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Los mercados deciden y votan para que continúe la austeridad

HÉCTOR JUANATEY

Las altas instancias europeas han tratado de inculcar, desde hace un tiempo, el hecho de que no se debe regular la actividad de los mercados financieros porque estos son personas. Personas que invierten su dinero en, por ejemplo, deuda pública, para a medio o largo plazo incrementar su riqueza. Pero no es verdad. En España, según explica el economista de ATTAC Eduardo Garzón, 'los casos de personas que realizan estas operaciones no llega al 1%. Los mercados financieros son, en mayor parte, y no solo en España sino en el resto de Estados, los bancos, las grandes entidades financieras'.

¿Qué es lo que hacen estas entidades para darse a conocer como mercados? Invierten, a través de fondos de inversión, el dinero que poseen en títulos de deuda pública, en bonos de empresas privadas, en instrumentos financieros, en derivados... 'Tiene su guasa porque el dinero que invierten es de mucha gente, es decir, de muchos propietarios, pero lo que sucede es que los gestores son los bancos, que es donde se concentra el poder', explica Garzón, para señalar que 'la mayor parte de la rentabilidad de los beneficios se la llevan los bancos, y si la inversión sale mal, quien pierde el dinero son todas esas personas'.

Según el economista de ATTAC, los mercados nunca han tenido 'tanta libertad' como la que disponen hoy en día con las políticas actuales de regulación de la Unión Europea. Si bien 'se han hecho algunos guiños, como prohibir determinadas operaciones durante un tiempo porque perjudicaban la prima de riesgo, en realidad no se han llevado a cabo cambios profundos, cuando se sabía que habían sido el detonante de la crisis financiera'.

Este es el motivo por el que si los mercados votasen en las elecciones del domingo al Parlamento Europeo, lo harían por la continuidad. Así lo ve la economista Bibiana Medialdea, coordinadora del libro Quiénes son los mercados y cómo nos gobiernan. 'Los mercados quieren Gobiernos que garanticen las políticas de la Troika, que aseguren el pago de la deuda, la estrategia de competitividad externa, la austeridad', analiza.

En esa misma línea opina Nacho Álvarez, economista del Colectivo Novecento, para quien la voluntad de los mercados es que 'se mantenga la misma política que ha habido hasta la fecha', una política en la que 'se prima por encima de todo el hecho de que los títulos financieros puedan recuperar el valor perdido en los casos en los que se ha perdido, o sigan valiendo lo mismo'.

Los mercados, de todos modos, no son inteligentes. Según Medialdea, si realmente pensaran a medio o largo plazo, 'se preocuparían de que los países pudieran producir y crecer, pues en caso contrario no podrán pagar esa deuda'. ¿Qué pasará entonces? Que estos inversores aflojarán sus medidas, pero sólo cuando un Estado esté en esa situación límite: 'Únicamente se preocupan del beneficio inmediato'.

Así, el sometimiento a los mercados por parte de los distintos Estados miembro pasa por un cambio de políticas en Bruselas y eso se percibe como un cambio de Gobierno. Para el economista Alberto Montero, 'no habría ninguna diferencia en las políticas si gana la opción socialdemócrata o la conservadora'. Según él, la visión que ambas tienen respecto a la crisis 'es única'. 'Un resultado electoral que se mueva en ese rango político no perturbaría lo más mínimo a los mercados', asegura.

No obstante, Montero no cree que exista una opción real de cambio. 'No pierdo el tiempo en pensar qué haría un Gobierno de izquierdas porque no ganará, y si lo hiciera e intentase, por ejemplo, reforzar una reestructuración de la deuda, necesitaría la aprobación por unanimidad de los Estados, no tendrían capacidad de decisión', denuncia. En su opinión, es Alemania quien impone toda la política a nivel europeo y la única forma de romper eso pasa por la unión de los países periféricos: 'Habría que crear un centro, una aldea gala en Grecia, una resistencia en España... Sabiendo, eso sí, que podría hacer saltar la unión monetaria'.

