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Taiwán, el fusible explosivo que llevaría a China y Estados Unidos al borde de la guerra

El país norteamericano cerca al gigante asiático en los mares de Asia-Pacífico mediante el posicionamiento de bases militares en Japón y Filipinas, mientras que los de Xi Jinping muestran músculo por tierra, mar y aire en plena isla.

Xi Jinping Joe Biden
El presidente de China, Xi Jinping, y el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en la Cumbre del G20 de Bali, el 14 de noviembre de 2022. Saul Loeb / AFP

El mundo está inmerso en un rearme nuclear y convencional. Rusia y China se acercan –el presidente asiático Xi Jinping estuvo el mes pasado tres días en Moscú con su homólogo ruso Vladimir Putin unidos por interés mutuo y el espanto al adversario común que avanza sobre continentes remotos. Europa central, Estados Unidos y algunos socios van rodeando a Rusia: el reciente ingreso de Finlandia a la OTAN añadió 1.340 kilómetros de frontera entre la alianza occidental y Rusia.

Por otro lado, EEUU va cercando a China en los mares de Asia-Pacífico mediante el posicionamiento de bases militares en Japón y Filipinas. El país norteamericano está pendiente de los movimientos que haga el presidente chino, que de invadir Taiwán, el fusible estallaría y entrarían en acción. Ambas líneas paralelas crecen en el mapamundi geopolítico tensando a dos bandas un planeta que no resistiría una Tercera Guerra Mundial.

Para EEUU hay dos puntos críticos: uno es Ucrania, donde la potencia vencida en la Guerra Fría lucha indirectamente con la OTAN. El otro es la isla de Taiwán, donde la semana pasada las fuerzas armadas chinas mostraron músculo por tierra, mar, aire, y también a través del ciberespacio, simulando "una situación represiva en la cual la isla quede rodeada en las cuatro direcciones": movilizó sistemas de lanzamiento de misiles PHL-191, un navío destructor 052-C y cazas J-10C. En la provincia costera de Fujian la armada china llevó a cabo ejercicios acuáticos con fuego real.

El ya centenario político republicano estadounidense, Henry Kissinger, sugirió en su libro China evitar la "trampa de Tucídides" –que llevó a Atenas y Esparta a la guerra por el ascenso de la primera jaqueando la hegemonía de la segunda–, la misma que condujo al Reino Unido y la emergente Alemania a la Primera Guerra Mundial. Las dos grandes potencias de la actualidad están lejos de un conflicto bélico, aunque las relaciones son tirantes y tienen a Taiwán como su fusible explosivo. Si China o EEUU buscaran una excusa, esta isla sería la perfecta.

Los nodos de Ucrania y Taiwán

Lo que sucede en la guerra actual de Europa oriental es un laboratorio a futuro si China invadiese Taiwán

Estados Unidos es la potencia en decadencia económica ante el resurgir chino, pero en franca expansión militar. En concreto, en la isla japonesa de Okinawa está ampliando sus 32 bases cercanas a Taiwán. Sus dos adversarios, China y Rusia, tienen rasgos e intereses distintos. Pero los puntos álgidos de Ucrania y Taiwán están conectados: lo que sucede en la guerra actual de Europa oriental es un laboratorio a futuro si China invadiese Taiwán, cuyas fuerzas armadas están en asimetría desfavorable, relativizada si el país norteamericano interviniese con soldados, algo que no hizo en Ucrania por la Doctrina de Destrucción Mutua Asegurada, la cual evitó también que la Guerra Fría estallara. La duda es: ¿si los estadounidenses temen a Rusia por sus armas nucleares, se frenarán ante Xi Jinping?

Una lógica paralela diría que sí. Pero los presidentes de EEUU han afirmado siempre que se involucrarían de manera directa, al tiempo que mantienen una política de ambigüedad estratégica. La gran incógnita es ¿cuánto vale Taiwán para el país norteamericano? ¿Justificaría a sus intereses una guerra con posible desenlace atómico? China es un desafío para EEUU en el plano económico y tecnológico, pero no es una gran amenaza política: allí donde Mao Zedong exportaba comunismo, Xi Xinping enciende focos de capitalismo.

Mao Zedong exportaba comunismo, Xi Xinping enciende focos de capitalismo

Entre los dos países hay competencia –cada vez menos libre–, pero no contradicción inconciliable: China y EEUU se necesitan, aunque se molesten. Nadie tiene certeza de hasta qué punto el país dirigido por Joe Biden defendería a Taiwán. Pero su mera palabra disuasiva ya genera un efecto en el Gobierno chino que, si invadiese, no podría descartar una guerra muy perjudicial a sus intereses.

La sobreactuada reacción china hace nueve meses ante la visita de Nancy Pelosi a Taiwán y el viaje de la semana pasada de la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen para reunirse con Kevin McCarthy, líder de la Cámara de Representantes de EEUU, es una simulación, un juego de guerra: nada sugiere intensión concreta de invadir a corto o medio plazo.

Al asumir su tercer mandato, Xi Jinping dijo: "Debemos resolver la situación de Taiwán y avanzar de modo inquebrantable en la reunificación de la patria". Terminar la autonomía de facto en la isla, sería para el presidente chino un "legado personal", una forma de "inscribir" su nombre en la historia coronando el ascenso a la cima económica y tecnológica con la conquista de la Luna y Marte. El asunto es la manera. Putin –un líder con pensamiento racional europeo– invadió al considerar amenazado su interés vital. Pero es probable que Xi Jinping actúe de otro modo.

