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Peor que con Mubarak

LALI SANDIUMENGUE

Maneja con enorme habilidad el ordenador, las redes, el discurso y el sarcasmo, y todas ellas son armas útiles para la lucha y muy irritantes para el poder. Alaa abd el Fattah, el bloguero y activista político egipcio que fue condenado a 15 años de prisión junto a 24 personas más este miércoles, escribió un último tuit antes de presentarse ante el tribunal que había de juzgarlo: lamentó no haber acabado de ver la serie televisiva Juego de Tronos y unió el comentario a la etiqueta en árabe 'abajo con el régimen militar'. Fue retuiteado más de 900 veces.

La condena de Abd el Fattah puede muy bien ser un símbolo de la deriva autoritaria de Egipto y de las aspiraciones traicionadas de la revolución: tres años después del 25 de enero, falta pan, libertad y justicia social en el país del Nilo pero sobra represión y prisioneros políticos.

Nadie hubiera esperado que uno de los rostros más conocidos de la lucha contra Mubarak y de la revuelta de Tahrir volvería a prisión tras la caída del dictador. Ni él ni tantos otros jóvenes que se rebelaron por la democracia y que ahora pueblan las cárceles egipcias, islamistas y laicos sin distinción. Abd el Fattah, sin embargo, ha sido encerrado o investigado por los sucesivos poderes que han asumido el mando tras MubaraK: pasó casi dos meses en prisión durante el gobierno de la junta militar que había de 'tutelar' la transición, fue perseguido durante el mandato de Mohamed Mursi y ha sido condenado tres días después de la toma de posesión del hasta hace poco jefe del ejército Abdel Fatah al Sisi como presidente y nuevo hombre fuerte del país.

'Hemos perdido la cuenta de cuantas veces, desde 2006, hemos tenido que corear o escribir #freeAlaa', se lamentaba el miércoles en Twitter el periodista, activista y bloguero Hossam al Hamalawy, uno de los que el mismo 11 de febrero de 2011 advirtió que la revolución no acababa con la dimisión de Mubarak, hacía falta deshacerse también del régimen que lo sustentó.

Desde que la Junta Militar tomó las riendas del poder, Egipto ha ido retrocediendo en el tiempo y sufre ahora una grave crisis de derechos humanos. Así lo considera Human Rights Watch, haciendo recuento de cómo la represión copa una agenda política que debería haberse centrado en las reformas.

Desde el 3 de julio del año pasado, cuando el ejército echó del poder al presidente Mursi, las fuerzas de seguridad han causado la muerte de al menos 1.400 manifestantes (un millar de ellos al dispersar en agosto de 2013 las acampadas en apoyo de Mursi); se han arrestado a alrededor de 41.000 personas, según cálculos del proyecto Wiki Thawra, una base estadística para documentar la revolución impulsada por el Centro Egipcio para los Derechos Sociales y Econòmicos, de los cuales 16.000 islamistas; se ha juzgado a civiles en tribunales militares, se han multiplicado los procesos irregulares y sin garantías, se han emitido condenas a muerte masivas y se ha torturado o desaparecido a detenidos, como fue el caso de Mursi y otros miembros de la cúpula islamista. El ejército ha convertido en enemigo a los partidarios de los Hermanos Musulmanes, a los disidentes de todo color, a los activistas de derechos humanos y a los periodistas.

La represión se apoya desde noviembre de 2013 en una nueva ley que restringe el derecho de protesta y de reunión y concede amplios poderes al ministerio del Interior y un margen de maniobra muy amplio a las fuerzas de seguridad para usar la fuerza para dispersar manifestaciones. Para Amnistia Internacional, que publicó en enero un informe muy completo sobre 'La hoja de ruta de la represión' en Egipto, tres son los ingredientes de este cóctel para silenciar y desactivar la disidencia: las leyes represivas, la impunidad de las fuerzas de seguridad y la complacencia de la justicia.

Alaa abd el Fattah no es el único activista político que ha sido detenido y procesado bajo esta nueva ley pero sí es el más conocido. También lo han sido tres de sus colegas de armas digitales de antaño: Ahmed Maher, con quien compartió celda en 2006, pionero como él del ciberactivismo egipcio y cofundador del Movimiento de jóvenes por el 6 de abril -una de las plataformas que convocó la protesta del 25 de enero de 2011-; el bloguero Mohamed Adel, también miembro del 6 de abril, y el activista Ahmed Douma. Los tres fueron condenados a tres años de prisión en marzo pasado, acusados de convocar una protesta no autorizada, lo mismo de lo que se acusó a Abd el Fattah, además de otros cargos, como atacar a un policía y robarle el walkie-talkie.

Amnistía Internacional los considera presos de conciencia y afirma que sus detenciones se deben 'a su incesante labor de activismo de oposición' y buscan enviar un mensaje disuasorio a otros.

'Alaa entrará en el libro de  récords Guinness por el número de normas y leyes que se han manipulado para encerrarlo', denunciaba su mujer, la activista Manal Hassan, el miércoles, cuando se impidió a su marido y a dos acusados más acceder al tribunal y éste les condenó a toda prisa declarándoles en rebeldía, lo que permitió emitir una condena muy abultada y detenerlos immediatamente. Es la última, pero no la única irregularidad que denuncia Hassan, que recuerda que Abd el Fattah no organizó la protesta que tuvo lugar el 26 de noviembre de 2013 ante la sede de la Shura -cámara alta-  por la que fue detenido -pasó 4 meses en prisión preventiva-, cuya convocatoria reclamó ante la fiscalía el colectivo No a los juicios militares contra civiles, en el que participa activamente su hermana Mona Seif.

Su familia y sus abogados exigen ahora que se repita el juicio. Así fueron a reclamarlo el jueves sus dos hermanas, Mona y Sanaa, y dos chicas más ante el palacio presidencial de Quba, antigua morada de Mubarak y ahora de Al Sisi. Al día siguiente sus abogados y un grupo de activistas celebraron una rueda de prensa y una pequeña protesta en la escalinata por la que se accede al sindicato de Periodistas del Cairo, que acabó siendo dispersada por la policía.

Igual que en época de Mubarak, pero peor, como advirtió Abd el Fattah en mayo al inicio de su juicio. Un reflejo de ello son las etiquetas #freeAlaa, #freeMaher, #freeAdel, #freeDoma, que se unen, multiplican y entrelazan a otras en Twitter: #freeAJStaff, #freeMahienour, #freeKhaled, #freeNagy. Y cada vez hay más.

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