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Siria La comunidad internacional da pasos hacia la normalización del régimen sirio

Los países del Golfo encabezan el acercamiento al régimen de Damasco para alejarlo de la órbita iraní, mientras las reticencias de otros actores internacionales son cada vez menos firmes.

Imagen de archivo de Bashar al Asad | REUTERS

Ocho años y más de 350.000 muertos después, Siria podría recuperar su asiento en la Liga Árabe. Ante el pragmatismo que impone una política de hechos consumados – la guerra toca a su fin y Bashar al Asad se ha alzado victorioso-, los Estados árabes ven como inevitable su reintegración en la escena diplomática regional, y el acercamiento a Damasco se está acelerando en la pugna por contrarrestar la influencia de Irán y Turquía en la zona.

Los Estados del Golfo, que al inicio de la revolución se lanzaron a respaldar a la insurgencia siria, lideran esta tendencia. A mediados de diciembre el presidente de Sudán, Omar Bashir, visitó Damasco, convirtiéndose en el primer jefe de Estado en pisar Siria desde el principio de la guerra en 2011; esa visita fue solo el tentempié: a finales de ese mes, Emiratos Árabes Unidos anunciaba la reapertura de su embajada en la capital siria, en el gesto más significativo de reconciliación hasta la fecha por parte de países del entorno. Bahréin le siguió y se espera que Kuwait haga lo propio en breve. Todos estos movimientos no podrían haberse producido sin el beneplácito y patrocinio de la principal potencia regional suní, Arabia Saudí. Según el medio Middle East Eye, a finales de 2018 tuvo lugar una reunión entre los jefes de inteligencia de Arabia Saudí, EAU y Egipto donde también habría estado presente el jefe de la Mossad, Yossi Cohen. El objetivo de la reunión, determinar los pasos a seguir para devolver a Siria a la Liga Árabe y frenar en seco a su aliado chií.

Otros Estados de la región también avanzan hacia la normalización de las relaciones comerciales con el régimen, como es el caso de Jordania, que reabrió su frontera sur con Siria el pasado octubre y acaba de nombrar a un encargado de Asuntos Económicos con base en la capital. Varias aerolíneas árabes se están preparando para restablecer sus rutas con Damasco y el país ha recibido varias delegaciones comerciales extranjeras en los últimos meses, al tiempo que delegaciones sirias visitan a otros países de la región.

“La guerra en Siria está llegando a su fin y en la actualidad, la mayoría de los países árabes está a favor de la reintegración del Damasco"

“La guerra en Siria está llegando a su fin y en la actualidad, la mayoría de los países árabes está a favor de la reintegración del Damasco. Todos parecen interesados en que vuelva a la Liga Árabe para contrarrestar la influencia iraní”, confirma Hilal Khashan, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Americana de Beirut.

Durante la última conferencia económica de la Liga celebrada hace dos semanas en Líbano, la posibilidad de la reintegración del estado paria fue lo más comentado entre bastidores, restando protagonismo al programa oficial del encuentro. El evento, de bajo perfil debido a la ausencia casi total de jefes de Estado y agriado por una disputa entre el anfitrión y Libia, que boicoteó el encuentro, fue un avance de la Cumbre política que tendrá lugar en marzo en Túnez. Aunque los expertos no esperan cambios drásticos en el estatus del régimen en las próximas semanas, no se excluye que el evento sirva para oficializar su regreso al seno de las naciones árabes, del que fue expulsado en 2011 tras la violenta represión de las manifestaciones anti-Asad.

En todo caso, hay que recordar que el régimen sirio nunca ha estado completamente aislado en ocho años de contienda. Estados árabes como Jordania, Líbano, Irak, Argelia y u Omán han mantenido sus lazos diplomáticos, y potencias como China o Brasil, amén de sus principales baluartes, Rusia e Irán, lo han apoyado sin fisuras todo este tiempo. En los últimos meses, actores menos evidentes, como Israel, también están pujando por una normalización, e incluso Turquía, valedora de los rebeldes en el último bastión insurgente de Idlib, empieza a sugerir que está dispuesta a trabajar con Asad si se dan ciertas condiciones.

“A diferencia de los vientos geopolíticos que golpearon a Sadam Husein en los noventa tras la primera guerra del Golfo, todo sopla fuertemente a favor de Al Asad”, subrayaba en The Guardian el reputado analista Hasan Hasan.

Occidente, entre la desidia y sanciones cada vez más tibias

Con el anuncio de su retirada militar del norte de Siria -que Donald Trump redujo gráficamente a dos palabras: “arena y muerte”-, Estados Unidos pone de manifiesto una vez más que no tiene intención de jugar un papel clave en la resolución del conflicto.

El caso de Europa difiere ligeramente; la mayoría de países cerraron sus embajadas entre 2011 y 2012, y se han mantenido críticos con el régimen desde entonces; la semana pasada, la Unión Europea anunció un nuevo paquete de sanciones contra magnates y empresarios del ladrillo sirios ligados a la planificación urbana de posguerra. Con ese gesto, Bruselas pretende desterrar cualquier idea de que haya vía libre para involucrarse en la reconstrucción del país si no media una solución política.

