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Economía Rumanía registra el mayor crecimiento económico de la UE, pero los jóvenes emigran del país

A pesar de que el país ostenta el mayor crecimiento económico de la Unión Europea para el tercer trimestre del 2017, los jóvenes rumanos prefieren emigrar a causa de los bajos sueldos, la corrupción y la falta de confianza en el sistema público

El Palacio del Pueblo, ubicado en el centro de Bucarest

Rumanía ha obtenido en el año 2017 el mayor crecimiento de toda la Unión Europea, un 5,7 %, según datos de EUROSTAT, siguiendo así con el alza económico de los últimos cuatro años. Pero si se contempla el aumento del número de personas que viven en la pobreza, un 25%, parece claro que estas cifras no han tenido demasiadas repercusiones en los bolsillos de los rumanos y tampoco en las infraestructuras publicas del país. “El boom económico se ha basado sobre todo en el consumo”, según explica Marin Florian, representante del Bloque Nacional Sindical de Rumanía, “y tiene efectos positivos ahora mismo, pero sus implicaciones pueden ser negativas a largo plazo”.

En lași, una ciudad del Norte de Rumanía, uno de los llamados “polos de desarrollo del país”, ciudades que concentran el desarrollo económico de toda una región, la construcción de un inmenso centro comercial y de negocios ha dinamizado la vida económica. En el área del Palas Mall se juntan supermercados, tiendas de marcas extranjeras con precios más altos que en España, restaurantes, librerías y parques. Alrededor ha proliferado la construcción de edificios para oficinas u hoteles de lujo. Alquilar un diminuto estudio por unos 340 euros en la zona de Palas Mall, trabajar en una de las multinacionales de la industria informática alojadas en el área y matar el tiempo en los inmensos centros comerciales o restaurantes de la zona, ir de compras a Dubái o de vacaciones a las Maldivas, eso significa tener acceso al boom económico. No es sólo un signo de relativo bienestar, sino también de pertenencia a una clase media.

Florina Varu trabaja como dependienta por el salario mínimo, unos 1065 lei netos, unos 235 euros

A 10 minutos en autobús del área del nuevo boom, de Palas, en una tienda de alimentación, Florina Varu trabaja como dependienta por el salario mínimo, unos 1065 lei netos, unos 235 euros. Ella forma parte del 30% de trabajadores rumanos que están contratados con el salario mínimo y que poco acceso tienen al mundo de Palas Mall, pero reconoce que, aunque no pueda comprar, le gusta ir por las tiendas de Palas, “para dar un paseo”. En lași no sólo las multinacionales han abierto sucursales. El bajo coste de la vida y de los estudios universitarios han convertido la Facultad de Medicina en un atractivo para estudiantes extranjeros procedentes de Israel, Túnez y Francia. El mercado inmobiliario está en ebullición y los bares de noche han llenado el centro de la ciudad. Sin embargo, es muy probable que muchos de los jóvenes rumanos que acaban sus estudios en esta Universidad, opten por trabajar en el extranjero.

Marin Florian, Presidente de la Federación sindical de Rumanía

Marin Florian, representante del Bloque Nacional Sindical.

Según datos del Colegio de médicos, desde 2007 han emigrado más de 43000 profesionales sanitarios entre médicos, enfermeras y odontólogos. Un 17% de la población de Rumanía ha dejado el país, más de tres millones de personas, uno de los porcentajes más elevados del mundo para un país que no ha atravesado ningún conflicto interno.

Detrás del boom económico

La principal causa que empuja a los jóvenes a emigrar son los bajísimos salarios, pero no es la única. “Desde 2016 hasta hoy hemos experimentado una equiparación de los sueldos rumanos con los europeos en un 20%, mientras que los precios se han acercado un 50% a los europeos” explica la politóloga Victoria Stoiciu de la Fundación Friedrich Ebert de Bucarest que ha lanzado junto con otras entidades la campaña Que te cunda el trabajo, para llamar la atención sobre las condiciones laborales. “Si hablamos de precios, un trabajador en Rumanía debe trabajar una hora para un litro de leche y en Inglaterra cuatro minutos”.

La corrupción, las deficiencias de los servicios públicos y el ambiente político son otras causas de emigración

La corrupción, las deficiencias de los servicios públicos y el ambiente político son otras causas de emigración. “La falta de mejora de los servicios públicos y la administración nada simpática con el ciudadano son otros detonantes. Con un sistema y un ambiente político que no generan confianza, se entiende que los ciudadanos no quieran regresar a Rumanía” añade en una entrevista en Bucarest Marin Florian.

