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Ratzinger apela al "alma católica" de España

El discurso de despedida del pontífice

J. B.

Después de más de tres días de estancia, de múltiples encuentros e intervenciones, de un discurso interrumpido por la lluvia y de una marea de gente persiguiéndole por las calles de Madrid, Benedicto XVI regresó ayer a Roma. Y lo hizo reivindicando la catolicidad de España, 'una gran nación, que en una convivencia sana, abierta y plural, sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica'.

Ha sido un viaje sin grandes trifulcas políticas, siguiendo la estrategia vaticana de tender puentes con el Gobierno y dejar que sea la jerarquía española la que se pelee con el PSOE a cuenta del aborto, la eutanasia, los matrimonios gays o cualquier ley que salga del Parlamento y disguste al episcopado liderado por Rouco Varela, quien, pese a haber cumplido la edad de jubilación, sale muy reforzado de esta visita. Ha sido la sombra de Ratzinger durante estos días.

'Os invito a difundir por todos los rincones del mundo la experiencia de fe vivida en este noble país', pidió el papa a los jóvenes. 'Dejo España contento y agradecido a todos', subrayó Ratzinger, que añadió que la JMJ demuestra cómo 'la gracia de Cristo derrumba los muros y franquea las fronteras que el pecado levanta entre los pueblos y las generaciones'.

Contemplando el grueso de la juventud católica congregada en Madrid, Benedicto XVI encomendó a obispos y educadores cristianos 'el cuidado de la juventud'. 'No hay que desanimarse ante las contrariedades que, de diversos modos, se presentan en algunos países. Más fuerte que todas ellas es el anhelo de Dios'.

'Rezo por los jóvenes de España añadió y estoy convencido de que aportarán lo mejor de sí mismos para que este gran país afronte los desafíos de la hora presente y continúe avanzando por los caminos de la concordia, la solidaridad, la justicia y la libertad'.

El papa fue despedido en Barajas por los reyes y los ministros de Defensa y Presidencia. No fue el presidente, José Luis Zapatero, quien delegó en el presidente del Congreso, José Bono.

Por la mañana, los reyes también habían acudido a la misa en Cuatro Vientos, en la que se vio, entre otros, al ministro de Fomento y portavoz del Gobierno, José Blanco, al expresidente José María Aznary a muchos de los empresarios que lideran el Ibex 35, que tanto han hecho para llevar a buen puerto la JMJ.

Durante la misa final, en la que no se repartió la comunión porque la tormenta caída el sábado destrozó 600.000 hostias, el papa trazó una exigente ruta para los jóvenes que quieran seguir a Jesús, siempre en el interior de la Iglesia. 'No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo', proclamó el pontífice, quien insistió en que 'no se puede seguir a Jesús en solitario', como tampoco lo es 'encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás'. 'El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios', dijo.

Tanto en Cuatro Vientos como en la despedida a los voluntarios en el Ifema, Benedicto XVI instó a los jóvenes a 'responder con generosidad y valentía' a los retos que se le impongan, poniendo especial énfasis en las vocaciones sacerdotales y religiosas. Apostó por la fidelidad y comunión dentro de la Iglesia, porque 'quien cede a la tentación de ir 'por su cuenta' o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él'.

'No os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios', animó el papa a los jóvenes, a quienes 'incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios'.

'Es posible añadió Benedicto XVI que en muchos de vosotros se haya despertado tímida o poderosamente una pregunta muy sencilla: ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Cuál es su designio sobre mi vida? ¿Me llama Cristo a seguirlo más de cerca? ¿No podría yo gastar mi vida entera en la misión de anunciar al mundo la grandeza de su amor a través del sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio? Si ha surgido esa inquietud, dejaos llevar por el Señor', pidió el papa, tratando de aliviar la profunda crisis de vocaciones que vive la Iglesia católica.

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