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Los israelíes votan hoy entre la continuidad de Netanyahu o el laborista Herzog

En el país existe una visible sensación de estancamiento, pero eso no garantiza que el recuento de las papeletas conduzca a un cambio sensible en la política interior y exterior de Israel.

Un cartel giratorio con las fotos de Herzog y Netanyahu en Tel Aviv. / EFE

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

JERUSALÉN.- Los israelíes acuden este martes a las urnas para revalidar la continuidad de la derecha liderada por el Likud de Benjamín Netanyahu o elegir al centro-izquierda de la Unión Sionista liderada por el laborista Yitzhak Herzog. Las últimas elecciones, celebradas hace apenas dos años, no supusieron ningún cambio en la política interior o exterior de Israel.

Aunque la mayoría de los sondeos dan la victoria a la Unión Sionista con alrededor de 25 escaños y una ventaja de cuatro o cinco sobre el Likud, esto no significa que el próximo gobierno vaya a estar presidido por Herzog, puesto que los mismos sondeos atribuyen al bloque de la derecha y los religiosos una mayoría relativamente holgada en la Kneset, donde hay 120 asientos.

Los colegios electorales permanecerán abiertos entre las 7 de la mañana y las 10 de la noche (una hora menos en España) y a partir de entonces se procederá al escrutinio de las papeletas. En los comicios de 2013 la participación fue del 67,7% y se espera que esta vez no se aleje mucho de ese porcentaje.

Netanyahu inició la campaña con el discurso del miedo, haciendo hincapié en los asuntos de seguridad e incluso se dirigió el 4 de marzo al Congreso y el Senado de Estados Unidos con un belicoso discurso contra Irán que arrancó un sinfín de ovaciones cerradas y contó con la clamorosa ausencia del presidente, Barack Obama.
El centro izquierda, por el contrario, ha vinculado la campaña a los problemas económicos que sufre el israelí medio y que durante los mandatos de Netanyahu se han agravado. El buque insignia del programa social de la oposición ha sido la carestía de la vida y sobre todo el precio de la vivienda, que se ha disparado en los últimos años.

El conflicto con los palestinos solo se ha esbozado hacia el final de la campaña y muestra que ni la derecha ni el centro-izquierda tienen un interés real en resolverlo. En realidad, la solución al conflicto, cada vez más enquistado, pasa por una fuerte presión de la comunidad internacional, especialmente de la Unión Europea, algo que no figura en el orden del día.

“De los primeros treinta candidatos del Likud, veinte han declarado que están en contra del Estado palestino, ocho no se han pronunciado y solo dos, Avi Dichter y Yoav Kish, están a favor”, explica el veterano publicista Motti Morell. De hecho, en la tarde de ayer Netanyahu confirmó que si es reelegido no habrá Estado palestino.

Netanyahu ha tratado por todos los medios que la campaña girase en torno a cuestiones de seguridad para beneficiarse de la situación que se da en esos casos, pues la popularidad del primer ministro crece exponencialmente cuando se dan conflictos de seguridad mientras que cuando éstos desaparecen, la atención de la gente se dirige hacia los problemas cotidianos.

En cuanto el centro-izquierda, sus dos principales líderes, Herzog y Tzipi Livni, han pasado de puntillas por todo lo relacionado con el conflicto con los palestinos y es muy dudoso que, en el hipotético caso de que consigan formar una coalición de gobierno, cuenten con el respaldo necesario para avanzar en esa dirección.

Herzog ha acusado a Netanyahu de llevar el país al “aislamiento” internacional y de que Europa lo vea como un político “débil” e incapaz de salvar la imagen de Israel. Herzog, que al principio de la campaña aparecía como un político simple y exento de carisma, ha conseguido en pocas semanas desembarazarse de esa imagen, al menos en cierta medida, y ya no suscita el antagonismo de hace unos meses.

“Aunque en Israel nadie quiere hablar de etnias, el concepto étnico está muy presente y es dominante en la sociedad. Los judíos orientales votan al Likud, aunque los líderes del Likud son asquenazis, mientras que los judíos asquenazis votan a los laboristas y a Yair Lapid (del partido Hay un Futuro). Aquí nadie habla de este tema pero la división política por etnias es un concepto esencial en este país”, explica Morell.

Una posibilidad que está sobre la mesa es la de un gobierno de unidad entre el Likud y la Unión Sionista. Netanyahu lo ha rechazado durante la campaña pero esa posibilidad no se puede descartar, aunque hoy parezca difícil. El mismo Netanyahu podría argumentar en los próximos días que los votantes así lo han querido y aceptar una rotación con Herzog repartiéndose cada uno la mitad de los cuatro años de la legislatura.

En cualquier caso, el gobierno de unidad sería muy negativo para el conflicto palestino puesto que en el Likud prácticamente nadie habla de una solución de dos Estados. Además, es muy probable que un gobierno de unidad mantuviera el permanente punto muerto de la Unión Europea con respecto a ese problema.
“Todos los gobiernos de unidad que ha habido hasta ahora en Israel desde la guerra de 1967 han producido una parálisis política, incluido en el conflicto con los palestinos, y esta es una posibilidad que vuelve a estar ahí”, comenta Asher Davidi, profesor de historia en la Universidad de Tel Aviv y miembro del Partido Comunista de Israel.

“Durante la campaña, Herzog ha hablado de la indivisibilidad de Jerusalén, de mantener los bloques de asentamientos o de que la operación contra Gaza del verano pasado no fue lo suficientemente dura, y esto muestra que el laborismo se ha vuelto más de derechas”, añade Davidi.

Para fomentar la participación, el gobierno ha llevado a cabo una costosa campaña publicitaria en los medios públicos y privados sin precedentes en elecciones anteriores. Los analistas del Likud creen que una abstención por encima de lo esperado redundaría en beneficio del centro-izquierda mientras que una participación más alta beneficiaría al Likud y a la derecha.

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