Pero la postura de la UE se resquebraja por varios frentes: Italia lleva meses amagando con reanudar relaciones diplomáticas con el país y a principios de enero, el ministro de Exteriores, Enzo Moavero Milanesi, anunció que está sopesando reabrir su embajada en Damasco. Se trataría del primer gran estado europeo en dar un paso de tal calibre hacia la normalización del régimen sirio, en contra de la línea oficial comunitaria y de pesos pesados como Francia, Alemania o Reino Unido, pero no es el único: en los últimos meses, altos representantes de Exteriores estados de Europa del Este como Polonia y República Checa han visitado el país; Praga, de hecho, ha mantenido a su embajador en Siria durante todo el conflicto. Más allá, “pese a sus diferencias con Damasco, muchos países europeos han seguido colaborando en materia antiterrorista con la inteligencia siria estos años. Esa cooperación tendrá un papel relevante en la normalización del régimen”, advierte el profesor Hilal Khashan.

“Nos preocupa profundamente que cualquier país considere restablecer relaciones diplomáticas con el régimen sirio"

El anuncio de Italia ha provocado la congoja de la oposición democrática: “Nos preocupa profundamente que cualquier país considere restablecer relaciones diplomáticas con el régimen sirio, responsable de crímenes de guerra y contra la humanidad”, advierte la activista Bissan Fakih, portavoz de la organización The Syria Campaign. Si finalmente se materializa la reapertura de su embajada en Damasco, “Roma estará siguiendo los pasos de países autocráticos como Emiratos Árabes o Bahréin. Esto no solo contradice la posición de la UE sino que sienta el peligroso precedente de que cualquier país puede cometer graves abusos contra los derechos humanos sin que haya consecuencias”, agrega, recordando que los países vecinos de Siria y la Liga Árabe “cortaron relaciones con Asad por su trato brutal a civiles y no deberían revertir esa decisión cuando nada ha cambiado”.

La rehabilitación de Damasco a nivel internacional también pone en suspenso el devenir de más 5,6 millones refugiados y millones más de desplazados internos. “El régimen, que considera que los rebeldes tienen millones de partidarios y ha dicho que hará lo posible por evitar que regresen, se está embarcando en un cambio demográfico de gran envergadura: quienes desean retornar están siendo investigados por la inteligencia siria y solo una pequeña parte están recibiendo el permiso. Si el ritmo actual se mantiene, la vasta mayoría no volverá”, asegura el profesor de la Universidad Americana de Beirut.

Bashar el Asad gobierna un país en ruinas pero ha ganado la baza, y es él quien decide cómo y dónde se reconstruye. Human Rights Watch ha documentado la destrucción o expropiación de miles de viviendas situadas en zonas exrebeldes para construir complejos empresariales y vivienda de lujo sin grandes o ninguna compensación a sus antiguos habitantes. Las organizaciones humanitarias extranjeras se ven obligadas a colaborar con el régimen para poder dar servicio a la población; empleados de estas agencias reconocen que para acceder a zonas bajo control gubernamental deben trabajar en coordinación y bajo la supervisión de la Media Luna siria, brazo asistencial del gobierno de Damasco.

"Estas organizaciones saben que están ayudando al régimen de alguna forma, pero la alternativa es no actuar..."

Sin dar nombres, la investigadora de la división de Oriente Medio de HRW Sara Kayyali, explica la situación de esas ONGs en el terreno: “Hay varias llevando a cabo tareas de rehabilitación de infraestructuras, como hospitales o escuelas, pero dependen del gobierno para obtener visados para sus trabajadores y permisos de acceso a esas áreas, así que se encuentran en una situación difícil”, señala. “Enfrentadas a la disyuntiva del 'todo o nada', estas organizaciones saben que están ayudando al régimen de alguna forma, pero la alternativa es no actuar... el problema es que su actividad al final se ve cooptada por el gobierno”, opina Kayyali.

Se estima que la reconstrucción del país costará entre 250.000 y 400.000 millones de dólares; dada la postura actual de la UE y el grifo igualmente cortado por parte de Naciones Unidas, “la reconstrucción del país correrá mayoritariamente a cargo de las ricas monarquías del Golfo”, considera Hilal Khashan; para esos Estados, restar poder a Irán es lo primordial y el bienestar de la población se sitúa al final de sus prioridades.

Al igual que ocurre con otros líderes de la zona como el presidente Al Sisi en Egipto o con el heredero saudí Mohamed Bin Salman, que pese a las violaciones flagrantes de los derechos humanos en sus respectivos países siguen contando con el apoyo directo o tácito de Occidente, Bashar Al Asad sabe que la pátina de legitimidad que le aportará regresar a la Liga Árabe es solo el comienzo de su rehabilitación en la comunidad internacional. En unos meses, medidas cosméticas que le hagan parece más flexible podrían ser la excusa suficiente para devolverle al club de los estados pseudo-respetables, esas dictaduras que pueden ser malas pero al menos “son eficaces”.

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