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Se reanuda la negociación "que no va a ningún lado"

La prensa israelí es escéptica sobre el diálogo con los palestinos

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Las primeras negociaciones entre Israel y los palestinos tras un prolongado lapso de 15 meses, que también son las primeras de la era de Barack Obama, están a punto de comenzar. Serán indirectas y contarán con la mediación de los Estados Unidos, aunque a día de hoy no existe ningún motivo para el optimismo.

El senador Geroge Mitchell, enviado especial de Obama, se reunió durante varias horas con el primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, y hoy se verá otra vez con él y con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás. Pero las posibilidades de progreso son tan escasas que ningún medio de comunicación de Oriente Próximo se muestra confiado.

Un ejemplo de la escéptica acogida que se da a esta nueva ronda de negociaciones puede verse en el titular del diario Yediot Ahronot: 'Unas conversaciones que no van a ninguna parte'. El rotativo de Tel Aviv argumenta que su pesimismo se origina en el hecho de que las negociaciones sean 'indirectas', aunque se ha de decir que cuando han sido directas tampoco han dado fruto.

Las negociaciones se reanudan a causa de la fuerte presión que Estados Unidos, Egipto y Arabia Saudí han ejercido sobre Abás, el desorientado líder de una causa perdida que ha vuelto a doblegarse a las demandas de Israel.

Netanyahu quiere negociar mientras consolida la ocupación 

Abás no tiene más remedio que aceptar el humillante juego que le impone Netanyahu, quien dice que quiere negociar, aunque lo que realmente quiere es negociar durante todo el tiempo que sea necesario para consolidar la ocupación de Jerusalén oriental y de las zonas que le interesan del resto de Cisjordania.

No serán negociaciones directas porque Abás insiste en no sentarse a la misma mesa que Israel si Netanyahu no detiene la construcción en las colonias y toda la actividad colonizadora en la Jerusalén ocupada, que sigue al buen ritmo de siempre.

El encargado de mediar entre unos y otros es Mitchell. Ocurre, sin embargo, que el senador no tiene ningún ascendiente sobre Israel. Desde el día de su nombramiento, el 22 de enero de 2009, ha tratado sin éxito de poner coto a la expansión hebrea, pero sus interlocutores lo han mareado hasta el punto de que, desde hace tiempo, circulan rumores de que quiere dejar el cargo pero Obama se lo impide.

El mandato que la Liga Árabe le dio el miércoles pasado a Abás es de cuatro meses, es decir, hasta julio. Si en julio no hay resultados -como sin duda ocurrirá-, los países árabes llevarán el asunto al Consejo de Seguridad, pero lo más probable es que nada trascienda de esa medida de presión, puesto que Israel forzará a Washington a vetar, por enésima vez, cualquier iniciativa contraria a sus intereses.

Mitchell no tiene ningún ascendiente sobre Israel, que no para de marearle

Netanyahu se ha salido con la suya una vez más y seguirá construyendo en los territorios ocupados. El anuncio de noviembre, cuando prometió una 'congelación' de las obras en las colonias judías, se ha revelado como una afirmación vacía. Por todas partes las obras siguen adelante, hasta en los lugares más apartados. Los inspectores del Ministerio de la Vivienda que deberían controlarlas parece que se los ha tragado la tierra, o están tan asustados que no se atreven a hacer su trabajo.

La Liga Árabe aprobó la reanudación de las negociaciones por 13 votos a favor, con la única voz discrepante del titular de Exteriores sirio, Walid al Muallem. Los sirios saben por experiencia que las negociaciones con Israel no sirven de nada. Al fin y al cabo, la expansión judía en los Altos del Golán que fueron arrebatados a Siria en 1967 anda pareja con la de Cisjordania.

Israel no está interesada en la paz, o al menos no lo ha estado hasta ahora. Ha preferido gestionar la crisis mientras expandía las colonias y nada indica que los dirigentes hebreos vayan a cambiar sus objetivos en los próximos cuatro meses. El resultado más peligroso de las negociaciones que ahora se inician sería un acuerdo al estilo de Oslo, que tan bien se recibió en Occidente en 1993 y que a la postre resultó ser una proyección amplificada del conflicto.

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