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El rey de Arabia Saudí da por
perdido a Obama y ya mira al próximo inquilino de la Casa Blanca

La visita de dos días del presidente de EEUU a Riad no tiene que ver sólo con el gran negocio de la venta de armas, sino que también expone la gran distancia
que separa a los dos países en numerosos conflictos regionales.

Barack Obama junto al rey saudí, Salman bin Abdelaziz. - REUTERS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

JERUSALÉN.- “Yo y el pueblo saudí estamos muy satisfechos de que usted, señor presidente, venga al reino”, dijo cortésmente el rey Salman al recibir el miércoles en su palacio de Riad a Barack Obama, que acaba de visitar Arabia Saudí por cuarta vez en los últimos siete años, una circunstancia que no ha hecho con ningún otro país del mundo.

Pero mientras Salman decía estas sencillas palabras, la comidilla en las redes sociales era que el rey no había acudido al aeropuerto de Riad a recibir a su invitado, ni la televisión saudí había transmitido su llegada en directo, como sí había hecho en las tres ocasiones anteriores, y como había hecho un poco antes con la llegada de los príncipes de las monarquías del Golfo, a los que Salman sí que acudió a dar la bienvenida al aeropuerto.

Estos detalles no han pasado desapercibidos a nadie y reflejan la tirantez existente entre Riad y Washington, una tensión que ha crecido especialmente desde que el verano pasado los estadounidenses alcanzaron un acuerdo con Teherán acerca del programa nuclear iraní. En Riad, como en Israel, han considerado ese compromiso como alta traición.

Las posiciones de los dos países chocan en casi todos los conflictos regionales, desde Irán, pasando por los Hermanos Musulmanes egipcios, continuando con Siria y Líbano y terminando con Irak o Yemen

Las posiciones de los dos países chocan en casi todos los conflictos regionales, desde el mencionado de Irán, pasando por los Hermanos Musulmanes egipcios, continuando con Siria y Líbano y terminando con Irak o Yemen. Además, su lejanía es también manifiesta en un tema adicional que dará mucho que hablar por lo menos hasta que Obama abandone la Casa Blanca en enero, y seguramente más allá de esa fecha.

Este asunto tiene que ver con un documento de inteligencia de 28 folios que en su momento examinó el Congreso de Estados Unidos, donde se analizan los atentados del 11-S de 2001. Durante años se ha considerado que este texto clasificado vincula a Arabia Saudí, o algunos de sus dirigentes, con los atentados, algo que niega Riad. El hecho de que el documento todavía no se haya hecho público alimenta las especulaciones en ese sentido, a pesar de que en sus conclusiones, según se ha filtrado, se indica que ningún alto funcionario saudí tuvo que ver con los ataques.

Sin embargo, los rumores han sido tan insistentes que el Congreso actualmente está examinando, con el apoyo de republicanos y demócratas, un proyecto de ley que permitiría que ciudadanos estadounidenses pudieran denunciar ante los tribunales a Arabia Saudí, y a sus dirigentes por separado, por aquellos atentados. Riad ha amenazado con retirar un billón de dólares de los bancos estadounidenses si el Congreso aprueba la ley.

La posición de Obama es contraria a la iniciativa del Congreso y así lo ha hecho constar. El presidente argumenta que esta ley se podría utilizar contra Estados Unidos en todo el mundo puesto que las tropas americanas intervienen en numerosos países y podrían ser denunciadas por crímenes de guerra en sus tribunales.

barack Obama charla con el príncipe heredero de Abu Dhabi, Sheikh Mohammed bin Zayed al-Nahyan, - REUTERS

Barack Obama charla con el príncipe heredero de Abu Dhabi, Sheikh Mohammed bin Zayed al-Nahyan, - REUTERS

La cuestión es que si el Congreso aprueba el proyecto de ley, lo más probable es que Obama lo vete, pero al presidente estadounidense apenas le quedan unos meses de mandato y no se sabe qué hará su sucesor. Por este motivo, los saudíes están presionando a los americanos para que corten el asunto de raíz y rechacen el proyecto de ley.

Pero los contenciosos van mucho más allá y la experiencia del año que Salman ha estado sentado en el trono le dice que no puede esperar cambios significativos de Obama, de manera que la administración saudí ya está mirando al futuro presidente con cierta preocupación pero con la esperanza de que no sea tan malo como el actual.

Sin embargo, Estados Unidos continúa asistiendo la temeraria aventura saudí en Yemen, donde los bombardeos aéreos han causado más de 3.200 muertos civiles y las bombas son de EEUU. El jueves distintas organizaciones no gubernamentales entre las que se encuentran Amnistía Internacional y Human Rights Watch han pedido a Obama que suspenda el envío de bombas que tantas bajas civiles están causando.

Uno de los puntos en la agenda de Obama en Riad ha sido confirmar la venta masiva de armas a los saudíes y sus aliados del Golfo por valor de 33.000 millones de dólares

De hecho, uno de los puntos en la agenda de Obama en Riad ha sido confirmar la venta masiva de armas a los saudíes y sus aliados del Golfo por valor de 33.000 millones de dólares. El problema es que Washington pierde el control sobre esas armas en cuanto llegan a su destino o mira para otro lado cuando se usan, como ocurre en Yemen.

En una reciente entrevista con la revista Atlantic, Obama ha pedido públicamente a los saudíes que encuentren un equilibrio pacífico con Irán, pero la inquina de Riad con Teherán, que se ha agudizado bajo el reinado de Salman, es tal que una reconciliación es de todo punto imposible, o al menos no está a la vista. Esta inquina ha conducido a una visible aproximación entre saudíes e israelíes.

Otro punto contencioso es Siria, donde los saudíes consideran que se ha producido otra traición de sus aliados. Riad quiere imponer un régimen suní a pesar de la enorme complejidad del mosaico de Siria, donde el 40% de la población pertenece a distintas minorías religiosas o étnicas.

Además, se da la circunstancia de que poderosos grupos yihadistas apoyados por los saudíes, como Arhar al Sham y Yaish al Islam, que a pesar de su tremendo currículo Washington considera “moderados”, están detrás de la mayor parte de las violaciones del acuerdo de alto el fuego que entró en vigor el 27 de febrero tras arduas negociaciones entre Washington y Moscú.

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