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El puzle geopolítico italiano: las consecuencias de una victoria de Meloni

Las encuestas marcan el rumbo de las elecciones italianas de este domingo hacia un gobierno de derechas disputado por la homóloga de Abascal en Italia y por un Salvini que se convertiría en el caballo de Troya de Putin en el corazón de Europa.

La geopolítica italiana pasará por sus nuevos vínculos con la Unión Europea.
La geopolítica italiana pasará por sus nuevos vínculos con la Unión Europea. Julio Ocampo

Giulio Andreotti -siete veces primer ministro italiano- miró para otro lado cuando la CIA se entrometió entre el democristiano Aldo Moro y el comunista Enrico Berlinguer para evitar que éste último subiera al poder. La historia terminó con Moro en la tumba asesinado por las Brigadas Rojas, y todo cambió para siempre. El mismo Andreotti, apodado Il Divo, fue quien dijo esto en una Fiesta de la Unidad: "Amo tanto Alemania que prefiero dos". Quería decir, porque tuvo que explicarse, que hablar de reunificación significaba desacreditar las posibilidades soviéticas para trabajar en la distensión. Lo recoge su propio libro I diari segreti, publicado en 2020 por la editorial Solferino. Un manual perfecto para comprender el difícil entramado italiano más allá de Los Alpes.

Después del 25 de septiembre, el país de la bota se prepara para vivir un nuevo escenario geopolítico, aunque para ello tendrá que unir las teselas del mosaico interno tras unas elecciones que se estrenan con dos importantes novedades: una reducción parlamentaria del 30% (400 en la Cámara y 200 en el Senado) y la posibilidad de voto con 18 años cumplidos (para el Senado antes era necesario tener 25). "Se abren dos grandes hipótesis internas, que determinarán lógicamente las relaciones internacionales", advierte Fabrizio Maronta, un periodista de la prestigiosa revista geopolítica Limes, dirigida por Lucio Caracciolo. "Es improbable que no gane la derecha. Lo realmente interesante es cómo gana, y ahí entra en juego la Liga. El partido de Salvini tiene dos almas, una lombarda y otra en el Véneto. La primera, otrora bastión de Umberto Bossi, le quiere. La otra le odia, porque prefiere a Luca Zaia", aclara mientras intenta argumentar que Matteo intentó hacer un partido nacional, pero Venecia se negó. "Esto quiere decir que si a Salvini le van mal las cosas en el voto es posible que gobierne Meloni con Forza Italia y algunos moderados". 

Una bandera de Forza Italia vuela bajo el cielo de Roma.
Una bandera de Forza Italia vuela bajo el cielo de Roma. Julio Ocampo

El problema que podría tener el país a nivel internacional es si Salvini obtiene un buen resultado electoral. En ese caso, el jefe de la Liga Norte se podría convertir en el caballo de Troya de Putin en el corazón de Europa. Entonces sería muy complicado llevar a cabo las directrices pactadas por Draghi, en forma hasta su último día de mandato: tomar distancias con Rusia y con Orbán. "Para eso ha firmado acuerdos energéticos con Argelia, Egipto y Mozambique. Para eso se construirá el gasificador en Piombino, para precisamente dinamitar las relaciones con Moscú. Piensa que, después de Alemania, nosotros éramos quien más gas cogíamos de allí".

Es lo que precisamente ha tratado de solucionar el premier en funciones: aumentar cuantitativa y cualitativamente la ayuda a Ucrania y abrir varios frentes en la entrada de gas. "Esto condiciona la imposibilidad, incluso con Meloni en Palazzo Chigi, de que Italia sea Hungría. Será pro OTAN, sin duda", exclama. De lo contrario, un paisaje diferente la llevaría a un sideral aumento de la deuda y a un harakiri infligido por los mercados. Porque, como dice Maronta, "Meloni se puede discutir, pero no es estúpida". Y ha sabido compactar un bloque para golpear en el mentón a su contrincante, desintegrándolo en PD con Letta, 5 Estrellas con Conte, y Terzo Polo con Renzi y Calenda. Esas tres partes podrían ser el bloque opositor a menos que el tahúr Renzi determine la mayoría de derechas regalándole escaños en caso de que ésta no alcance la autosuficiencia en el Senado. Todo es posible; nada es improbable. Incluso la presencia de Sergio Mattarela. Una vez más.

