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La OTAN centra su prioridad en el corto plazo en enviar más armas para Ucrania y en el largo en frenar a China

La Alianza evita referirse a Pekín como un "adversario", pero redirige su brújula geoestratégica hacia el país asiático, en buena parte por la presión estadounidense.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, durante la cumbre de ministros de Exteriores de la Alianza en Bucarest, a 30 de noviembre de 2022.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, durante la cumbre de ministros de Exteriores de la Alianza en Bucarest, a 30 de noviembre de 2022. Stoyan Nenov / REUTERS

"Armas, armas y armas". Es la petición que venía haciendo Ucrania a la OTAN en los últimos meses. "Más rápido, más rápido, más rápido". Es la demanda que ha presentado Dymitro Kuleba, ministro de Exteriores ucraniano, en la doble jornada de cumbre ministerial que la Alianza ha celebrado en Bucarest. Tres certezas salen de la cita: el bloque transatlántico incrementa la mirada sobre China, prioriza el apoyo militar a Ucrania a su adhesión y no ve perspectivas de paz en el corto plazo.

La principal novedad que deja la cita es que la Alianza Atlántica se compromete a reparar el sistema eléctrico ucraniano. La OTAN acusa a Putin de utilizar "el invierno como un arma de guerra" y de "empujar a los ucranianos a decidir entre congelarse y huir del país". Los ataques rusos han dañado el 40% de las infraestructuras energéticas de Ucrania. Fotografías de satélite reveladas en los últimos días mostraban al país completamente oscuro. Por ello, los 30 países aliados están enviando generadores eléctricos o sistemas médicos ante unos meses de frío que amenazan, en paralelo, con desatar fuertes éxodos de refugiados hacia suelo europeo.

También la OTAN redobla sus intenciones de apoyar militarmente a Ucrania "de forma incondicional" durante "el tiempo que sea necesario". Estados Unidos y la Unión Europea han destinado más de 20.000 millones de euros al envío de material bélico a Kiev. La prioridad pasa por no solo enviar más armamento sino uno más moderno. Es decir, adaptar el material soviético que utilizan los ucranianos a los estándares de la OTAN así como aumentar las partidas de munición, equipamiento para el invierno, combustible o material médico.

En Bruselas celebran que los envíos de los últimos sistemas de defensa antiaérea han sido claves para derribar los drones rusos y allanar el camino hacia las últimas pérdidas de territorio por parte de Rusia, como ocurrió recientemente con Jersón. El debate pasa ahora por los sistemas antimisiles Patriot, que países como Alemania recelan ya que ello supondría poner personas en el terreno para su operabilidad, es decir, traspasar una línea roja que la OTAN siempre ha querido evitar. Por su parte, los Treinta no han tomado ninguna medida interna tras el misil caído hace dos semanas en territorio polaco porque su mando militar estima que no hay riesgos y que las capacidades defensivas vigente ya funcionan.

Ucrania, lejos de la adhesión

Los 30 ministros de Asuntos Exteriores se han dado cita durante dos días en el Palacio del Parlamento de la capital rumana. Corría abril de 2008 cuando la Alianza rubricó una de sus decisiones más controvertidas. Por primera vez, el entonces presidente estadounidense George W. Bush abrió la puerta del foro de defensa a Ucrania y Georgia. Vladímir Putin reaccionó de inmediato asegurando que este paso suponía una "amenaza a la seguridad" de su país. Cuatro meses después, el Ejército ruso invadió Georgia y seis años después hizo lo propio en Ucrania anexionándose la península de Crimea.

Una de las consecuencias inmediatas que dejó el inicio de la guerra a gran escala, que comenzó el 24 de febrero de este año tras la invasión rusa a su vecino, fue la petición de Kiev para una entrada exprés a la OTAN. Pero en los cuarteles generales continúan echando el freno a este movimiento. Jens Stoltenberg, secretario general, ha dejado claro desde Bucarest que la prioridad ahora es apoyar al país con más armas y más modernas. El principal objetivo de Occidente es que Putin no gane en el campo de batalla. Pero no, al menos en el corto plazo, que Ucrania sea el miembro 31º de la Alianza.

Camino a la paz

"Por paradójico que parezca, la paz en Ucrania pasa por continuar apoyando militarmente a Ucrania", aseguraba Stoltenberg en rueda de prensa. Fuentes aliadas se muestran poco optimistas sobre una solución diplomática en el corto tiempo. La sensación en los pasillos de los cuarteles generales de la Alianza es que Putin no es un "interlocutor racional" y defienden que se está "ensimismando y encerrando más y más".

La hoja de ruta de Occidente es no involucrarse directamente en el conflicto, pero sí otorgar todo el apoyo a Kiev para que continúe resistiendo el embate ruso. Su justificación es que para que la "paz sea duradera", Kiev debe sentarse lo más fuerte posible en la futura mesa de negociación y esa fortaleza se conseguirá solo ganando sobre el terreno.

China, el foco a largo plazo

El centro de gravedad en el corto plazo es Ucrania, pero la Alianza Atlántica ya fija a China como su gran preocupación en el largo recorrido, en buena parte debido a la presión de los estadounidenses. La OTAN y la UE temen que el gigante asiático esté modernizando sus capacidades militares en tiempo récord incrementando en paralelo su presencia en el Ártico y en los Balcanes Occidentales tanto sobre el terreno como en el ciberespacio. El debate sobre la "amenaza" China está todavía en fase inicial, reconocen fuentes aliadas, pero la OTAN por primera vez en su historia expande su visión y preocupación hacia este país.

La guerra en Ucrania ha puesto a los europeos contra el espejo de sus históricas dependencias energéticas con Rusia. El temor es que ahora queden presos del material tecnológico o de las materias primas que les proporciona Pekín en volúmenes industriales. Por ello, en palabras de su secretario general, la estrategia es reducir las dependencias con "regímenes autoritarios como China" para "reducir nuestras vulnerabilidades". Stoltenberg evita referirse al país como un "adversario" pero mantiene los "ojos abiertos" antes los desafíos que China supone para "los intereses, valores y seguridad" transatlántica.

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