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El Estado Islámico perderá Mosul pero no desaparecerá

La batalla por la ciudad iraquí ha comenzado y todo indica que se quedará sin la plaza más importante que ha tenido bajo su férula desde hace más de dos años. Sin embargo, la toma de la urbe no va a acabar con el fenómeno yihadista en Oriente Próximo ni en Occidente.

Combatientes kurdos luchan cerca de Erbil contra el Estado Islámico, que pretende aislar Mosul. / AHMED JALIL (EFE)

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

JERUSALÉN.- La ofensiva que este lunes han lanzado las tropas iraquíes y las milicias kurdas y progubernamentales contra el Estado Islámico indudablemente terminará en los próximos días con la liberación de Mosul, pero con toda seguridad no acabará con el fenómeno yihadista ni en Siria e Irak ni en Occidente.

Se estima que en el área de Mosul hay en estos momentos cerca de 8.000 yihadistas dispuestos a defender la que fue la segunda ciudad más populosa de Irak, solo por de detrás de Bagdad, con dos millones de habitantes cuando la tomó el Estado Islámico hace poco más de dos años, en junio de 2014. Tres meses después, Abu Bakr al Bagdadi proclamó el califato desde una mezquita de Mosul.

Se estima que hoy Mosul posee entre un millón y un millón y medio de habitantes. La ciudad fue durante décadas un crisol de población mixta, concretamente hasta la caída de Saddam Hussein en 2003. Esta mescolanza, que en ese año permitía que el 40% de los iraquíes fueran hijos de matrimonios mixtos suníes y chiíes, ha tendido a desaparecer abruptamente desde el momento en que la religión y el nacionalismo han salido a la superficie y se han convertido en los estandartes más visibles del país.

La ventaja de los sitiadores lo es en cuanto al número de combatientes y en cuanto a la calidad del armamento. Frente a los 8.000 yihadistas encerrados en Mosul y en las poblaciones cercanas, hay alrededor de 60.000 soldados y milicianos kurdos y progubernamentales que están mejor equipados y que disponen del apoyo aéreo de la coalición que lidera Estados Unidos.

Los yihadistas han tenido meses para preparar la defensa de la ciudad. Se asegura que han trufado Mosul, que está a más de 400 kilómetros al norte de Bagdad, de explosivos y que usarán a prisioneros no suníes como escudos humanos.

Los yihadistas han cavado zanjas alrededor de Mosul que han llenado de petróleo para prenderle fuego tan pronto como las tropas iraquíes emprendan el asalto de la ciudad, una técnica militar innovadora pero de alcance limitado puesto que poco podrá hacer contra la aviación americana.

A pesar de esto, los expertos coinciden en que la resistencia del Estado Islámico no se prolongará mucho tiempo debido a la gran diferencia militar entre las dos partes. Algunos expertos prevén que la resistencia se prolongue durante semanas, otros creen que durará meses y otros piensan que en cualquier momento el Estado Islámico colapsará y entregará Mosul sin que se libren grandes batallas.

La lucha contra el Estado Islámico ha apiñado corrientes étnicas y religiosas que hasta ahora discrepaban de casi todo. Un ejemplo son las Unidades de Movilización Popular que agrupan a milicias muy distintas, tanto chiíes como suníes como kurdas. Sin embargo, posiblemente es una unión artificial que desaparecerá tan pronto como desaparezca de la zona el enemigo común del Estado Islámico. Entonces es muy probable que esas corrientes vuelvan a enfrentarse entre sí.

Cuando el ejército iraquí y sus aliados tomen Mosul, el avance de las tropas podrá acelerarse, pero el gobierno del primer ministro chií Haider al Abadi deberá usar una hábil mano izquierda para imponer su autoridad en las zonas predominantemente suníes.

Una parte considerable de la población suní de Mosul se puso del lado de los yihadistas en junio de 2014, cuando el Estado Islámico tomó la ciudad. Esta alianza de los suníes con los yihadistas ha ocurrido también en otros lugares y su origen debe buscarse en gran parte en el sentimiento de discriminación que los suníes sienten con respecto al gobierno chií de Bagdad.

La ofensiva ha comenzado este lunes, cuando al Abadi lo ha anunciado por televisión. Un día antes, el domingo, se lanzaron millares de octavillas sobre Mosul pidiendo a la población que fuera a los refugios ante la inminencia de un ataque. Sin embargo, el lunes los comercios del centro de la ciudad han abierto como cualquier otro día sin que nada indique que la población haya tomado medidas.

La próxima caída de Mosul aliviará un poco la presión pero no acabará con el gran avispero de la zona. Los turcos tienen muchos intereses en la región y estarán contentos de ver que uno de sus enemigos, el Estado Islámico, que Ankara ayudó a crear, desparece de Mosul. Sin embargo, el presidente Recep Tayip Erdogan tendrá que seguir vigilando a los kurdos y a los yihadistas tanto en Siria como en Irak.

Por su parte, los americanos parecen no inmutarse demasiado con una situación regional que ha explotado en varios frentes pero que al mismo tiempo tiene unas consecuencias limitadas en Occidente. El presidente Barack Obama difícilmente se embarcará en aventuras más serias cuando apenas le quedan tres meses en la Casa Blanca.

Acabar con el caos que ha creado en Oriente Próximo la injerencia occidental desde la invasión de Irak en 2003 está lejos de acabar. Obama ha mantenido la misma política que los ideólogos neoconservadores que le precedieron, una política que ha ignorado las consecuencias que podía tener imponer la democracia liberal a la región al precio que fuera. La conquista de Mosul apenas será una gota de agua en el océano del desbarajuste general que impera en la zona.

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