El 7 de octubre de 2023 trastocó la historia de Oriente Medio, sentenció el destino del pueblo palestino y desenmascaró a un Estado, Israel, que, pese a su pasado de iniquidades sobre Gaza y Cisjordania, es todavía considerado en Occidente como un modelo democrático de esa región.
La realidad ha revelado a un país que desprecia el derecho internacional y que pretende rehacer el mapa regional con una estrategia de genocidio. Un país protegido por Estados Unidos y Europa, capaz de culpabilizar y asesinar a la población civil de Gaza, buscar la anexión de los territorios palestinos y combatir a sus enemigos de Hizbulá con la invasión del Líbano.
Un país que pretende anular la amenaza iraní, aunque eso implique una guerra abierta a la que quiere arrastrar a EEUU y poner al mundo al borde de un desabastecimiento energético que superaría con creces los peores efectos de la guerra de Ucrania. Todo ello con total impunidad. En Estados Unidos y muchos otros países europeos se sigue invocando el derecho a la autodefensa, un mantra que utiliza Israel para masacrar a civiles, arrasar ciudades y aplastar los derechos humanos.
Gaza, cementerio de niños
La invasión israelí de Gaza arrasó toda la Franja. Además de los 42.000 muertos, han sido heridos 97.000 palestinos y podría haber otros 10.000 cadáveres entre las ruinas. La mayor parte de los asesinados son mujeres y niños. Al menos 16.000 menores fueron masacrados y hay 21.000 de ellos desaparecidos. "Gaza se ha convertido en un cementerio de niños. Es un infierno para todos los demás", dijo en su momento James Elder, portavoz del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
De los 2,3 millones de habitantes de Gaza, casi dos millones fueron forzados a dejar sus hogares, empujados a campamentos sin agua corriente o electricidad, que después han sido bombardeados una y otra vez. Allí las enfermedades, provocadas por el colapso del sistema sanitario, con los grandes hospitales clausurados o destruidos, se cebaron con toda la población, por lo que el número real de fallecidos podría superar dos o tres veces la cifra anterior, que incluye solo a las víctimas registradas con nombres y cédula de identidad por las autoridades sanitarias palestinas.
Israel también cortó radicalmente el suministro de ayuda humanitaria, apenas deja pasar camiones desde Egipto, no hay medicamentos y la desnutrición afecta a la totalidad de la población infantil y la mayor parte de los adultos.
El Gran Israel, acusado de genocidio
El supremacismo y la bestialidad con que se ha llevado esta "conquista" de Gaza han sido reivindicados por los ministros más extremistas del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que desde un principio han defendido la erradicación palestina de la Franja para permitir su "recolonización" judía y así crear el Gran Israel.
Por todas estas acciones, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el máximo tribunal de Naciones Unidas, estudia la demanda presentada por Sudáfrica contra Israel por genocidio en Gaza. Además, ante la Corte Penal Internacional (CPI) hay una petición de varios países para que se investiguen probables crímenes de guerra y su Fiscalía ha reclamado una orden de detención, por crímenes contra la humanidad, de Netanyahu y el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant.
Sin embargo, no ha habido sanciones internacionales contra el régimen de Netanyahu y la mayor parte de los países que suministraban armas a Israel siguen haciéndolo, sobre todo Estados Unidos y Alemania.
La masacre del 7 de octubre en Israel
El desencadenante inmediato de la crisis, cuyas raíces se hunden hasta la creación del Estado de Israel en 1948, con los primeros desplazamientos forzosos y la violación de los derechos de la población palestina durante décadas, fue la incursión terrorista perpetrada por el grupo islamista palestino Hamás el 7 de octubre de 2023.
Miles de milicianos de Hamás asaltaron, violaron, torturaron y asesinaron a 1.200 israelíes y ciudadanos de otros países en territorio israelí en unas horas de horror que marcarán a varias generaciones y que fueron aprovechadas por su cúpula gobernante para acometer la limpieza de palestinos de Gaza. Netanyahu ordenó el bombardeo de la Franja con una brutalidad que anticipaba el infierno que desataría la posterior invasión. Y eludió explicar los fallos increíbles de seguridad que permitieron el ataque de Hamás en Israel.
Un año después se sospecha que esos servicios de seguridad, con la connivencia de Netanyahu y el Ejército, pudieron haber minusvalorado, en el mejor de los casos, o directamente permitido, en el peor, la acción de Hamás para justificar la ofensiva sobre Gaza. Irán también aparece bajo este escrutinio, pues Hamás, pese a su adscripción sunní, era subvencionado con dinero iraní a través de Hizbulá. Teherán pudo haber promovido la crisis en Gaza para desviar la atención de Washington y contener en una guerra colateral a Israel.
Un año después de poco parece haber servido. Irán aparece como el próximo objetivo de Israel y las posibilidades de que se desate una guerra regional a gran escala son muy altas.
