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Siria se tambalea al cumplirse el primer año de la Primavera Árabe

La Liga respalda la permanencia de los observadores

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

El comité de la Liga Árabe integrado por los ministros de Exteriores de seis países, entre los que se encuentran Egipto y Arabia Saudí, decidió ayer en El Cairo respaldar la controvertida misión de observadores que desde el 26 de diciembre se encuentra en Siria para verificar el cumplimiento del protocolo que prevé la salida de los militares de las ciudades y la liberación de todos los detenidos durante los últimos diez meses.

La reunión del comité coincidió con la llegada al puerto sirio de Tartús de un buque de guerra ruso con la intención deliberada de mostrar la solidaridad de Moscú con el régimen del presidente Bashar al Asad, y tuvo lugar en la víspera del primer aniversario del estallido de las protestas en Túnez, que luego se extendieron a Egipto y a otros países y adquirieron el nombre de Primavera Árabe.

Ayer, frente al hotel cairota que albergó la reunión, se concentraron medio centenar de sirios que instaron al organismo a que difiera el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU. La oposición siria pide insistentemente una intervención occidental, similar a la de Libia, que acabe con el régimen de Al Asad.

Arabia Saudí y Qatar tratan de imponer su beligerancia con el régimen de Al Asad

El acuerdo del comité fue más modesto, pues instó a Damasco a cumplir con los puntos del protocolo que firmó en diciembre, a acabar con la violencia contra los manifestantes y a seguir consultando con la ONU sobre 'asistencia técnica' a la misión árabe. El país más agresivo con Siria, Qatar, que preside el comité, se vio obligado a adoptar una posición menos beligerante de la que propugnaba.

La división entre los países árabes fue manifiesta una vez más, aunque es muy posible que poco a poco Qatar y Arabia Saudí vayan imponiendo sus posiciones, ya que para ello cuentan con el apoyo de EEUU. Sin embargo, por ahora el régimen sirio está mostrando unidad pese a que la situación está degenerando hacia una guerra civil de carácter sectario y religioso.

Sobre el terreno, el rebelde Ejercito Sirio Libre se atribuyó una operación contra el Ejército en la que dijo que habían muerto 11 soldados. El ataque ocurrió en un pequeño pueblo de la provincia de Derá, al sur de Damasco. En todo el país se estima que murieron al menos 20 personas, según activistas de la oposición.

El futuro de Egipto es más incierto que el de Túnez. Los resultados de las votaciones celebradas hasta ahora indican que los dos principales partidos islamistas (el Partido de la Libertad y la Justicia [PLJ], de los Hermanos Musulmanes, y el salafista Nur) han quedado en primer y segundo lugar y entre ambos suman el 65% de los votos, es decir una mayoría absoluta muy holgada.

La situación económica es catastrófica en Egipto y el Fondo Monetario Internacional va a enviar el 15 de enero una delegación con el objetivo de crear un marco que permita a los egipcios obtener los cuantiosos préstamos que necesitan. Y es evidente que el FMI no da puntada sin hilo y sus recomendaciones tienen un marcado cariz político. Egipto, que carece de una industria nacional potente, recibe gran parte de sus divisas del turismo y del canal de Suez, y el turismo ha caído en picado en el último año.

En Egipto, los dos partidos islamistas suman una holgada mayoría del 65%

Washington, que proporciona una significativa ayuda económica y militar a El Cairo y tampoco da puntada sin hilo, confía en que los Hermanos Musulmanes se comporten de una manera moderada y pacten con los partidos laicos y no con los salafistas, pero todavía es pronto para saber qué dirección tomará Egipto. Es cierto que los islamistas del PLJ tratan de transmitir una imagen de optimismo contenido mezclado con moderación, pero será el día a día de la política el que determine las futuras alianzas, su solidez y su orientación.

La incertidumbre que se cierne sobre Egipto también se proyecta sobre otros países que han participado en la Primavera Árabe. El que ha tenido una trayectoria más prometedora hasta ahora es Túnez. Libia sigue siendo una caja de sorpresas. Sobre Yemen no se puede lanzar un pronóstico. En Bahréin, la minoría suní gobernante ha aplastado a la mayoría chií. Y en Arabia Saudí la represión de las protestas está a la orden del día.

Salvo en Túnez, el futuro es incierto en los países árabes con revueltas populares

Pero donde estos días el mundo árabe se juega su futuro con más inquietud es en Siria. Las protestas allí se iniciaron el 15 de marzo, o sea, dos meses después de que estallaran en Túnez, y siguen a día de hoy. El trasfondo de Siria, que a menudo se omite, es el de un combate sectario y religioso que tiene el terreno abonado después de varias décadas de una dictadura laica y baazista, pero también corrupta, que ahora se tambalea.

En la primavera siria intervienen otros elementos ajenos que tienen un gran interés en acabar con el régimen de Al Asad, y que son Israel y Arabia Saudí, una alianza tácita pero claramente visible. Los israelíes buscan acabar con el eslabón que une Teherán con los chiíes del sur de Líbano, mientras que los saudíes disparan contra cualquier chií que se pone a tiro.

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