Este artículo se publicó hace 13 años.
Nada menos que educación digna
El movimiento estudiantil chileno ha trascendido clases sociales e intereses particulares
Lo que está sucediendo en Chile es importante. El movimiento estudiantil ha conseguido sumar a una mayoría amplia y diversa que no está pidiendo favores sino reclamando derechos largamente postergados. Los líderes del movimiento han sabido transmitir un mensaje simple y verdadero. Porque el problema es, para cualquier chileno, evidente. Y urgente. Lo que se pide es que el Estado se haga realmente cargo de la educación. Lo que se pide es una educación digna, nada más. Y nada menos.
El Gobierno ha insistido en desprestigiar a los líderes, en tildarlos de irresponsables, de intransigentes. "No nos va a doblar la mano una manga de inútiles subversivos", dijo hace unos días Carlos Larraín, un senador oficialista famoso por sus desplantes. Esa prepotencia es habitual en la derecha chilena. Están desesperados, no entienden lo que pasa. Hasta hace unos meses Piñera creía que ser presidente era posar para las fotografías abrazando a los damnificados por el terremoto y pasearse por el mundo mostrándole a sus colegas el papelito de los 33 mineros. Su manera de abordar este conflicto ha sido lamentable. Le ha costado mucho comprender la dimensión real del movimiento.
El Gobierno llama a los líderes «inútiles subversivos» y trata de desprestigiarlos
Al principio el presidente enfrentó la crisis con la poesía barata habitual en sus discursos. Y en sus propuestas. A manera de ejemplo, la primera propuesta que el Gobierno les hizo a los dirigentes se llamaba GANE, Gran Acuerdo Nacional por la Educación. Da un poco de risa imaginar el momento en que algún asesor ingenioso propuso la sigla y a todos les pareció excelente y hasta lo celebraron: GANE. Qué cosa más ridícula, GANE. Estaría bien si fuera el nombre de un juego de azar o de un concurso en la tele. Como si estudiar fuera un premio y no un derecho. "Nada es gratis en esta vida, alguien tiene que pagar", ha dicho más tarde Sebastián Piñera, que al parecer ignora la existencia de países donde la educación es gratuita.
La represión ha sido brutal. Los carabineros lanzan sus bombas lacrimógenas sin esperar mayores provocaciones, como si las personas no tuvieran derecho a manifestarse. Suceden incidentes aislados o bien enfrentamientos más serios entre algunos encapuchados y la Policía. Es inevitable. También pasa cuando gana la selección nacional o en cualquier celebración masiva. Las imágenes de los incidentes son repetidas hasta el hartazgo en los noticieros. Pero no informan demasiado sobre los estudiantes en huelga de hambre.
En Chile no hay miedo, sin embargo. Hay alegría. Las marchas son hermosas, divertidas, carnavalescas. Y también se protesta en cada barrio, al caer la noche, tocando las cacerolas, como se hacía en dictadura. Protestan los jóvenes, los adultos, los viejos y hasta algunos niños que acuden de la mano de sus padres. "Me gustas, democracia, pero estás como ausente", dice una colorida pancarta que junta a Neruda con Javier Krahe. Es verdad: se habla de convocar a un plebiscito sobre la educación en Chile y de inmediato cunde el pánico en la derecha. Como si fuera impensable consultar a la ciudadanía.
La represión ha sido brutal, como si la gente no tuviera derecho a protestar
Por lo demás, la Constitución que todavía nos rige fue impuesta por Pinochet. Y fue Pinochet quien destruyó sistemáticamente la educación en Chile. Y durante cuatro periodos los presidentes de la Concertación gobernaron sin voluntad real de hacer cambios estructurales. Dicen que no tenían mayoría en el Congreso, pero tampoco hicieron nunca una propuesta clara y contundente. Que ahora Eduardo Frei solidarice con el movimiento y critique duramente a Piñera, es bastante absurdo. Habla como si nunca hubiera sido presidente.
"Yo no protesto por migo/ porque soy muy poca cosa/ protesto porque a la fosa/ van las penas del mendigo", escribió Violeta Parra. La gente que está ahora en las calles tampoco protesta solamente en nombre propio. El movimiento ha trascendido las clases sociales, los intereses particulares. Y desde luego estas semanas han sonado mucho estos otros versos de Violeta Parra, felizmente contingentes: "Que vivan los estudiantes/ jardín de las alegrías/ Son aves que no se asustan/ de animal ni policía". Los estudiantes han logrado algo grande y hermoso: que los chilenos por fin nos reunamos y pidamos lo que es justo.
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