

Estudiantes con el rostro cubierto dan rienda suelta a su furia

Las protestas remiten a la época de finales de los ochenta, antes de que se desencadenara el conflicto armado con India y miles de militantes separatistas musulmanes llegaran a la zona. Esa revuelta causó 70.000 muertos. En los últimos años, los episodios de violencia habían casi desaparecido, pero durante los tres últimos veranos las protestas civiles han agitado el valle.

Los jóvenes sufren un elevadísimo desempleo. Sus armas son piedras que arrojan en las manifestaciones, como muestran las imágenes de móviles colgadas en internet. 'Puede volver a haber infiltraciones porque muchos jóvenes están dispuestos a coger un arma', alerta el activista Syad Abdul.

Si el resto de las regiones con mayoría musulmana formaron Pakistán, el maharajá hindú responsable de Cachemira se decantó por India, sembrando la semilla de la ira de la población islámica. Ni las dos guerras libradas entre ambas naciones ni la resolución de la ONU pidiendo la celebración de un referéndum han resuelto el conflicto. Y China se anexionó Aksai Chin.

Según una encuesta del think tank británico Chatham House, entre el 75% y el 95% de los cachemires apuestan por la independencia. Pero como describe el periodista indio M. J. Akbar en Times of India: 'Si los musulmanes cachemires creen que pueden independizarse, entonces no entienden ni a India ni a Pakistán'.

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