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Israel Tres ataques palestinos dejan once muertos y desafían al primer ministro israelí

Los tres atentados de la última semana han desbordado a los servicios de inteligencia israelíes. Con un total de once víctimas mortales, este sarpullido, que no se ha atribuido ninguna organización palestina, es el más grave de los últimos años y presagia un incremento de la violencia a corto plazo. A su vez constituye el mayor desafío a que se enfrenta el primer ministro Naftalí Bennett.

30/03/2022
La policía israelita durante unas protestas en Jerusalén, a 21/01/2022. Ilia Yefimovich / Europa Press

Los once muertos en tres atentados ocurridos en Israel durante la última semana llegan en un mal momento para el Gobierno de Naftalí Bennett, de quien se espera que actúe de manera decidida y contundente antes de que la violencia adquiera un tinte endémico que desestabilice el precario ejecutivo que se formó la primavera pasada.

El último atentado, en la localidad de Bnei Brak, junto a Tel Aviv, se cobró el martes cinco vidas, que se suman a los dos muertos del domingo en Hadera, en el centro del país, y a los cuatro muertos de hace una semana en Bersheba, al sur de Israel. Hacía bastantes años que este país no sufría una oleada como esta.

Los dos primeros atentados fueron cometidos por árabes israelíes, el primero por un beduino del Neguev y el segundo por dos vecinos de la localidad de Um al Fahm, en la Galilea, todos ellos con vínculos islamistas. El del martes, en cambio, se atribuyó a un palestino del norte de la Cisjordania ocupada que con anterioridad militó en Fatah, el partido del presidente Mahmud Abás, aunque más recientemente tenía vínculos con islamistas.

Abás solo condenó el atentado después de que tanto Israel como Estados Unidos le presionaran para que lo hiciera. Se trata de una condena que no les satisface a los palestinos dadas las circunstancias reinantes: una brutal ocupación militar, una expansión diaria de las colonias judías, un goteo constante de palestinos muertos a manos del ejército, demoliciones de viviendas y continuadas expulsiones de palestinos, especialmente en Jerusalén.

Mahmud Abás, ha condenado los actos tras la presión de Israel y EEUU

Estas circunstancias, sin embargo, no merecen la condena ni de Israel ni de EEUU, ni por supuesto tampoco de Europa. El derecho internacional y las resoluciones de la ONU se violan a diario sin que la comunidad internacional tenga nada que decir, a diferencia de lo que ocurre estos días con Rusia, donde Occidente está actuando con una sola voz a las órdenes de Washington.

Los atentados representan para Israel una incomodidad manifiesta justamente en un momento en que lleva a cabo una intensa actividad diplomática en la región y más allá que está convirtiendo a Israel en la indiscutible potencia hegemónica en Oriente Próximo con la bendición de Washington y Europa.

Los atentados recuerdan a Israel y a la comunidad internacional que existe un problema de grandes proporciones derivado de la ocupación militar que Israel orilla en todo momento. Coincidiendo con el atentado del martes en Hadera, se celebró en el Neguev una cumbre con la participación de varios ministros de Exteriores árabes y del secretario de Estado Antony Blinken.

Solo Blinken y el ministro egipcio se refirieron a la cuestión palestina, de pasada y sin demasiada convicción, lo que está en la línea de la actitud cada vez más lejana de los mandatarios europeos que han perdido totalmente la vergüenza y ya no se refieren al conflicto sino en ocasiones muy contadas y sin trascendencia.

La mayor parte del mandato de Bennett ha transcurrido en calma desde el punto de la seguridad. Durante meses apenas ha habido violencia de los palestinos y la expansión colonial se ha desarrollado a buen ritmo. No obstante, la última semana ha traído incidencias que no se veían desde hace bastantes años.

De repente el problema empieza a acosar al primer ministro. Dos de los tres atentados han sido cometidos por árabes israelíes, una circunstancia agravante a los ojos de la población judía, pero que pone el foco sobre la solidaridad de un gran número de árabes israelíes con sus hermanos palestinos, algo que a Israel no le gusta oír.

Bennett y su Gobierno están maniobrando para que el ramadán sea tranquilo y no rebose la violencia

Por lo menos, la Franja de Gaza está tranquila, aunque el inicio esta semana del mes de ramadán podría soliviantar los ánimos. Bennett y su Gobierno están maniobrando para que el ramadán sea tranquilo y no rebose la violencia, tanto en Jerusalén oriental como en el resto de Cisjordania y Gaza. Sin embargo, no existen garantías de que el ramadán vaya a desarrollarse en calma, ni de que la violencia no se derrame dentro de Israel.

Se ha de tener en cuenta que cada día entran decenas de miles de obreros palestinos que trabajan en la construcción y en otros sectores donde los sueldos son mínimos. Desde el punto de vista de los responsables de la seguridad, todos estos obreros son terroristas potenciales y es muy difícil controlarlos, especialmente si se tiene en cuenta que hay decenas de puntos por los que a diario se infiltran clandestinamente desde Cisjordania.

Los recientes atentados sugieren que Bennett tiene que hacer algo, pero no está claro qué es lo que tiene que hacer. Como señala un analista del Canal 12, no hay "soluciones mágicas", y esto es más evidente si consideramos que bajo ninguna condición Bennett o cualquier otro líder israelí va a ordenar la evacuación del ejército y de los cientos de miles de colonos judíos que hay en Cisjordania y en el Golán sirio.

Otro agravante no menor es que Bennett no tiene ninguna dirección concreta a la que dirigirse para responsabilizar a alguien de los atentados. Parece que los autores de los tres ataques han actuado por libre y no obedeciendo órdenes de un grupo específico, lo que limita las posibles respuestas del ejército.

Esto hace que los atentados se hayan convertido en el mayor desafío a que Bennett tiene que hacer frente desde que juró el cargo de primer ministro, especialmente si se considera que no parece una escalada organizada, sino más bien espontánea, y que por lo tanto es más difícil de controlar por los órganos de la seguridad y los militares.

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