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Reino Unido se pierde en busca de un lugar en el mundo del siglo XXI

La dimisión de Liz Truss provoca una inusitada crisis de identidad política en el país, en medio de la crisis por la guerra en Ucrania y sin terminar de hacer la digestión del Brexit. Los conservadores buscan a la carrera un nuevo líder (que sería el tercer primer ministro en dos meses), mientras que desde la oposición laborista y desde la calle se pide la convocatoria de elecciones.

Un miembro del Partido Conservador británico luce unos calcetines con los colores de la Union Jack, como se conoce popularmente a la bandera de Reino Unido, durante el congreso anual de la formación celebrado en Birmingham en pasado octubre. REUTERS/Toby
Un miembro del Partido Conservador británico luce unos calcetines con los colores de la Union Jack, como se conoce popularmente a la bandera de Reino Unido, durante el congreso anual de la formación celebrado en Birmingham en pasado octubre. Toby Melville / REUTERS

"¿Ser o no ser?", se preguntó el inglés William Shakespeare a través de Hamlet. Han pasado más de cuatro siglos desde que el príncipe danés cuestionó su existencia y la incertidumbre del futuro.

Los ingleses de hoy viven también una crisis de identidad, política y vital, provocada por la inmediatez de la pandemia y la guerra en Ucrania, por el sustrato del Brexit y por la alarma del fallido plan económico de la dimisionaria primera ministra Liz Truss. La ubicación geográfica, una isla en un rincón de Europa, les hace creer que están lejos del Viejo Continente. Andan perdidos en busca de un lugar en el mundo del siglo XXI.

Liz Truss, tras apenas mes y medio en el cargo, ha dimitido diciendo que  "hemos presentado un plan para rebajar impuestos y estimular el crecimiento económico con la ventaja que nos dan las libertades del Brexit". Pero no ha podido aplicar sus medidas, incluida la rebaja de impuestos a los ricos, por el fuerte rechazo que suscitó su plan económico en los mercados financieros.

No ha identificado las libertades del Brexit, más psicológicas que tangibles, puesto que Reino Unido ha perdido un 16% del comercio con la Unión Europea. La salida del club comunitario es un proceso del que todavía no se ha terminado de hacer la digestión.

Vista al atardecer de la entrada del número 10 de Downing Street, donde tiene su sede y su residencia el jefe del Gobierno británico, en Londres. REUTERS/Toby Melville
Vista al atardecer de la entrada del número 10 de Downing Street, donde tiene su sede y su residencia el jefe del Gobierno británico, en Londres. Toby Melville / REUTERS

Esta semana se vivió en Westminster una agitada sesión, en una votación de una propuesta de los laboristas para prohibir el fracking en las islas, que se acabó convirtiendo en un voto de confianza hacia la premier, partidaria de legalizar la perforación subterránea. Finalmente, los tories se lograron imponerse por un amplio margen de 96 votos (326 frente a 230) y se rechazó la propuesta, pero después de una alborotada sesión con gritos, empujones y fugas de diputados conservadores. El diputado laborista Chris Bryan dijo que "el caos y las escenas ocurridas en los Comunes parecían más del Parlamento italiano que del británico". 

Cinco primeros ministros en seis años

El cúmulo de circunstancias adversas es inaudito: cuatro primeros ministros en seis años y se acerca el quinto, que será además el tercero en dos meses; el Brexit todavía sin resolver en Irlanda del Norte; la pérdida de prestigio de Reino Unido en instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco de Inglaterra o los mercados a raíz de las medidas anunciadas un día y revocadas al siguiente; la caída de la libra esterlina a niveles históricos; el fallecimiento de Isabel II rubrica el fin de la era imperial (ya sólo quedan micro territorios como Gibraltar o las Malvinas); la fractura de Escocia, que votó por permanecer en la UE...

Y en la cumbre de todo, el turbulento estado del Partido Conservador, dominante en los últimos 150 años, abierto en canal entre moderados y radicales, brexiteros y proeuropeos, y tradicionalistas y modernizadores, dando bandazos e improvisando las normas para elegir un nuevo líder en poco más de siete días, que de rebote será primer ministro sin que el electorado diga esta boca es mía.