La retórica ultraderechista

Italia siempre tiene varios trajes para estos bailes. Giorgia Meloni no será Draghi en Italia, pero sí fuera de ella. En caso de victoria final, su retórica seguirá siendo afín a la de Vox, a Hungría, pero es probable que no se distancie de la organización atlántica, algo en lo que discrepa Simona Colarazi, periodista e historiadora italiana. "Italia pertenece al G7, pero estoy convencida de que su retórica no será pro Europa porque la derecha está a favor de la autocracia. Ella no tiene nada que ver con el fascismo, pero su idea de política -no oculta su feeling con Trump- no ayuda a nuestro continente".

Giorgia Meloni con su eslogan de campaña. ¿Listos?
Giorgia Meloni con su eslogan de campaña. ¿Listos?. Julio Ocampo

Aunque es cierto que su vena contra la globalización y el capitalismo se fue blanqueando a medida que iba subiendo en las encuestas, la más que probable premier no abandonará su lenguaje contra el aborto, el divorcio y el matrimonio civil. Además, arengará por la familia y, según la firma de Limes, "podría favorecer la objeción de conciencia en los médicos". Por si fuera poco, añade, seguirá con su cruzada personal contra la inmigración ilegal, un campo donde entraría de nuevo en juego Matteo Salvini, imputado en el proceso Open Arms, por el que podría sufrir una pena de hasta quince años de cárcel. "No funcionó el decreto Salvini cuando era ministro. Cerró las fronteras marítimas (8.000 kilómetros de costa), pero nosotros tenemos también las balcánicas. Declaró la guerra a las ONG, y así aumentaron los muertos. Instrumentalizó el tema de la inmigración olvidándose de que la clase industrial del norte que le vota necesitaba mano de obra migrante. Es una contradicción", sentencia.

La enésima. La última que le llevó a conquistar el sur porque había perdido, literalmente, el norte, que le estaba siendo hostil. Sicilia, Puglia, Calabria... Un sur menos instruido, con miedo a los desembarcos en Lampedusa. Pobre, con mucha desocupación y una ingente fuga de cerebros. Ahí caló Salvini, que jamás tuvo la capacidad ni el carisma de Bossi. Y eso es un menhir con el que carga desde hace años, y que podría ser determinante si entra de nuevo en el gobierno con Forza Italia y Hermanos de Italia. Eso sí, su ego desmedido le lanza cantos de sirenas desde el púlpito de Palazzo Chigi.

Cisma en la Iglesia

La economía, la recolocación interna de las piezas del puzle, las relaciones diplomáticas fuera de las fronteras y -en definitiva- los lazos geopolíticos serán importantes en los próximos meses con el nuevo ejecutivo, que también deberá atender a lo que sucede al otro lado del Tíber, donde está el Vaticano. Siempre sibilino, que está y no está.

Durante la semana hubo una reunión en Matera del Comité Episcopal Italiano, dirigido por el cardenal Zuppi. No pasaron por alto las elecciones del próximo domingo, protagonistas implícitamente en un comunicado denunciando "la pobreza en constante aumento, el invierno demográfico y la crisis energética que vive Italia, con poco trabajo para los jóvenes". Además, no pasaron por alto la responsabilidad que tendrán los diputados y senadores que serán elegidos este 25 de septiembre, ya que deberán afrontar el tema de "una mejor acogida, tutela, promoción e integración de los migrantes, además de una reforma en la burocracia y de la ley electoral".

Un señor instrumentaliza el tema de inmigración en Italia.
Un señor instrumentaliza el tema de inmigración en Italia. Julio Ocampo

Un órdago que seguro no pasó por alto ningún político, se termine sentando o no en el cetro ministerial más elevado de Piazza Colonna, custodiada por el mayestático obelisco de Marco Aurelio. Por no hablar de los cantos de sirena ortodoxos que llegan del Kremlin, donde podría haber un cisma importante entre la Rusia de Putin y el Papa Francesco, que en más de una ocasión ha condenado la guerra. Es un ejemplo más para explicar el difícil entramado que se le presenta a Italia fuera de sus fronteras y la difícil convivencia, paradójicamente, que podrían tener Salvini y Meloni, quien selló su último capítulo de campaña en un barrio obrero de Nápoles: Bagnoli. Un reducto rojo al que pidió trabajar más y menos subsidios, rodeada de protestas al grito de "Bella Ciao". Se presenta un octubre movido, y no precisamente rojo.

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