'Esta política de desmantelamiento de los campamentos se ha vuelto innoble. ¿Se puede ser diputado de la República francesa y no reaccionar ante esta inhumana manera de separar a las familias?'. Estas palabras no parten de la izquierda francesa ni de ningún colectivo de defensa de los derechos humanos, que estos días censuran al presidente de Francia, Nicolas Sarkozy. Fueron pronunciadas ayer por un diputado de su propio partido, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), tras asistir 'horrorizado', el sábado, a una de las operaciones policiales que se acometen en Francia para eliminar los poblados gitanos.
En el partido de Sarkozy, los sectores más moderados comienzan a cuestionarse si esta vez el presidente no se ha pasado de la raya al empuñar el miedo hacia la inmigración como arma para combatir sus problemas de popularidad, bajo mínimos desde el escándalo del affaire Bettencourt.
Es el caso de Alain Juppé, un personaje histórico dentro de la UMP. En los diversos cargos que ha ocupado en Francia, como ministro de Exteriores y primer ministro durante la presidencia de Jacques Chirac, el actual alcalde de Burdeos ha seguido de cerca el proceso de integración de los inmigrantes. En su opinión, ni la situación de la inmigración en Francia ni los niveles de inseguridad justifican que se aborden medidas que conducen a 'exageraciones poco compatibles' con sus 'valores' nacionales, escribe en su blog, donde critica veladamente los excesos de Sarkozy.
'Estos métodos recuerdan a las redadas de judíos', dice un diputado
Desde que el 28 de julio el ministro de Interior diera orden de desmantelar estos campamentos, poco después de que el presidente francés anunciase una ley para quitar la nacionalidad a los delincuentes de origen extranjero, más de 40 poblados han sido erradicados y 700 personas han sido repatriadas a Bulgaria y Rumanía. Las imágenes se repiten en los noticiarios: policías entrando por la fuerza y formando grupos de hombres y mujeres. Los franceses también vieron hace unos días cómo la policía arrastraba por el suelo a mujeres inmigrantes y a sus bebés en París. 'Este tipo de actuaciones sólo sirve para una cosa: para colgar al Gobierno la etiqueta de abominable', sentenció Jean-Pierre Grand, diputado de la UMP.
'Libertad, Igualdad y Fraternidad', el mítico lema de la República tiene su mejor reflejo en el artículo primero de la Constitución francesa, que 'garantiza la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos sin distinción de origen, raza o religión'. Esa frase comienza a rechinar como arena entre los dientes dentro de las filas conservadoras.
Las palabras de los expertos del Comité de la ONU para Asuntos de Discriminación Racial, acusando a Francia de contradecir sus principios mostrando escasa 'voluntad política' para acabar con los brotes racistas y censurando la 'incitación al odio' de Sarkozy, han escocido dentro del partido conservador. El diputado Grand resumió así el sentir de muchos en la UMP: 'Estos métodos recuerdan a las redadas [de judíos] durante la II Guerra Mundial'.
La expresión es contundente, pero no es la única que en estos días se ha referido al periodo del Gobierno colaboracionista con los nazis de la Francia de Vichy, cuando el mariscal Pétain retiró la nacionalidad a 15.000 franceses, la mayoría de origen judío, por motivos raciales.
Las medidas del Gobierno ponen en tela de juicio el modelo republicano
El malestar entre el centro-derecha ya trasciende de las filas de la UMP. En una entrevista a Le Parisien, la presidenta del Partido Democristiano, Christine Boutin ex ministra de Sarkozy, reniega de la 'estigmatización' contra los gitanos y los inmigrantes, y advierte de los riesgos de querer pescar en el caladero de votos de la extrema derecha del Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen.
Pero en esas está Nicolas Sarkozy. De momento, ya no se habla del caso Bettencourt y, aunque las nuevas medidas dividen a los franceses, cuentan con la aprobación del 94% de la derecha, según un sondeo de Le Figaro. Y la popularidad del presidente sube dos puntos, hasta el 34%, según Le Parisien.
Sin embargo, muchos comentaristas ya advierten al presidente francés: los votantes de izquierda y derecha ya se unieron una vez en las urnas, en 2002, para evitar que ese tipo de políticas que encabezaba Le Pen se aplicaran en Francia.
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