Con razón, políticos y ciudadanos piden primero estabilidad política y económica, después reformas.

Los miembros de una familia pasan junto una 'Union Jack', como se conoce popularmente a la bandera de Reino Unido,  desplegada en el escaparate de una tienda en la localidad británica de Sunderland. REUTERS/Lee Smith
Los miembros de una familia pasan junto una 'Union Jack', como se conoce popularmente a la bandera de Reino Unido, desplegada en el escaparate de una tienda en la localidad británica de Sunderland. Lee Smith / REUTERS

En la calle, muchos ciudadanos asisten perplejos al trajín que protagonizan los tories. En el distrito de Finchley, norte de Londres, representado durante décadas por Margaret Thatcher, muchos optan por un repuesto rápido a Liz Truss. Paul McDonald, agente inmobiliario, asegura a Público que "necesitamos un nuevo líder que unifique y reconcilie el partido, y que provea estabilidad y el programa necesarios para enfrentarse a la crisis económica que está haciendo mucho daño a demasiados sectores sociales".

La búsqueda de un líder unificador que frene el aumento de los tipos de interés, del coste de las hipotecas, del precio de la energía y de la cesta de la compra se ha convertido en la consigna que se repite, pero no se consigue.

Carteles anunciando varias ofertas en un supermercado en Londres. EFE/EPA/ANDY RAIN
Carteles anunciando varias ofertas en un supermercado en Londres. ANDY RAIN / EFE/EPA

En el distrito de Kentish Town, cerca de Finchley, el líder laborista Keir Starmer ocupa el escaño por mayoría aplastante. En su calle mayor, llena de tiendas y cafeterías de cadenas internacionales, dos de cada tres transeúntes quieren elecciones anticipadas aduciendo que los conservadores no tienen mandato del electorado para gobernar.

"La crisis es internacional; pero aquí empeora por los errores políticos que cometen los tories. Vamos de mal en peor y cada vez nos acercamos más a la pequeña y aislada little England (pequeña Inglaterra); es una vergüenza en lo que han derivado doce años de políticas conservadoras, y con Liz Truss hemos tocado techo: las desigualdades son cada vez mayores", dice con tono tenso Nicky Richmond, profesora jubilada, con voto oscilante, según manifiesta

La búsqueda de un candidato

El sistema político atribuye al primer ministro la competencia de convocar elecciones anticipadas. La actual legislatura no acaba hasta diciembre de 2024.

El dirigente del Partido Conservador británico Rishi Sunak, en frente de su domicilio en Londres.
El dirigente del Partido Conservador británico Rishi Sunak, en frente de su domicilio en Londres. Wire/dpa/Beresford Hodge/PA / EUROPA PRESS

El que conoce bien el Partido Conservador es Roger Freeman (los dioses se conjuraron para darle un apellido que lleva con engreimiento), exconcejal del Ayuntamiento de Camden y miembro activo de la formación política. Atiende a Público y este es su análisis: "Esto es una crisis de procedimiento, no de identidad política; hay demanda para un gobierno de centro-derecha o centro-izquierda, incluidos los liberales, que podría satisfacer a los laboristas excluyendo el ala izquierda. No obstante, hasta la semana que viene no sabremos si el Partido Conservador puede unirse bajo un candidato que genere estabilidad para los próximos dos años. A mi parecer, la única persona que puede hacerlo es Penny Mordaunt [actual presidenta del Parlamento]; sus cualidades son desconocidas, si bien, no provoca rechazos como Rishi Sunak [exministro de Economía e iniciador de la caída de Boris Johnson], a quien voté y es muy capaz como gestor económico, pero dudo de sus atributos políticos".

Liz Truss tardó seis semanas en ser elegida; su sucesor lo será en una semana. El voto de diputados y afiliados conservadores legitimará el salto del nuevo líder a la jefatura del Ejecutivo británico, lo que hace de la tradicional democracia británica una demo-rancia para el siglo XXI, con derechos hereditarios incluidos en la Cámara de los Lores.

