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La prensa cubana, a revisión

El intelectual Guillermo Rodríguez critica que 'las noticias no existen hasta que se autoriza su existencia'

FERNANDO RAVSBERG

Los partidarios del secretismo han tratado de hacer creer que a una revolución no le hace bien airear las imágenes de lo negativo, pero esto jamás podrá esgrimirse como un principio legítimo. Los males deben conocerse para poder combatirlos y eliminarlos'. Con estas palabras, publicadas originalmente en la web Espacio Laical, el poeta y académico cubano Guillermo Rodríguez se sumó a las críticas lanzadas desde todos los sectores contra quienes dirigen la prensa en su país.

El artículo de Rodríguez fue inmediatamente republicado por el cantautor Silvio Rodríguez, en su blog, Segunda Cita. La sociedad cubana es consciente de que la prensa muestra un país que no existe; tanto, que el trovador Carlos Varela canta que ahora todos quieren vivir en el noticiero, donde hay de todo y no cuesta dinero.

'El secretismo crea una ley no escrita mediante la cual las noticias no existen hasta que la instancia pertinente autorice su existencia', escribe Rodríguez, un intelectual sin ningún antecedente opositor, que ha recibido el Premio cubano de la Crítica y publicado media docena de libros. El ensayista y profesor universitario continúa afirmando que en la prensa no pueden circular únicamente aquellos criterios que se consideren como 'política oficial':

'Tienen que circular valoraciones que enriquezcan el pensamiento, e incluso, que contribuyan a modificar lo que es hoy la política oficial: ese es un acervo del que la sociedad no puede prescindir porque la nutre y la desarrolla'.

A pesar de que existen tres periódicos nacionales, uno más por cada provincia, varios canales de televisión e innumerables estaciones de radio, todos dicen prácticamente lo mismo y nunca un medio contradice la versión oficial. Como por arte de magia, los periodistas pasan de atacar a los trabajadores autónomos a elogiarlos apenas Raúl Castro anuncia que cambió la política laboral del país. El periódico Granma es la voz del Partido Comunista, pero lo cierto es que el resto de la prensa se comporta de la misma manera.

El propio Raúl Castro tilda a la prensa cubana de 'triunfalista, aburrida, estridente y superficial'

Las críticas al funcionamiento de los medios no sólo vienen desde la disidencia, también muchos intelectuales y no pocos comunistas creen que las cosas deberían cambiar. El propio Raúl Castro, durante el congreso del Partido Comunista, descalificó a la prensa cubana afirmando que es «triunfalista, estridente, formal, aburrida y superficial». Sin embargo, los llamamientos a jugar un papel más crítico no han producido prácticamente ningún efecto.

Mientras el país se lanza a la mayor reforma desde el triunfo revolucionario de 1959, los medios de difusión se mantienen al margen. El Gobierno ataca la corrupción, encarcela dirigentes y destituye generales; declara la guerra a la burocracia; desarma las granjas del Estado y reparte las tierras entre los campesinos; despide a miles de personas de las empresas estatales; autoriza el trabajo autónomo y la pequeña empresa; reforma radicalmente el sistema educativo; levanta la prohibición de hospedarse en los hoteles y los cubanos se convierten en el segundo grupo de turistas tras los canadienses; permite comprar y vender automóviles; anuncia una ley de migración que elimina restricciones; libera a los presos políticos y conmuta la pena de muerte a todos los condenados. Un verdadero huracán de cambios al que, sin embargo, ningún periodista cubano se atreve a calificar de 'reformas' porque les orientaron a decir que es un simple 'ajuste del modelo'.

Rodríguez propone que los directores de los medios sean nombrados por un órgano colegiado

No es menos cierto que desde el poder los periodistas reciben señales contradictorias. El año pasado, un importante intelectual, Esteban Morales, fue expulsado del Partido Comunista por escribir un artículo sobre la corrupción en las altas esferas, donde solicitaba que se informara de las razones por las que fue destituido el general Rogelio Acevedo, exdirector de la aviación civil. Unos meses más tarde, Morales fue reincorporado a la militancia, pero no volvió a aparecer en los medios de comunicación a pesar de ser un destacado especialista en política estadounidense.

Tras el control de la prensa, no sólo hay intereses políticos, también es un mecanismo de autoprotección de la burocracia que controla el aparato económico nacional. Rodríguez sostiene que no se debe 'invocar la defensa de la unidad del país para ocultar el mal manejo de una Administración' y afirma que hacerlo es devaluar un 'principio sagrado', usándolo para ocultar aquello que está mal hecho. El de-sarrollo en los medios de la isla de un periodismo de investigación independiente que destape la corrupción y la ineptitud es la peor pesadilla de algunos burócratas.

El intelectual cubano cuestiona también 'la prensa del mundo capitalista [porque] responde a los intereses de sus propietarios', pero inmediatamente vuelve a Cuba, afirmando que 'la prensa socialista ha sido manejada por un partido único' y los funcionarios que la dirigen utilizan esto para protegerse entre sí.

Muchos son los que han criticado durante los últimos años el periodismo cubano, pero Rodríguez presenta además una propuesta, crear 'un cuerpo colegiado integrado por dirigentes partidarios e institucionales, pero también por trabajadores y personalidades de suficiente y probada autoridad como para no disponer de algo que vaya en contra de su conciencia o de su prestigio. Este órgano debería proponer a los directores de los periódicos, de las revistas y de los espacios noticiosos radiales y televisivos de alcance nacional, que serían electos por periodos de tres años, prorrogables a otros tres'.

Rodríguez plantea además que el aparato ideológico del Partido Comunista que hasta ahora ha ejercido un férreo control sobre los medios de comunicación deje de dirigirlos y entregue el poder a los directores electos, quienes deberán tener 'plena autoridad para decidir lo que se publica y sólo serían impugnables por tres razones: porque publicaran información falsa, bien por mala intención y/o por probada negligencia en la indagación; por ocultar informaciones que deberían ser divulgadas; y en tercer lugar, porque publicaran información que atentara contra la seguridad de la nación'.

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