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Un proyecto que divide a la sociedad americana

Detrás del debate, se esconden profundas diferencias ideológicas acerca de la responsabilidad del individuo y el papel del Estado

I. PIQUER

El debate sobre la reforma sanitaria no sólo se juega en Washington. Por todo el país, grupos de opinión, asociaciones, blogueros y estadounidenses de a pie se enfrentan, a veces en términos muy duros sobre el tema. Las líneas divisorias no se ajustan exclusivamente a las de los dos partidos y abarcan un abanico más grande de ideas.

'El presidente Obama ha lanzado un ataque masivo contra las compañías de seguros en su nuevo plan de salud. Desgraciadamente, la industria privada de los seguros es el último bastión que puede protegernos de la medicina socializada y, por tanto, del socialismo', subrayaba el bloguero conservador Moe Lane, en una de las páginas web más populares del movimiento radical Tea Party, Redstate.com. 'Creo que la ley está muerta, pero si los demócratas están tan empeñados en resucitarla, por mí vale; socavaremos su poder de raíz en (las elecciones de) noviembre y mataremos la ley en enero (2011), la verdad es que suena divertido'.

'La industria de los seguros es el último bastión que puede protegernos de la medicina socializada'

Más incisivo, el comentarista Ed Morrissey se preguntaba en Hot Hair, otra plataforma conservadora, si los demócratas estaban 'listos a tirarse por el barranco' con el plan de salud de Barack Obama y se alegraba de que el debate sobre la ley en el Congreso fuera a alargarse hasta finales de marzo. 'Después de todo, en los ocho meses desde que los demócratas presentaran la ley, han caído en picado en los sondeos, el movimiento ciudadano de protesta ha crecido y el nuevo presidente ha visto erosionarse su popularidad. Las legislativas parecen un desastre y la idea de aprobar una ley usando trucos parlamentarios sólo empeorará las cosas'.

Los sondeos parecen de momento darles la razón. Una encuesta de Gallup realizada poco antes de la cumbre entre Obama y los congresistas el jueves pasado, mostró que 77% de los estadounidenses no creía que el Congreso pudiera llegar a un acuerdo sobre la salud y que el 49% no estaba a favor de un proyecto que no contara con el respaldo de ambos partidos.

Pero no sólo son los conservadores radicales y los republicanos, los que se han opuesto al plan de Obama, muchos demócratas moderados han mostrado serias reticencias: 39 de ellos no votaron a favor del plan el pasado noviembre temiendo la reacción de sus circunscripciones.

'Aquí no tenemos el mismo sentido de solidaridad social que en Europa'

Incluso los que están a favor de un sistema de salud nacional lo tienen difícil para movilizar a los suyos. 'El debate (entre Obama y los congresistas) se centró en temas sustantivos y mostró que ambas partes pueden llegar a un entendimiento', declaró con exceso de optimismo Mitch Steward, director de Organizing for America, un movimiento cercano a los demócratas, para luego reconocer, más realista, que 'existe una diferencia fundamental sobre reglas de sentido común que protejan a las familias contras las peores prácticas de las compañías aseguradoras y asegurarse de que todos los estadounidenses pobres o ricos tiene acceso a una atención médica'.

¿Porqué los estadounidenses se resisten a implementar un plan que los europeos consideran como un derecho básico? 'Aquí no tenemos el mismo sentido de solidaridad social, cada uno es responsable de lo que hace y la iniciativa privada se considera como la mejor solución', explica Greg Simons, del centro de análisis Politics Now. 'Además, el negocio de las farmacéuticas tiene mucha más influencia que las personas sin seguro, que no suelen votar y por tanto no entran en la ecuación electoral de muchos políticos'.

Aunque a estas alturas del debate, la opinión mayoritaria es sin duda la del pasotismo. 'Who cares about health care?' ('¿A quién le interesa la reforma sanitaria?'), exclamó la semana pasada Jon Stewart, presentador de Daily Show, el programa de sátira política más popular de la televisión estadounidense, haciéndose eco de un sentimiento bastante generalizado en la ciudadanía.

Hubo un momento en que importaba, pero cuando el paro superó el 10% el pasado otoño, el peor dato de los últimos 26 años, el empecinamiento de Obama con la sanidad provocó un creciente malestar. Eso y las batallas partidistas de Washington, ajenas al drama social y económico que afecta a gran parte de la población.

'De ahí la derrota de Massachusetts el pasado enero, que se interpretó como un claro mensaje a Washington: empezad a trabajar en la creación de empleo, ya nos ocuparemos luego del tema de la sanidad explica Simons,aunque a estas alturas los demócratas no pueden tirar la toalla, Obama ha invertido demasiado prestigio, demasiado esfuerzo, demasiado tiempo. No puede dejar el estigma de fallo tan colosal, sobre todo en el año electoral en el que se juega su presidencia'.

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