El activista anti-Brexit Steve Bray junto a un cartel que recoge las apuestas sobre qué dirigente del Partido Conservador será el nuevo primer ministro británico, en Londres. REUTERS/Henry Nicholls
El activista anti-Brexit Steve Bray junto a un cartel que recoge las apuestas sobre qué dirigente del Partido Conservador será el nuevo primer ministro británico, en Londres. Henry Nicholls / REUTERS

Roger Freeman se coloca al centro del partido en el que los brexiteros continúan marcando el paso. "El Brexit es importante para algunos obsesionados en ello; son pocos en número para el poder que han acumulado en el partido; es interesante el hecho de que han callado ante el fracaso de controlar la inmigración ilegal", comenta el exconcejal. A su parecer,  "depende del nuevo líder, la recuperación del partido, que, no obstante, ha sobrevivido a mayores divisiones en los últimos 200 años y no se ha roto, hasta el momento".

Las encuestas colocan al Partido Laborista 31 puntos por delante del Conservador en medio de estas corrientes turbulentas. Gane quien gane las elecciones, si llegan a celebrarse, se encontrará con una inestabilidad política y un agujero económico superlativos.

Billetes y monedas de libras esterlinas en la caja registradora de una bar en Manchester. REUTERS/Phil Noble
Billetes y monedas de libras esterlinas en la caja registradora de una bar en Manchester. Phil Noble / REUTERS

El sistema democrático británico se ufana del vínculo directo de los diputados con el distrito electoral al que representan, por encima de la disciplina parlamentaria del partido. El ex primer ministro Boris Johnson, que suena en las quinielas como candidato resucitado, criticó a los diputados, y ministros que lo forzaron a dimitir (los mismos que lo eligieron inicialmente) asegurando que "se dejan llevar por el instinto del rebaño".

Una práctica frecuente en todas las democracias, la de seguir el rebaño o perpetuar una determinada narrativa política, que ahora también se cuestiona en Reino Unido. ¿Cómo pudieron equivocarse con Liz Truss para que se revelara incompetente tan pronto?

La primera ministra en funciones vivió sus dos primeras semanas en Downing Street bajo el duelo oficial por la muerte de Isabel II. La publicación de los Presupuestos de su gobierno resultó en una rápida sentencia de muerte política y el desbarajuste actual.

Carlos y Camila no serán 'homeless'

El Gobierno no es el único en crisis existencial: el rey Carlos III no logra dibujar el modelo de institución que quiere personificar; y anuncia una monarquía low cost que no acaba de concretar, aunque está en ello.

Los cambios, todavía no oficiales, por los que se decanta Carlos III apuntan a prescindir del Palacio de Buckingham como vivienda real. Pasaría al Estado, que la podría abrir al público. Con nueve residencias reales, renunciar a dos no convertirá a Carlos y su esposa Camila en homeless.

El número de miembros de la familia real con agenda oficial y asignación económica del Estado también está bajo escrutinio, con la intención del nuevo rey de reducirlo al mínimo.

Banderas de Reino Unido a media asta en la avenida hacia el Palacio de Buckingham, tras el funeral por la reina Isabel II, en Londres. REUTERS/Maja Smiejkowska
Banderas de Reino Unido a media asta en la avenida hacia el Palacio de Buckingham, tras el funeral por la reina Isabel II, en Londres. Maja Smiejkowska / REUTERS

De lo que no chista Carlos III es de la publicación de la fortuna privada de la familia real. Una información a la que van detrás varios medios de comunicación británicos que no consiguen sacar agua clara sobre qué y cuánto posee la familia Windsor, a la que varios ministerios sufragan gastos. El low cost, por consiguiente, queda reducido al gancho engañoso que utilizan los medios cortesanos para perpetuar la idea de que la monarquía se moderniza y se aprieta el cinturón en momentos de crisis económicas, como el resto de la ciudadanía. Discursos que calan.

Lo que ahora adquiere mayor prioridad para proyectar una nueva imagen del reinado de Carlos III es la ceremonia de coronación del próximo 6 de mayo. El origen divino de la monarquía, que se recalcó en la proclamación del rey a la muerte de Isabel II, no se sabe cómo quedará de camuflado para la nueva testa coronada de Reino Unido, a quien se oyó a micrófono abierto recibir a Liz Truss con un "¡Dear, oh dear!" (¡Querida, oh querida!).

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