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Pyongyang quiere ser la primera potencia mundial

El país, sumido en la hambruna, pregona que será el más próspero del planeta en 2012

MANUEL ANSEDE

Nuestro objetivo para 2012 es que Corea sea el país con mejor calidad de vida del planeta, la primera potencia mundial', proclama con voz pausada y sin inmutarse Ryu Sung-rim, director de la sección para Europa del Comité de Relaciones Culturales con Países Extranjeros de Corea del Norte. Y no está de guasa. Todo el país está cubierto de carteles de estilo soviético pintados a mano con el lema: 2012 Gang-seong-dae-guk (2012: Una gran potencia próspera y poderosa).

La fecha no responde al cálculo de ningún economista. En 2012 se cumplirán cien años del nacimiento de Kim Il-sung, y su hijo Kim Jong-il quiere celebrarlo con una farsa: hacer creer a sus súbditos que Corea del Norte ha superado a todos los demás países del mundo. Público ha recorrido durante diez días el país de la mano del Gobierno norcoreano. Los funcionarios del Partido de los Trabajadores muestran una fábrica de azulejos con tecnología punta a las afueras de Pyongyang, el enorme manzanal de Taedongang, las pantallas táctiles y los ordenadores Hewlett-Packard de la Universidad Kim Il-sung, cinco hidromasajes en una piscina olímpica en Pyongyang y las últimas tecnologías en la mejor fábrica de cerveza de la capital. Los mismos lugares aparecen machaconamente en los reportajes de prensa y televisión. Siempre los mismos.

Una tercera parte de los niños están desnutridos, según Naciones Unidas

Pero desde la ventana del autobús oficial en Corea del Norte no hay libre circulación, sólo se puede viajar vigilado y a los destinos permitidos por el Partido se ve otra realidad. Legiones de campesinos famélicos cosechan el arroz y el maíz en la lejanía. Llevan carros tirados por bueyes o viejos tractores. Las carreteras están vacías durante kilómetros y kilómetros. De vez en cuando pasa alguno de los Mercedes de los dirigentes del Partido de los Trabajadores. Y, por la cuneta, caminan personas tirando de carros cargados con fardos de mercancía, como si fueran animales.

Marcus Prior, portavoz en Asia del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que da de comer a casi dos millones de norcoreanos, desmonta la gran farsa de Kim Jong-il. 'En Corea del Norte se está perdiendo la lucha contra la malnutrición. Aproximadamente un tercio de los niños están desnutridos, y lo mismo ocurre con la cuarta parte de las madres durante el embarazo y la lactancia', explica. El Partido de los Trabajadores niega la hambruna, pese a la presencia de todoterrenos de la ONU en las calles de Pyongyang y a un hecho obvio. 'En Corea no hay gordos, estamos todos a dieta', bromea un norcoreano con uno de los comentarios más subversivos escuchados en Pyongyang. El orondo hijo menor de Kim Jong-il y previsible heredero del botón rojo nuclear, Kim Jong-un, es una grotesca excepción en un país poblado por millones de hambrientos.

'Salimos de la crisis gracias al Querido Líder Kim Jong-il', dice un dirigente

En 1994, tras la muerte de su padre, Kim Jong-il heredó el trono y convirtió la política Songun (el ejército primero) en la ideología principal del país. Más dinero para misiles y menos para cultivar arroz. La militarización de la sociedad culminó con la fabricación de su primera bomba atómica, pero provocó, junto a sequías e inundaciones, una hambruna que mató a más de un millón de personas a finales de la década de 1990.

Ryu Sung-rim, en un restaurante de comida occidental con bufé libre del centro de Pyongyang, niega que la situación se esté repitiendo: 'Pudimos salir de la crisis de los noventa gracias al liderazgo del Querido Líder Kim Jong-il'. 'Nuestro objetivo es mejorar la economía, el partido y el ejército, no sólo el ejército como en el Songun', detalla. 'Todo estará listo para 2012', dice con la boca llena. ¿También el hotel Ryugyong? 'No, no; eso no', responde malhumorado.

El hotel Ryugyong, una mole piramidal de 330 metros de altura en el centro de la capital, es el símbolo del fracaso del régimen de Kim Jong-il. Tenía que haber estado terminado en 1989, pero la caída de la Unión Soviética y el fiasco económico del régimen norcoreano provocaron que su esqueleto de hormigón presidiera durante más de 20 años el horizonte de Pyongyang, como un esperpéntico monumento a la megalomanía. Hace dos años, una compañía egipcia reemprendió las obras con el mandato de disfrazar el fracaso cuanto antes. Hoy, una moderna fachada de vidrio esconde un cadáver arquitectónico vacío.

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