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El primer ministro de Líbano pide un Gobierno de unidad nacional tras el atentado del viernes

La explosión de un coche bomba provocó la muerte del jefe de la inteligencia libanesa y de, al menos, siete personas más. El acto terrorista deja también 110 heridos

AGENCIAS

El primer ministro libanés, Najib Mikati, ha considerado necesaria la formación de un Gobierno de unidad nacional ante la crisis política abierta tras el atentado que ayer se cobró la vida del jefe de la inteligencia policial del país, Wissam al-Hassan y de siete personas más. Según Reuters, Najib Mikati ha puesto su cargo a disposición del presidente Suleiman, que le ha pedido que, por el momento, permanezca en su puesto. 

Por su parte, la coalición antisiria 14 de marzo, que representa a la oposición libanesa, ha exigido la dimisión del Gobierno. En un comunicado, el portavoz Ahmad Hariri pidió la renuncia 'inmediata' del Ejecutivo del primer ministro, Nayib Mikati, porque 'mantenerlo sería ofrecer cobertura y protección a los criminales para que continúen con sus planes'.

Tras mantener una reunión de urgencia, la oposición libanesa destacó que 'las fuerzas del mal comenzaron a actuar con el asesinato de Hasan', y responsabilizaron directamente a Mikati de lo ocurrido. Asimismo, la coalición solicitó a los libaneses que mañana participen en los funerales por las víctimas durante la jornada de luto nacional decretada, informa Efe.

La ONU y Estados Unidos también han condenado este 'acto terrorista'.   El Gobierno norteamericano aseguró que no tiene información sobre los responsables, pero sí recordó las 'tensiones' que ha provocado en Líbano el contagio del conflicto en Siria.

El alto cargo de inteligencia libanesa lideró la investigación que implicó a Siria y Hezbolá en el asesinato del ex primer ministro Rafik al Hariri. Hassan también lideró el descubrimiento de un complot que llevó al arresto en agosto del exministro libanés Michel Samaha, un aliado del presidente sirio Bashar el Asad, en un duro golpe para Damasco y sus aliados libaneses, entre ellos Hezbolá. Saad al-Hariri, hijo de Hariri, acusó a Asad del asesinato.

La bomba explotó en una calle céntrica durante la hora de mayor tráfico. El ataque hizo que musulmanes suníes salieran a las calles y quemaran neumáticos como protesta a lo largo del país. Varios coches fueron destruidos y el frente de un edificio repleto de tiendas se vio seriamente dañado, dejando restos sobre la calle. Trabajadores de rescate evacuaron a víctimas ensangrentadas en camillas.

El ataque llevó la guerra en Siria a la capital del Líbano, confirmando los temores de que el conflicto desborde sus fronteras. La guerra en Siria, que ya ha provocado la muerte de 30.000 personas en los últimos 19 meses, ha llevado a la mayoría de los insurgentes suníes a situarse contra Asad, quien pertenece a la secta alauí, vinculada al chiísmo. Las comunidades religiosas del Líbano están divididas entre aquellas que respaldan a Asad y las que apoyan a los rebeldes que intentan derrocarlo.

La explosión del viernes, que recordó las escenas macabras de la guerra civil de Líbano, entre 1975 y 1990, se vincula a una tensión en aumento entre facciones libanesas enfrentadas por el conflicto de Siria.

La explosión ocurrió en la calle donde está situada la sede del partido cristiano Falange Libanesa -opositor de Damasco-, cerca de la plaza Sassine, en Achrafieh, un área principalmente cristiana. El líder de Falange, Sami al-Gemayel, un rotundo opositor del presidente sirio y miembro del parlamento, condenó el ataque. 'Hemos estado advirtiendo sobre esto durante un año. Es suficiente', dijo Gemayel, cuyo hermano fue asesinado en noviembre del 2006.

Después de la explosión, los residentes corrieron presas del pánico para buscar a sus parientes, mientras otros ayudaron a trasladar a los heridos a ambulancias. Las fuerzas de seguridad cercaron el área. En Damasco, el ministro de Información sirio, Omran al-Zoabie, dijo que su Gobierno 'condenaba' el atentado terrorista. 'Nada las justifica', señaló.

Las tensiones entre suníes, chiíes y cristianos en Líbano ha continuado después de la guerra civil, pero se ha incrementado con la erupción del conflicto en Siria. La situación alcanzó su punto más álgido cuando el ex primer ministro Rafik al Hariri, un suní, fue asesinado en 2005. Partidarios de Hariri acusaron a Siria y luego al grupo Hezbolá de haberlo matado, un cargo que ambos niegan. Un tribunal internacional acusó a varios miembros de Hezboláh de estar implicados en el asesinato.

Los opositores políticos a Hezbolá, que han acusado durante meses a la agrupación de ayudar a las fuerzas de Asad, han advertido que su implicación en Siria podría encender tensiones sectarias en la guerra civil de ese país. El último ataque con bomba en Beirut fue en 2008, cuando tres personas murieron en una explosión que dañó un automóvil diplomático estadounidense.

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