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Obama se dispone a plantar cara a un Congreso opositor

Todos los pronósticos auguran una derrota demócrata que entregará a los republicanos la Cámara de Representantes y quizá el Senado. La Casa Blanca revivirá la situación de Bill Clinton en 1994

ISABEL PIQUER

El miércoles, Barack Obama se despertará en un Washington muy distinto. Si los sondeos aciertan, el presidente estadounidense habrá perdido la mayoría en la Cámara de Representantes, y los más agoreros prevén que también en el Senado. Los primeros años de su mandato fueron difíciles, pero los dos siguientes prometen ser especialmente duros. O no. Algunos analistas estiman que trabajar desde una Casa Blanca en minoría podría, al contrario, reavivar el entusiasmo perdido de los demócratas.

Todos los pronósticos anticipan una importante derrota del Gobierno, aunque el margen varía de semana en semana. Van del desastre absoluto, sobre todo en la Cámara de Representantes, donde podrían perder 50 de su 255 escaños, al fracaso digno, que incluiría mantener una frágil mayoría en el Senado, con 51 senadores, de los actuales 57, porque en las últimas semanas los demócratas parecen haberse despertado de su letargo.

El ejemplo que más suena en las predicciones de los pitonisos políticos es el de Bill Clinton en 1994. Aquello sí que fue un shock. Por primera vez en 40 años, los demócratas perdieron su histórica supremacía en el Congreso, arrollados por una revolución conservadora que transformaría en figuras ideológicas a políticos como Newt Gingrich. La comparación tiene sus limitaciones. Estados Unidos era un país distinto. No estaba metido en un agujero económico, no había un 9,6% de paro (sólo 5,6%), ni crisis hipotecaria brutal, ni déficit astronómico, ni temores de deflación, ni dos guerras paralelas e invencibles.

Obama ya se está preparando para la que le espera. Durante su reciente entrevista en el programa satírico The Daily Show reconoció que sus asesores le advirtieron desde el principio de que 'aprovechara' sus primeros meses de mandato porque la crisis hundiría inevitablemente su índice de popularidad. Su director de campaña, David Plouffe, se lo puso muy claro. 'Le dije que en algún momento de 2010 su cuota de popularidad rondaría el 30%', anticipó a finales de 2007.

Algunos analistas creen que gobernar en minoría será bueno para Obama

Así ha sido. Según los sondeos tiene entre un 37% y un 47% de opiniones favorables. Sigue siendo mejor que Ronald Reagan, quien tras dos años en el poder llegó a las legislativas de 1982 con tan sólo el 35% de popularidad, en recesión. Y aun así sería reelegido.

Obama alterna entre la serenidad y la frustración. 'No me disculpo por haber despertado tantas expectativas', dijo a The New York Times hace unas semanas 'y sabía que iba a ser duro. Esta es una democracia grande y algo desordenada y las cosas toman su tiempo. Lo malo es que no estamos en una cultura de paciencia'. En un mitin en Greenwich (Connecticut), en septiembre, parecía algo más enfadado. 'Si aprobamos un plan de salud histórico, la opinión pública no hace caso. Si aprobamos la reforma financiera, la gente no está satisfecha. Y, ya sé, tampoco hemos conseguido la paz mundial'.

El segundo acto de la presidencia Obama no se va a jugar enseguida. Primero porque el presidente se va. El próximo jueves sale de gira por Asia durante diez días, visita que culminará en la reunión del G-20 en Seúl. Su ausencia le dará cierta distancia hasta que se calmen los ánimos. Y porque el nuevo Congreso no se reúne hasta mediados de enero de 2011. La actual configuración legislativa, el Congreso saliente, llamado lame duck ('pato cojo'), entra de nuevo en sesión a finales de noviembre para un escaso mes de debate.

En el orden del día, tomar una decisión sobre las desgravaciones fiscales del Gobierno anterior destinadas a los más ricos ('Bush tax cuts'), que Obama quiere dejar caducar y los republicanos están empeñados en renovar. Y aunque votarán los antiguos congresistas, dará una primera idea del tono de la discusión política en el nuevo equilibrio de poderes.

El presidente pide a sus rivales que le ayuden a levantar el país tras la votación

Será un pequeño anticipo de los temas por debatir, la reforma migratoria, la ley medioambiental, la normativa sobre los gays en el ejército, que los demócratas se dejaron en el tintero; y las promesas republicanas de reescribir los primeros dos años del mandato Obama, especialmente en cuanto a la reforma sanitaria que algunos candidatos, como el aspirante a senador por Florida, Marco Rubio, han pedido revocar, o el plan de estímulo económico que los conservadores culpan de llevar Estados Unidos a la quiebra.

Algunos analistas aseguran que trabajar en minoría será bueno para Obama. Primero porque siempre es más fácil tener un enemigo a quien echarle la culpa. Segundo, porque 'le liberará del ala más progresista del partido y le permitirá ser más flexible, lo que se le da muy bien', asegura Steven Gillon, politólogo de la Universidad de Oklahoma. 'La victoria republicana salvó la presidencia de Clinton en 1994 y forzó a los republicanos a desarrollar una estrategia de gobierno. Porque una cosa es hacer campaña con el eslogan de la ira pero otra muy distinta es la de resolver los problemas'.

Es irónico que el nombre de Clinton suene tanto en los análisis, visto que los dos hombres se odiaron durante las primarias demócratas. Ahora han hecho las paces y el ex presidente ha surcado el país para respaldar a muchos candidatos en apuros. Además, no hay tantas referencias en el pasado para tratar de pronosticar tiempos inciertos y, como afirman muchos demócratas, es mejor parecerse a Clinton que a Jimmy Carter.

'Nadie sabe muy bien lo que piensa hacer Obama'

'Con Clinton hablábamos todo el tiempo', recuerda el entonces líder conservador, Trent Lott. 'Nadie sabe muy bien lo que piensa hacer Obama', decía recientemente el senador por Utah, Orrin Hatch, uno de los pesos pesados del partido. 'Si vuelve al centro, como hizo Bill Clinton creo que hay algo de esperanza. Clinton no hubiera sido reelegido si no hubiera trabajado con los dos partidos'.

En su mensaje radiofónico semanal, Obama pidió a los republicanos que dejaran de lado sus diferencias y le ayudaran a sacar al país de la crisis. 'Este martes, la conversación se centrará en quién gana o pierde. Pero en los hogares estoy seguro de que se hablará de otra cosa, del estado de la economía, del futuro de sus hijos. Y ustedes esperarán que los políticos que han elegido puedan resolver sus problemas. Yo también lo espero'.

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