Los rehenes manipulados por Netanyahu
El 7 de octubre, los milicianos de Hamás tomaron 251 rehenes. De ellos, 105 fueron liberados, la mayor parte en la tregua de siete días que en noviembre acordaron los contendientes presionados por los mediadores de Estados Unidos, Catar y Egipto. Después hubo algunos cautivos, muy pocos, liberados por los soldados israelíes; otros, media docena, fueron asesinados antes de poder ser rescatados; algunos cayeron bajo las bombas de sus propios compatriotas y se cree que aún permanecen secuestrados 97 de ellos. Según las propias autoridades israelíes, 35 de esos cautivos estarían ya muertos.
Solo quedarían con vida 62 rehenes, custodiados en algún túnel o piso por milicianos de Hamás. Las familias de los secuestrados han presionado para que se alcance una nueva tregua que libere al resto de los rehenes. Una acción inútil. Esos cautivos son la garantía de Netanyahu para continuar la guerra y seguir en el poder. Por eso, el primer ministro ha dinamitado todos y cada uno de los esfuerzos mediadores.
También fue Netanyahu quien boicoteó la reciente propuesta de una tregua de 21 días presentada por EEUU y Francia para detener la confrontación entre Israel y las milicias proiraníes de Hizbulá, así como parar la invasión israelí del Líbano, donde tiene lugar este enfrentamiento.
La quinta invasión del Líbano
Desde que comenzó la ofensiva de Gaza, Hizbulá, milicia chií que domina buena parte de la vida política libanesa, declaró la guerra a Israel y comenzó a acosar a las fuerzas israelíes con cohetes lanzados desde el sur y este del Líbano. También lo hicieron los rebeldes hutíes de Yemen, desde donde han atacado barcos que cruzaban el mar Rojo y disparado misiles contra el propio Israel. Tanto los hutíes como Hamás y Hizbulá pertenecen al llamado Eje de Resistencia, un conglomerado de movimientos islamistas, la mayoría de credo chií, violentamente antiisraelíes y aliados de Irán, que los abastece con dinero y armas.
Así, una vez que el Ejército israelí arrasó Gaza, entonces dirigió sus tanques y aviones hacia el vecino del norte, precedido de una acción de su inteligencia que eliminó a miles de dirigentes de Hizbulá haciendo detonar sus dispositivos de telecomunicación móviles por control remoto.
El incremento de tensión en el Líbano había sido precedido por asesinatos selectivos cometidos por Israel en territorio libanés, sirio e iraní. Así, el 31 de julio, acabó en Teherán con la vida del líder máximo de Hamás, Ismail Haniyeh. Y el 27 de septiembre, un bombardeo israelí en el sur de Beirut mató al dirigente supremo de Hizbulá, Hasán Nasralá. Este asesinato fue la llamada a la invasión israelí del Líbano. Después de intensos bombardeos, las fuerzas armadas israelíes entraron en el sur de este país el 1 de octubre y allí empezó una guerra contra las guerrillas de Hizbulá.
De momento, los ataques israelíes en el Líbano han dejado 2.000 muertos, cerca de 10.000 heridos y 1,2 millones de desplazados de una población total de 5,5 millones de libaneses.
El factor iraní y la reconfiguración de Oriente Medio
Al tiempo ha ido creciendo la tensión entre Irán e Israel. Además de los asesinatos de líderes aliados, los ataques contra altos mandos iraníes y la respuesta de Teherán ya habían llevado a Irán e Israel al borde de la guerra abierta. El 14 de abril Irán lanzó un bombardeo masivo contra Israel y aunque el ataque fue avisado, con su consiguiente interceptación por aviones estadounidenses y las defensas israelíes, fue una bofetada para Netanyahu. Éste ordenó un contraataque contra infraestructuras iraníes que tampoco tuvo mayores consecuencias.
Como represalia por el asesinato de Haniyeh y Nasrala, el martes pasado Irán lanzó un nuevo bombardeo contra Israel con 181 misiles balísticos. La mayoría fueron interceptados, pero el momento era diferente. Netanyahu desveló que uno de sus objetivos es descabezar la cúpula de poder iraní, liderada por el ayatolá Alí Jameneí. Se espera una nueva respuesta israelí, que cuenta además con el apoyo de Estados Unidos, un país al que una guerra con Irán no le vendría nada bien a menos de un mes de sus elecciones presidenciales.
Pero si Netanyahu está intentando rehacer ese mapa de Oriente Medio, Washington no se quedará atrás. Participará en esa ofensiva y apostará también por un cambio en la dirección de Irán. Una apuesta arriesgada, teniendo en cuenta la amistad de Teherán con Moscú y Pekín, que no estarán dispuestos a que EEUU acabe controlando el petróleo y el gas allí producidos.
En una alocución este domingo, Netanyahu reconoció ese objetivo de reordenar Oriente Medio. "Hace un año sufrimos un golpe terrible. En los últimos doce meses estamos cambiando la realidad de un extremo al otro. El mundo entero se ríe de los golpes que dais a nuestros enemigos y yo os saludo y os digo: sois la generación de la victoria", afirmó.
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