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"¡No nos dan miedo las bombas judías!"

Los continuos bombardeos israelíes sobre Gaza provocan serios traumas entre los más pequeños. Más de la mitad de la población de la Franja es menor de 18 años

NOAH BROWNING (Reuters)

Dos niños descalzos se persiguen por la calle apuntándose con pistolas de juguete hechas con restos de tubos de plástico bajo el cielo de Gaza, un cielo constantemente vigilado por los F-16 israelíes y drones.  '¡No nos dan miedo las bombas judías!' grita Sharif al Ewad, cuyas mejillas sonrojadas le hacen parecer más joven de los 15 años que tiene. '¡Al Qasam [el brazo armado de Hamás] ha alzado su cabeza y les está pegando duro esta vez!', advierte sonriendo.

Pero bajo la arrogancia y la bravuconería se esconde un anhelo de paz y calma después de cinco días de bombardeos del Ejército israelí que han matado a 95 palestinos, entre ellos 20 niños. La de Gaza es una de las poblaciones más jóvenes del mundo con cerca de la mitad de sus 1,7 millones de habitantes por debajo de los 18 años. 

Israel lanzó su última operación a gran escala el pasado miércoles con el objetivo oficial de poner fin a los ataques con cohetes de Hamás. El psiquiatra Hasari Zeyada dice que la constante exposición de los niños palestinos a la violencia ha causado traumas en muchos de ellos, que pasan por pesadillas, miedo a salir a la calle y mojar la cama.

'Parte de ello está relacionado con nuestra cultura y religión, que valora el sacrificio y el deber. La otra parte es una especie de negación. Es normal estar asustado pero en los mensajes que ven y escuchan se les enseña a mostrar su fuerza', explica Zeyada, que es director del Programa de Salud Mental Comunitario de Gaza.

'Cuando no hay un sitio seguro al que ir, ellos responde de manera natural con la negación. En una situación como la de Gaza, lo mejor que pueden hacer por los niños las familias y las comunidades es protejerlos y tratar de que continúen con su vida de la manera más normal posible', explica. Pero eso no es nada fácil.  

Los colegios están cerrados por los combates y algunos pequeños se muestran encantados con su nueva libertad. '¡Claro que estamos contentos! grita uno que desata las carcajadas de sus amigos. Sharik, más serio, menea su cabeza: 'No, no está bien. Nosotros queremos aprender. Es aburrido y nuestros padres tratan de tenernos encerrados en acsa todo el rato. Pero nosotros no tenemos miedo', insiste.

Al otro aldo del muro, las escuelas israelíes también están cerradas en un radio de 40 kilómetros en torno a Gaza por la lluvia de cohetes y los niños se encierran en sus casas.

Trágicamente, muchos de los pequeños de Gaza no llegarán nunca al colegio. Tamer, de un año, y Joumana Abu Sefan, de tres, murieron en sus camas el domingo después de un bombardeo israelí. Su padre, Salama, los llevó al hospital ensangrentado. Allí le certificaron su muerte. Los hombres de la familia tenían las lágrimas en los ojos, las mujeres lloraban y gritaban del dolor mientras los cuerpos de los pequeños eran envueltos en sábanas. 

Durante el funeral ondeaban las banderas verdes de Hamas y sus cánticos, de fondo, anunciaban que los niños eran mártires y que el paraíso sería su recompensa. '¿Qué quiere Israel con su sangre?' exclamaba desconsolado Salama, que estuvo a punto de desmayarse en varias ocasiones.

Israel niega haber matado a los menores y asegura que las milicias de Hamas los utiliza como escudos humanos.

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