Este artículo se publicó hace 2 años.
Rusia y China estrechan su alianza sin rodeos, presionados por Occidente y la crisis económica
Vladímir Putin y Xi Jinping se han reunido en Uzbekistán por primera vez desde el comienzo de la guerra de Ucrania con una apuesta decidida por reforzar la relación de Rusia y China ante la presión de Occidente y los estragos de la crisis.
Madrid-Actualizado a
La guerra de Ucrania y la presión occidental para situar a Rusia y China en un renovado "eje del mal" ha acercado si cabe más a Moscú y Pekín, que ya fomentan su alianza global sin reservas y a pesar de los reveses que el Kremlin pueda sufrir en el campo de batalla.
Putin y Xi apuestan por un nuevo paradigma energético que sirva de alternativa al suministro ruso de hidrocarburos a Europa, permita capear la recesión en ciernes y debilite la incidencia de las sanciones occidentales habidas y por haber como represalia por las políticas exteriores del Kremlin y el Gobierno chino.
China quiere trabajar con Rusia codo con codo para "promover el desarrollo del orden internacional en una dirección más justa y racional", afirmó este lunes el responsable del Partido Comunista Chino para Asuntos Internacionales, Yang Jiechi, tras una reunión con el embajador ruso en Pekín, Andréi Denisov.
El encuentro entre Xi y Putin, clave para impulsar los lazos bilaterales
La legendaria ciudad de Samarcanda, en Uzbekistán, acoge la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), integrada por China, Rusia, India, Pakistán y las repúblicas centroasiáticas de Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán. Asia Central es uno de los escenarios donde se estaba fortaleciendo más la cooperación entre Moscú y Pekín.
La guerra de Ucrania y sus consecuencias políticas y económicas han puesto más de relieve para los dos países la necesidad de forjar una sólida alianza en un área del mundo donde es más débil la presencia de su principal antagonista global, Estados Unidos. Es en Asia Central, en la cuenca del mar Caspio, donde se concentran también algunos de los mayores yacimientos de hidrocarburos del mundo, que, si hasta hace bien poco tenían como principal cliente potencial Occidente, ahora son China e India los mercados con mejores perspectivas de desarrollo.
Durante este medio año de guerra en Ucrania, el Gobierno chino había mostrado cierta cautela a la hora de mostrar su apoyo a Rusia y había apostado por la negociación, sin llegar nunca a condenar a Moscú por la invasión. Sin embargo, el incremento de las tensiones de Washington y Pekín sobre Taiwán, y los problemas económicos que sufre el gigante asiático, derivados de la grave crisis inmobiliaria, la sequía y los devastadores efectos aislacionistas de la política covid cero preconizada por Xi, han reforzado a quienes ven en Rusia un clavo ardiente al que agarrarse.
Los últimos reveses sufridos por Rusia en Ucrania, con una fuerte contraofensiva lanzada por las tropas del Gobierno de Kiev y un eventual giro en la contienda, han dejado a Putin y la cúpula militar rusa en una posición complicada ante quienes en su país demandan negociaciones de paz y aquellos que abogan por endurecer la campaña militar. En este escenario, el Kremlin ve en Pekín un aliado para afrontar sobre todo los efectos de las sanciones occidentales por la invasión de Ucrania.
La cumbre que han celebrado Putin y Xi (quien solo confirma su asistencia a este tipo de eventos en el último momento) ha sido su primera reunión desde que Rusia invadiera Ucrania el pasado 24 de febrero. Xi ha visitado antes Kazajistán, en su primer viaje exterior desde el comienzo de la pandemia, que aún mantiene en su país populosas ciudades confinadas.
Un mes después de la cita de Samarcanda, el 16 de octubre, Xi protagonizará el XX Congreso del Partido Comunista Chino, donde está prevista su reelección por tercera vez para dirigir su país, algo inédito en el proceso político de China. En una reunión reciente con el presidente del Comité Permanente de la Asamblea Nacional Popular china, Li Zhanshu, el líder ruso deseó a Xi un "exitoso vigésimo Congreso" del PCCH y confirmó su encuentro en Samarcanda.
Una alianza forjada sobre la guerra y las sanciones de la UE
La cumbre de Xi y Putin se ha producido en el marco del incremento de su cooperación en materia de energía, un arma que Rusia está empleando para tratar de torcer el brazo de Europa en su apoyo con armas, dinero y diplomacia a Ucrania. Tal estrategia ha llevado a Moscú a cerrar el gasoducto Nord Stream I que suministraba ese combustible a muchos países de la Unión Europea. Los cortes en el gas ruso están detrás de la subida de precios de los hidrocarburos y de la inflación que afecta a todo el continente europeo y a buena parte del planeta.