Al igual que Montero, Garzón también piensa que no se verá, por lo menos en estas elecciones, un Gobierno de la izquierda, si bien sí cree que si esto sucediera, los mercados no tendrían la misma libertad. 'Syriza lleva en su programa la reestructuración de la deuda, es decir, coger parte de la deuda pública del país y decir: esta parte que debo a acreedores con mucho dinero no se va a pagar, o se pagará más tarde', apunta. Garzón opina que se trata de una medida lógica, del mismo modo que la tasa Tobin, que tampoco desean los mercados.

Si la izquierda controlase las instituciones con poder en la Unión Europea, tendrían la posibilidad de 'limitar la actividad de los mercados para utilizar esa renta hacia otros sectores, como ya pasaba en los 90 o los 80, cuando las rentas de estos capitalistas que no tenían tanta libertad se invertían en grandes empresas productivas, de telecomunicación... De esta forma podría relanzarse la actividad económica, pero los mercados no quieren porque ahora tienen un chiringuito perfecto'.

El economista Nacho Álvarez aporta tres puntos que un Gobierno de la Unión Europea debería tener en cuenta para limitar el poder de estos mercados. Álvarez está convencido de que si el BCE no solo interviniera comprando bonos en el mercado secundario sino comprando directamente deuda emitida por los Estados, 'se cortocircuitaría el negocio del sector financiero'. Asimismo, ve imprescindible hacer caso a lo que defienden muchos sindicatos europeos, como los alemanes o los holandeses: la subida significativa de los salarios a nivel europeo, utilizando esto como un mecanismo para regular las diferencias de competitividad que existen en Europa.

Respecto a la deuda, el economista de Novecento entiende que la situación no mejorará si los Estados se hacen cargo de la misma a través de recortes en el gasto público. 'Si esos recortes quedasen anulados en este momento y esa deuda se financiase con cargo a la subida de salarios, un impuesto a las grandes fortunas, una reforma fiscal... Estarían haciendo una política en contra de los intereses de los mercados financieros'.

En la misma línea, la economista Bibiana Medialdea considera que para hacer frente a estos inversores es necesario un Gobierno que aplique políticas de gasto público, reformas fiscales que, por ejemplo, graven a las rentas altas... Y, sobre todo, que antes de nada establezcan medidas de control de capitales para enfrentarse en condiciones a las posibles represalias de los mercados. 'Está demostrado que se puede hacer, como en Islandia, lo importante es que un Gobierno se arme con herramientas suficientes para no tener que depender de estos inversores', defiende.

La diferencia entre izquierdas y derechas se sitúa, según el economista Vicenç Navarro, en la distinta percepción que ambas tienen del objetivo de una propiedad, pública o privada, y de la manera en que definen esta propiedad y su función y objetivo. 'Bajo el capitalismo existente —apunta Navarro en un artículo—, la propiedad tiene como objetivo principal proporcionar beneficios a su propietario, el cual tiene la potestad de definir dicho objetivo, objetivo que puede o no servir al bien común. Cuando los banqueros, en su intento de optimizar sus beneficios, desarrollaron prácticas especulativas que crearon la crisis financiera, dañando la vida y el bienestar de la población, estaban actuando según el principio capitalista de poner la acumulación de capital, a los propietarios de capital, como su objetivo principal, sin considerar los desbeneficios a la sociedad. Lo que ha ocurrido muestra claramente el error de anteponer el objetivo de acumulación de capital por encima del bien común. Este es uno de los mayores problemas existentes en el capitalismo'.

La opción del socialismo, sería, según Navarro, la de 'poner la propiedad al servicio del bien común', es decir, 'el bien común exige poner el bienestar de la población como objetivo final, mediante la aportación necesaria según los medios y recursos de cada uno'. Es en este punto en el que también se produce una nueva diferencia entre izquierda y derecha: 'La identificación de quién define estas necesidades'. Para la derecha, 'el cliente a través del mercado', que es quien 'configura el carácter y usos de la propiedad'. Para la izquierda, 'la población, no individualmente a través del mercado, sino colectivamente a través de las instituciones democráticas'.

La distinción es clara, y así se descubre en los programas electorales de las formaciones que postulan para ganar las elecciones: unos irán con los mercados; otros con la población.

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