El arte de la guerra

El gobierno chino aplica en Taiwán el clásico de Sun Tzu, 'El arte de la guerra'

El gobierno chino viene aplicando en Taiwán, casi como un manual, el clásico de Sun Tzu, El arte de la guerra. El sinólogo François Jullien, gran conocedor del libro, deduce dos concepciones de la eficacia: la griega y la china. Para los griegos, antes de la batalla se traza un plan hacia el objetivo, delimitando un campo de maniobras. Un general era un buen geómetra, garantizando la modelación perfecta con ángulos de ataque y formas de asedio.

La guerra de Sun Tzu, en cambio, deja de lado esas cuestiones: su eje es el "potencial de situación". Ese estratega no modeliza: estudia el contexto en proceso. Como el agua, hay que encontrar la pendiente facilitadora. Las traducciones usan la palabra "plan" para ji, pero según Jullien, esa es la mirada europea: en chino significa "sopesar" los factores favorables para ambos lados: calidad y cantidad de tropas, su moral, competencia de los generales, relación del rey con su pueblo.

Así elaboran un diagrama potencial sin quedar atrapados en un plan que caducará al fragor del combate. El tao cita la metáfora del agua amoldándose al objeto que entra en ella, así como las artes marciales usan la fuerza adversaria: no la detienen, la dejan pasar.

Para Carl von Clausewitz, teórico militar del siglo XIX, la circunstancia es lo que puede desviar el curso de la guerra por fuera del plan: el soldado debe cumplirlo sin desaviarse, siempre por la vía corta a fuerza de voluntad. Sun Tzu teoriza otra lógica: en la guerra la victoria "no se desvía", es la resultante del potencial de situación adaptado según se vaya renovando en el curso de las operaciones (un objetivo fijado sería un obstáculo). Si el enemigo está fresco, hay que cansarlo; si ha comido, darle más; si es compacto, fragmentarlo.

El gran estratega identifica y detecta entre la multiplicidad de factores, incrementando los propicios para desgastar al otro, hasta que pierda su eje. Lo ataca cuando está vencido. Recoge el fruto si ha madurado: "Las tropas victoriosas vencen antes de entablar combate; las vencidas, buscan la victoria en el momento del combate". Todo sucede antes, en la paciente etapa de sopesar.

Un futuro incierto

¿Es posible que China invada Taiwán? Teóricamente, sí. Pero poco probable a corto y medio plazo

¿Es posible que China invada Taiwán? Teóricamente, sí. Pero poco probable a corto y medio plazo. ¿Volverá Taiwán a ser parte de China? Es una posibilidad, a largo plazo. China va tanteando el terreno por diferentes flancos, no solo el militar: trabaja el potencial general para que sea propicio. Quizá aspire a que algún día, la situación sea tan irremontable para Taiwán –antes deberán asegurarse que EEUU no intervendrá– que el Gobierno de la isla opte por una salida negociada, "un regreso a casa" en condiciones especiales de autonomía, distinto al caso Hong Kong donde existía un preacuerdo con Reino Unido: una "negociación a la fuerza" sin tocarles un pelo.

La gran mayoría de los taiwaneses rechaza un acuerdo de este tipo. El expresidente del país Ma Ying-jeou, por su parte, declaró: "Somos conscientes de la necesidad de tener buenas relaciones con China". El mes pasado hizo una histórica visita a China y dijo: "Somos todos chinos".

China abona el crecimiento de los mercados, eje de su status quo, que entiende la guerra sería un pésimo negocio. Taiwán evita declarar su independencia. Este mes, la cancillería china le quitó un voto más en la ONU, donde la isla reclama ser reconocida como país: Honduras cambió de bando y abrió una embajada en Pekín (la exigencia china a cambio es cerrarla en Taipéi).

La historia abierta

Una nueva "gran guerra" sería la última. No habría ya más farsa o tragedia. Ni nadie

Hasta 1971, Taiwán era la única China en la ONU –sentada incluso en el Consejo de Seguridad– pero el expresidente de Estados Unidos, Richard Nixon, hizo las paces con Mao Zedung y el país norteamericano reconfiguró su política de "una sola China" con capital en Pekín, cortando su nexo oficial con Taipéi. En Taiwán habita un limbo diplomático, reconocido solo por 13 países: no existe legalmente, situación que comparte con Palestina y parece irremontable.

Todo proceso histórico en curso tiene un final incierto. Quizá el ya centenario Partido Comunista de China, también conocido como PCCH, esté abonando el terreno político en Taiwán de aquí a 100 años, inclinando el plano a nivel económico y político, hasta que un día la propensión cambie tanto desde la perspectiva de los taiwaneses, que la mayoría crea beneficioso volver a abrazarse con sus vecinos, en cuyas tierras continentales han invertido miles de millones de dólares.

Mark Twain mejoró una frase de Marx diciendo que "la historia no se repite, pero rima". De ser así, el mundo iría, a largo plazo, hacia la "trampa de Tucídides". En los últimos 500 años, hubo 16 pujas por la hegemonía mundial y 12 terminaron en guerra. Sin embargo, lo más probable en el caso del fusible Taiwán, sea que el pragmatismo no esencialista del pensamiento chino –similar a cada lado del estrecho de Taiwán– sepa amoldarse a la circunstancia, convirtiendo a los opuestos en complementarios y evite activar la fatal trampa nuclear. Es necesario: una nueva "gran guerra" sería la última, cortando el ciclo del eterno retorno. No habría ya más farsa o tragedia. Ni nadie.

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