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Siria se convierte en el nuevo frente de guerra entre Rusia y la OTAN

El derribo por Turquía de un avión ruso en el norte de Siria abre nuevas incertidumbres en el conflicto de este país, cuyas ramificaciones pueden llegar más lejos de lo previsto y con consecuencias negativas para Europa y Oriente Próximo.

El avión ruso bombardeado por los cazas turcos. EUROPA PRESS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

JERUSALÉN – El avión ruso derribado el martes dentro de Siria por una caza turco no solo habla de la enorme complejidad que ha alcanzado el conflicto sirio, ni advierte solo de la precariedad de una situación que puede deteriorarse rápidamente con cualquier incidente, sino que expone claramente la agenda del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que es aceptada y apoyada desde Occidente y choca frontalmente con la de Moscú.

En la zona donde se produjo el derribo hay decenas de pueblos y aldeas turcomanos, una minoría siria de origen túrquico que siempre ha contado con la protección de Ankara. Con el agravamiento del conflicto a partir de 2012, estos grupos han formado sus propias milicias que cuentan con el suministro de armas y el apoyo financiero de Turquía.

Pero la cuestión va más allá ya que los turcomanos son quienes se encargan de meter en Siria las armas que los turcos y la CIA entregan generosamente a las distintas milicias que operan en esa zona del norte de Siria, incluidas las milicias yihadistas, que a su vez incluyen, entre otras, a las milicias del Frente al Nusra, el brazo de Al Qaeda en el país, aliado tácito de Occidente.

El caza ruso no fue derribado por cruzar unos metros el espacio aéreo turco sino por bombardear posiciones de las milicias turcomanas y yihadistas aliadas de Turquía

El caza ruso no fue derribado por cruzar unos metros el espacio aéreo turco, como afirma Ankara, sino por bombardear posiciones de las milicias turcomanas y yihadistas aliadas de Turquía. Ankara había avisado en distintas ocasiones para que se detuvieran esos bombardeos y había advertido a Moscú que eso constituía una línea roja.
Las advertencias fueron desoídas por la sencilla razón de que Moscú tiene sus propias líneas rojas, y en un lugar preferente figura la defensa de Lataquia, una ciudad cercana de mayoría alawí que en algunos aspectos constituye el feudo más significativo del gobierno de Damasco.

Las milicias que operan al norte de Lataquia con el apoyo de los turcos y de la CIA casi han puesto sitio a la ciudad, e incluso la han bombardeado, de ahí que el primer objetivo de la presencia rusa en Siria haya sido desbrozar la zona para evitar la caída de Lataquia.
Estas son las circunstancias que han conducido al derribo del avión ruso. Erdogan, que hace solo unos días obtuvo una imponente victoria electoral, sigue avanzando en el proceso de islamización de Turquía e impulsa el nacionalismo túrquico, en este caso apoyando a los turcomanos del norte de Siria. El miércoles se refirió a los turcomanos como “nuestros hermanos”.

Es significativo, sin embargo, que el nacionalismo que encarna Erdogan le sirva para lanzar bombas contra otro nacionalismo que opera a ambos lados de la frontera, el kurdo, que además cuenta con el apoyo incondicional de Estados Unidos y que se mantiene milagrosamente unido aunque hay síntomas perceptibles de quizá no sea durante mucho tiempo.

Conforme transcurre el tiempo se observa que Erdogan se afianza más en la ideología islamista, siendo la religión una de las rémoras atávicas del pasado que está cobrando notable relevancia, y en segundo lugar en el nacionalismo, otra rémora del siglo XIX que debería haberse superado a estas alturas del siglo XXI.

Sin embargo, las milicias yihadistas y nacionalistas son las que cuentan con el apoyo de Occidente y de los turcos, a pesar de ser, en su mayor parte, infinitamente más regresivas que el régimen de Damasco y de ser más problemáticas que el presidente Bashar al Assad. Pero ante este problema los occidentales han enterrado su cabeza de avestruz y parecen dispuestos a mantenerla bien enterrada.

De momento, los rusos han adoptado una posición blanda y se han limitado a revisar algunos lazos económicos con Ankara, pero han asegurado que sus aviones seguirán volando “cerca” de la frontera turca, lo que probablemente significa que van a seguir bombardeando a las distintas milicias, incluidas las turcomanas.

De hecho, el miércoles los rusos han intensificado los bombardeos en esa región a título de represalia. Si Moscú mantiene esta política, y todo parece indicar que será así, el riesgo de otro incidente con Turquía está ahí. La OTAN ya ha advertido que defenderá a Turquía en caso de un ataque ruso, lo que aumenta la tensión en la región, otra consecuencia adicional, la enésima, de la guerra siria.

Si Moscú mantiene esta política, y todo parece indicar que será así, el riesgo de otro incidente con Turquía está ahí.

Una cuestión no irrelevante es la posibilidad de que el derribo del avión haya sido coordinado con la OTAN, o por lo menos con Estados Unidos. Moscú se refirió el miércoles a una “provocación premeditada”. Los americanos se la tienen jurada a Vladimir Putin y aprovechan cada ocasión para meterle presión. Dos hechos lo prueban con creces: el programa de despliegue de misiles en el este de Europa con el disparatado pretexto de defender al continente de Irán, y la beligerante incitación en Ucrania.

Como sea que Moscú acaba de anunciar el envío a Siria de un sistema avanzado de misiles S-400, no sería de extrañar que en los próximos meses, si se mantiene o crece la tensión, y arrastrar a Europa a un nuevo esfuerzo militar.

Es inimaginable que la colaboración de Erdogan con el Estado Islámico, que fue particularmente fructífera entre 2012 y 2014, se haya producido sin el conocimiento ni el consentimiento de Estados Unidos, máxime cuando todos los medios de comunicación hablaban de ella y no era un secreto para nadie. Y a día de hoy los turcos, con el beneplácito de Washington, siguen colaborando con otras milicias yihadistas.

A la vista de dos agendas tan distintas, todo indica que el conflicto sirio, con sus millones de refugiados y sus millares de muertos, no halle una solución a corto o medio plazo. Las agendas de Estados Unidos y Rusia están tan alejadas que no parece que se vaya a detener la guerra. Para ello sería preciso que Occidente modificara sustancialmente sus objetivos y nada indica que lo vaya a hacer.

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