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Karzai reivindica su apuesta por la paz en el entierro de Rabbani

Kabul atribuye el asesinato a los grupos talibanes paquistaníes

FAWAD PEIKAR

Los principales líderes afganos dieron ayer su adiós en Kabul al expresidente Burha-nudín Rabbani, asesinado por un terrorista suicida. En el funeral, el actual presidente, Hamid Karzai, volvió a refrendar su apuesta por la paz.

Al palacio presidencial afgano se acercaron miles de personas para homenajear al fallecido, asesinado el pasado martes por un terrorista suicida que acudió a su domicilio con el pretexto de entregarle un mensaje de paz proveniente de la cúpula talibán.

'Llevaba la bandera de la paz. Su muerte deja un vacío', dice el presidente afgano

'La sangre de las víctimas de la libertad nos obliga a proseguir el esfuerzo por la paz', dijo en una breve alocución Karzai, flanqueado por sus dos vicepresidentes. 'Nuestra responsabilidad es actuar contra quienes son enemigos de la paz', añadió el mandatario, en referencia a la insurgencia talibán.

Rabbani, un antiguo muyahidín con participación directa en las guerras civiles que ha sufrido el país, dirigía desde el año pasado, a petición de Karzai, el Consejo de la Paz encargado de negociar con los talibanes. 'Igual que antes había llevado en su mano la bandera de la lucha y la resistencia, ahora Rabbani llevaba la bandera de la paz y la estabilidad en el país. Su muerte deja un vacío', lamentó un Karzai visiblemente apenado.

Al acto fúnebre, en la mezquita del palacio, acudieron representantes de países vecinos, como Tayikistán, Irán y Pakistán, y los principales ministros del Ejecutivo nacional.

La desaparición de Rabbani puede generar conflictos étnicos en el país

La Guardia Presidencial trasladó el ataúd de Rabbani, envuelto en la bandera afgana, a una colina cercana donde fue enterrado. Un millar de personas acudieron al sepelio, entre ellas el excandidato presidencial Abdulá Abdulá, que observaba el ataúd entre lágrimas mientras sus fieles se esforzaban por tocarlo entre gritos e intentos de la Policía por controlar a la multitud.

El Gobierno afgano ha declarado tres días de luto oficial por la muerte de Rabbani, que según los analistas ha supuesto un golpe letal para las expectativas de hallar una solución negociada con los talibanes, ante la salida del país de las tropas internacionales, que finalizará en 2014.

Los servicios de inteligencia afganos han acusado del asesinato al Consejo que los talibanes tienen en la ciudad paquistaní de Quetta, aunque los insurgentes no se han atribuido por el momento el atentado.

Según testigos y fuentes de la investigación, el asesino, llamado Esmatulá, se presentó ante los oficiales del Consejo de Paz con una carta procedente de la cúpula talibán y una petición para reunirse con Rabbani y trasladarle un mensaje de paz. Tras ser recibido en su domicilio por varios oficiales del Consejo de Paz, Esmatulá se acercó al expresidente, recién llegado de Dubai, para saludarlo y en ese momento hizo detonar una carga explosiva que llevaba oculta en su turbante.

La violencia se ha recrudecido en Afganistán en los últimos tres años. La muerte de Rabbani ha levantado de nuevo voces críticas que consideran que los talibanes avanzan en el campo de batalla y no están interesados en negociar la paz. A la incertidumbre sobre el éxito del proceso de reconciliación política se une la preocupación por la posibilidad de que el misterioso crimen dispare el encono étnico en el rompecabezas tribal afgano.

Rabbani, que fue presidente de Afganistán de 1992 a 1996, era uno de los principales líderes de la comunidad tayika, originaria del norte del país y rival tradicional de la etnia pastún, de la que se nutre el movimiento talibán.

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