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Israel Las promesas que Netanyahu y Gantz deberán romper para formar un Gobierno de coalición

Benjamín Netanyahu recibió este miércoles el encargo de formar gobierno. Dispone de 28 días para negociar una gran coalición con Benny Gantz, el líder de Azul y Blanco. Los programas de uno y otro no están demasiado alejados, pero para lograr un acuerdo rotatorio deberán renunciar a promesas que han realizado durante la campaña. En caso contrario volverán a celebrarse elecciones.

Netanyahu y Gantz en un debate electoral. / REUTERS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

El primer encuentro entre Benjamín Netanyahu y Benny Gantz, celebrado el lunes en la residencia del presidente Reuven Rivlin, terminó sin fumata blanca, de manera que Rivlin convocó este miércoles a los dos políticos, y al término del encuentro encargó a Netanyahu la formación de un nuevo gobierno. Las diferencias entre ambos son escasas en lo sustancial, aunque no desdeñables, y significativas en lo formal, y un acuerdo no parece inminente.

Un ejemplo: Netanyahu desea que el próximo gobierno sea paritario en cuanto al número de carteras y que tanto él como Gantz dispongan de derecho a veto en cualquier cuestión que aborde el ejecutivo. Eso garantiza que las políticas de una hipotética gran coalición no variarán significativamente de las que Netanyahu ha dictado durante la última década.

Netanyahu quiere, además, que formen parte del gobierno ministros de todos los partidos ultranacionalistas y ultraortodoxos que le apoyan. Aspira a conservar el soporte de esos partidos puesto que nadie sabe si será preciso convocar pronto unas terceras elecciones consecutivas, y porque esos partidos han sido el sustento de las políticas del Likud durante diez años, asegurándose así que no habrá cambios importantes si entran en el gobierno.

Benny Gantz quiere discutir aspectos más sustanciales del programa, pero esto no será posible si antes Netanyahu no obtiene garantías en el sentido de que el gobierno no será operativo en ninguno de los frentes que teóricamente podría ser operativo con Gantz. Por ejemplo, Gantz quiere que haya matrimonios civiles y descargar el país del peso religioso en otras cuestiones, como el transporte público durante el shabat.

Se trata de cuestiones que en cualquier país occidental serían secundarias y que no deberían tener un peso específico tan alto en la política del nuevo gobierno, pero para los aliados ultrarreligiosos son aspectos inaceptables porque modificarían el statu quo en vigor desde el establecimiento del estado en 1948.

En el programa de Azul y Blanco figura un notable número de compromisos en el tema de la religión y el estado. Gantz quiere incrementar el número de estudiantes rabínicos que realizan el servicio militar, que el currículum de las escuelas religiosas incluya materias como las matemáticas y el inglés, y que se amplíe el número de licencias para los comercios que abren en shabat. Todo esto es totalmente inaceptable para los aliados de Netanyahu.

Gantz quiere incrementar el número de estudiantes rabínicos que realizan el servicio militar

Dentro de la formación Azul y Blanco existe una importante corriente que exige a Gantz que solo participe en las negociaciones cuando él sea el candidato oficial a primer ministro, puesto que de otra manera Azul y Blanco se convertiría en un mero comparsa de Netanyahu, y perdería cualquier capacidad real de maniobra. Los dos precandidatos tienen argumentos para defender su aspiración a convertirse en el primer jefe de gobierno. La formación de Gantz obtuvo dos escaños más que el Likud, pero Netanyahu obtuvo un escaño más en las recomendaciones que los distintos partidos presentaron al presidente Rivlin.

Existe, además, una cuestión central sobre la que ninguno de los dos quiere hablar en público: la implicación en varios casos de corrupción que afecta a Netanyahu, quien el 2 de octubre tendrá una audiencia final con la justicia, el último trámite antes de que el abogado del estado, Avichai Mendelblit, con toda seguridad, recomiende oficialmente su procesamiento.

Esta situación hace que Netanyahu quiera ser jefe de gobierno en primer lugar durante dos años, puesto que en ese caso no debería dimitir, mientras que si es un simple ministro se le obligaría a renunciar. Es una cuestión delicada ya que numerosos diputados de Azul y Blanco, empezando por Yair Lapid, consideran que no ha lugar para que un político imputado sea jefe de gobierno.

La única posibilidad de evitar las terceras elecciones es que Azul y Blanco y el Likud alcancen un acuerdo, dado que el partido bisagra de Avigdor Lieberman, Israel es Nuestra Casa, afirma por activa y por pasiva que no cederá sus ocho parlamentarios clave a ninguno de los dos líderes por separado, insistiendo en que la única salida pasa por una coalición entre los dos grandes que incluya el partido de Lieberman.

La figura de Netanyahu es polémica para muchos israelíes, especialmente para los líderes de la oposición. La circunstancia de su próxima imputación agrava su situación, pero dentro del Likud están buscando “soluciones imaginativas”. Un político de este partido, David Bitan, ha propuesto que Netanyahu sea primer ministro durante un año, que luego Gantz ocupe el cargo dos años, y que el último año lo desempeñe Netanyahu u otro político del Likud en función de la situación legal de Netanyahu.

Si los dos líderes pasan a discutir asuntos más concretos, lo más posible es que la negociación se complique todavía más. El mismo reparto de las carteras no será una cuestión banal. Dentro de la coalición que apoya a Netanyahu hay ministros extremistas, como el ultranacionalista y ultrarreligioso Bezalel Smotrich, que ambiciona desempeñar la cartera de Educación. Otros líderes de la extrema derecha también tienen aspiraciones grandiosas que a Gantz le resultará difícil aceptar.

El contexto no puede ser más claro: o bien Netanyahu y/o Gantz renuncian a parte de sus promesas, o no habrá gran coalición y se irá directamente a unas terceras elecciones. Por delante quedan varias semanas complicadas de discusiones y negociaciones antes de recurrir de nuevo a las urnas.

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