Este artículo se publicó hace 17 años.
Kenia celebra en paz sus elecciones más reñidas
Por primera vez, un presidente en el cargo podría recibir la patada del electorado.
En un ambiente de paz, Kenia celebró ayer las elecciones más abiertas y reñidas de su historia desde la independencia, para decidir entre el continuismo que representa el presidente Mwai Kibabi y el cambio que dice abanderar el opositor Raila Odinga.
Catorce millones de electores, en un país con una población de 36 millones, estaban llamados a las urnas para elegir a su presidente y a 210 diputados del Parlamento.
La reñidísima campaña había hecho temer que se produjeran incidentes. Lo mismo ocurrió en las dos últimas citas electorales, pero los vaticinios no se cumplieron entonces y tampoco lo hicieron ayer.
En una región asolada por los conflictos y donde los procesos electorales de países vecinos se han quedado muy lejos de ser transparentes, los kenianos volvieron a dar un ejemplo acudiendo masivamente a los centros electorales y esperando colas kilométricas que empezaron a formarse desde la madrugada para poder votar.
El ejercicio fue vigilado por 60.000 policías, y presenciado por más de 20.000 observadores electorales loca-les e internacionales. En una primera valoración, el jefe de la misión de observadores electorales de la Unión Europea, Alexander Graf Lambsdorff, declaró a Efe que la votación fue "muy limpia, ordenada y pacífica", salvo "algunos casos muy aislados" y "algunas irregularidades".
No obstante, la madurez democrática observada el día de la votación pasará su mayor prueba en las jornadas posteriores, en la transparencia del escrutinio y en la aceptación de los resultados, sobre todo por parte de los perdedores. El peor escenario sería una victoria muy ajustada de Kibaki con dudas sobre la tergiversación del voto.
Si la gente se siente engañada, saldrá a lacalle a protestar. Sondeos muy ajustadosTodos los sondeos publicados desde septiembre, a excepción de uno, daban a Odinga como ganador, pero por muy poca diferencia. El sondeo de Gallup daba sólo un punto de diferencia a favor de Kibaki.
Si Kibaki pierde, sería la primera vez que un presidente todavía en el cargo es despedido por la población mediante el voto. Desde que se instauró el multipartidismo en 1991, el partido del ex presidente Daniel Arap Moi ganó todas las elecciones -en medio de acusaciones de fraude- y sólo perdió en 2002, cuando Moi ya no podía presentarse.
Que el electorado de la patada a Kibaki es un escenario nada descartable. Desde que por primera vez votaron con niveles decentes de libertad y transparencia en 2002, logrando echar del poder al partido que lo había tenido durante 39 años, la población le ha tomado gusto a expresarse mediante el voto.
Hace cinco años, la euforia se apoderó de las calles del país cuando Kibaki ganó las elecciones. África asistió así a un raro ejemplo de transición pacífica a la democracia, con Daniel Arap Moi abandonando el poder cuando le tocaba.
Sin embargo, Kibaki incumplió muchas de sus promesas. Como candidato prometió reemplazar en 100 días la caduca Constitución de la independencia por otra que rebajara los poderes del presidente. Cuando se hizo presidente, se olvidó. La población le castigó en las urnas rechazando la Constitución que consagraba la omnipotencia presidencial.
Ahora, si hay empate técnico, la clave de la gobernabilidad podría estar en el tercer candidato más apoyado. Se trata de Kalonzo Musyoka, el ex brillante ministro de Asuntos Exteriores de 52 años.
PERFILES CANDIDATOS
Mejor que antes no basta: Mwai Kibaki, 76 años, presidente de Kenia, elegido en 2002.
Mwai Kibaki es tranquilo, sosegado, y tiene cara de buena persona. Pertenece a la tribu más numerosa del país, la kikuyu, pero predica la tolerancia y felicita las fiestas a indios, musulmanes y cristianos por igual. Durante sus cinco años de mandato, la economía ha crecido al 5% (frente al 0,6% en 2002). Ha cumplido su promesa de hacer gratuita para todos la educación primaria y, salvo varios ataques aislados, la libertad de expresión ha mejorado muchísimo. Pero además de no cumplir su gran promesa de reformar la Constitución para quitarle poder al presidente, a Kibaki le echan en cara que no haya logrado más en la lucha contra la corrupción. Ahora se roba algo menos –Kenia ya no es el sexto país más corrupto del mundo– y algunos hasta devuelven el dinero anónimamente cuando sale a la luz un escándalo. Para muchos, es insuficiente.
De comodín a alternativa Raila Odinga, 62 años, líder del Movimiento Democrático Naranja.
Raila Odinga pertenece a la segunda tribu más numerosa del país, los luo, que nunca han llegado a la presidencia. Es abierto, de risa socarrona y adora el protagonismo. No en vano, viene de una familia mítica en la política keniana. Su padre, Jaramogi Odinga, fue vicepresidente pero luego pasó ocho años detenido sin cargos, lo que le convirtió en mito. A lo largo de su vida, Raila se ha asociado con todos. Fue ministro de Arap Moi, le dejó para aliarse con Kibaki, y luego dejó a Kibaki. Le apodan el “hacedor de reyes” porque siempre ha sido el comodín que aporta los necesarios votos luo al ganador. Esta vez, Raila decidió jugársela solo. Promete ser distinto, no jugar la carta del tribalismo, sino asegurar un reparto equitativo de los recursos. Pero él mismo, diputado por la barriada de chabolas de Kibera, conduce el carísimo Hummer. Alega que se lo regalaron.
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