Inflación de la que no se libra tampoco China, de ahí que el nuevo acuerdo con Rusia puede marcar un antes y un después en la relación energética entre ambos países. El pasado martes, el gigante estatal ruso Gazprom indicó que había firmado un acuerdo con China para que los pagos por el gas que esa compañía distribuye sean en yuanes y rublos en lugar de dólares. Este paso reduce la dependencia de Moscú del sistema financiero estadounidense y alivia la presión de las sanciones internacionales a Moscú.
Putin condenó estas sanciones en el VII Foro Económico Oriental, celebrado el 7 de septiembre en la ciudad rusa de Valdivostok. Según el presidente ruso, muestran la intención de Occidente de "imponer un modelo de comportamiento a otros países, privarlos de su soberanía y subordinarlos a su voluntad". El conflicto de Ucrania servirá así para fortalecer la soberanía rusa, según Putin.
"No hemos perdido nada y no perderemos nada", subrayó.
El gas ruso dejará de fluir hacia el oeste y lo hará hacia el este
Ante la amenaza de la Unión Europea de imponer un precio tope al gas ruso, Putin lanzó su propia advertencia: si Bruselas toma esa decisión, Europa no recibirá gas, petróleo o carbón rusos. Entonces China se beneficiaría de esos topes europeos a los precios de los hidrocarburos rusos. En la reunión de Samarcanda los dirigentes ruso y chino podrían abordar la inyección de inversiones chinas en los sistemas de gasoductos del sur de Siberia destinados a transportar gas ruso hacia China o la construcción de nuevos conductos de combustible desde las reservas del Caspio hacia el gigante asiático.
Tampoco sería descartable alguna propuesta en materia de seguridad para el continente asiático. Rusia y China han incrementado en los últimos meses su cooperación militar con la participación en maniobras conjuntas en Siberia, el mar de Ojotsk, el mar del Japón y el de China Meridional, con un creciente interés por parte de India, algunos de cuyos efectivos han tomado parte en esos ejercicios.
Ninguno de los dos países olvida que en la cumbre de la OTAN celebrada en junio en Madrid, el concepto estratégico de la Alianza Atlántica los definía de hecho como contrincantes. En el caso ruso como una amenaza abierta y en el chino como un desafío para la estrategia comandada por Estados Unidos en la región de Asia Pacífico.
India, el tercero en discordia
La incorporación de India a las maniobras Vostok de principios de mes despertó una especial preocupación en Washington. Delhi, que tampoco ha condenado la invasión de Ucrania, tiene buenas relaciones con Moscú, su principal suministrador de armas, pero mantiene un difícil contencioso territorial con Pekín en el Himalaya. Ahora, el acercamiento entre India y China ha alertado a Estados Unidos, que ve quebrada su intención de trazar una línea entre quienes subscriben su estrategia global y quienes la rechazan totalmente. India, que en octubre tiene previstas maniobras militares precisamente con Estados Unidos en el Himalaya, viene a decir que ese mundo bipolar no entra en sus planes geopolíticos y que su interés en el gas y el petróleo rusos es clave para su propia hegemonía en el sur de Asia (ante Pakistán y Australia, por ejemplo).
Dos países que se necesitan, pese a la desigualdad
La alianza sino-rusa podría ser clave para que Moscú aguante el desgaste de la guerra, sustituya algunas de sus exportaciones de gas y crudo a Europa por el suministro a China e India, y debilite el sistema de sanciones con ese nuevo paradigma de pagos internacionales que surfea al dólar y el euro.
Pero su posición ante China es desigual. Pekín tiene la sartén por el mango en sus relaciones económicas con Moscú y la balanza comercial se inclina hacia el lado chino, que podría imponer los precios que quisiera al gas y petróleo rusos si se corta todo suministro a Occidente.
China, sin embargo, no puede jugar mucho tiempo al gato y al ratón con sus amigos rusos. La política de Covid Cero del presidente Xi ha debilitado la producción industrial y las exportaciones. Este aislacionismo podría acabar pronto, quizá con el anuncio del triunfo sobre la pandemia en el Congreso Nacional del PCCH. Entonces China necesitará de todos los recursos posibles para retomar su expansionismo económico. Con una Europa comida por la inflación y mareada por las advertencias estadounidenses sobre la maldad china con Taiwán, Rusia es el bastón que Pekín tiene más a mano.
En su alocución de Vladivostok, Putin fue tajante: "Por mucho que alguien quiera aislar a Rusia, esto es imposible". Las alianzas en la región "proporcionarán a nuestra gente colosales nuevas oportunidades", agregó.
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