En este mes de diciembre han continuado las protestas contra la corrupción que se han mantenido todo el año 2017. Miles de personas han regresado a las calles con lemas como “Ladrones”, “Os estamos viendo”. El mismo Presidente del Partido Social Demócrata que está en el Gobierno y Presidente del Congreso de los Diputados, Liviu Dragnea está implicado en varios escándalos por corrupción. Al mismo tiempo, se ha propuesto una ley de reforma de la Justicia, mediante la cual los magistrados serían sometidos al control del Estado, una medida que resta independencia a la justicia y que ha sido duramente criticada por la Unión Europea.

Competitividad basada en mano de obra barata

La política de competitividad de Rumanía se ha sostenido en los últimos años en una oferta de mano de obra barata y un sistema de ventajas fiscales para los inversores: “Muchas veces escuchamos que no se suben los sueldos porque se van los inversores. Está claro que existe un desnivel entre un sueldo de Rumanía y uno de España por ejemplo, aunque el empresario aquí aumente el sueldo, sigue siendo un 50% menos” aclara Stoiciu.

La modificación legislativa del 2011, la llamada ley del dialogo social ha cambiado las condiciones de los convenios laborales de forma que el sueldo ya no se relaciona, como antes, con el nivel de estudios del empleado, lo que ha determinado un aumento de los empleados retribuidos con el sueldo mínimo interprofesional, los 235 euros. A fecha de hoy más de un millón de trabajadores sólo reciben ese salario que no cubre las necesidades básicas.

En Bucarest un sueldo medio ronda los 650 euros y en el resto del país el promedio baja a unos 450

“Los jóvenes no aceptan trabajar por estos sueldos y prefieren irse. Eso explica, por otro lado, el actual déficit de mano de obra” añaden desde la Fundación Friedrich Ebert. En Bucarest un sueldo medio ronda los 650 euros, en función de la empresa y del sector en el que se trabaja, y en el resto del país el promedio baja a unos 450.

La misma ley del 2011 ha disminuido la capacidad de negociación de los sindicatos. “Si quieres montar un sindicato en Rumanía necesitas 15 empleados de la misma empresa. Si quieres montar un partido necesitas 3 personas. Más de un 90% de las empresas no llegan a los 15 empleados, esta claro que el marco legal no ayuda”, declaran desde la Federación Sindical.

En este contexto, Rumanía se ha vuelto un offshore de mano de obra barata para grandes marcas extranjeras, entre ellas Zara. Se delega la producción en fábricas textiles rumanas que envían sus productos al país extranjero. Tras pasar por una larga cadena de intermediarios, parte de la misma ropa hace el camino de vuelta a Rumanía para ser vendida a precios multiplicados. En la industria textil los trabajadores están contratados con el salario mínimo, los 235 euros netos, lo que aumenta el margen de beneficio de dichas empresas. En octubre del 2017, Zara ha abierto en Bucarest una de sus tiendas más grandes del sureste de Europa.

Centro comercial en Iasi

Centro comercial en Iasi

La misma legislación del 2011 ha favorecido la generalización en las empresas de las horas extras. La ya citada campaña, Que te cunda el trabajo, también quiere mostrar que hacen falta proyectos de leyes que permitan una mayor democracia económica, sin abusos laborales. “Las horas suplementarias de trabajo se deben en parte al hecho de que los sueldos son tan bajos que la gente trabaja horas extras para poder tener una vida decente. Aunque se informe al Ministerio de Trabajo, la multa es de un máximo de tres mil lei, que para una empresa grande no son nada” (Victoria Stoiciu).

Mircea Constantin, instructor de personal de cabina en la empresa de vuelos Wizz Air, ha intentado montar un sindicato para reclamar precisamente una mejora de las condiciones laborales. Ha trabajado en la empresa 7 años, hasta que ha sido despedido después de organizar el sindicato. “Decían que el sindicato era un cáncer para la compañía y nos han dado una semana para disolverlo”, explica en una entrevista por Skype. Cuenta que las condiciones laborales de los miembros del personal de cabina se habían deteriorado en los vuelos low cost, sumando de dos a cuatro vuelos diarios, “unas 12 horas en la que la empresa te aseguraba una comida, es decir un bocadillo. El sueldo inicialmente era alrededor de los 800 euros que además incluían las dietas”.

Añade que tras formar el sindicato, 19 trabajadores han sido despedidos y “muchos han sufrido acoso psicológico, tenían hipotecas y deudas”. Ahora ha ganado el juicio para ser readmitido en la empresa, pero explica que no lo dejan trabajar. Colabora con el sindicato de personal auxiliar de vuelo de Dinamarca, Flight Personal Union y cree que la situación laboral de sus colegas ha mejorado: “este sindicato puede sentar un precedente y las condiciones laborales pueden ser otras”. Marin Florian opina que uno de los caminos a seguir deberían centrarse en el desarrollo de la innovación, en una economía que salga del low cost tecnológico actual, lo que significaría invertir en las nuevas tecnologías y en los salarios de los jóvenes, para que ellos se queden en el país, “un cambio de todo el paradigma laboral, con miras a largo plazo, no sólo al consumo inmediato".

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