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Turquía-Alemania Erdogan busca ante Merkel una solución a sus problemas económicos

La visita del presidente de Turquía se produce en un momento de gran debilidad económica en su país y de aumento de tensión con Washington. La policía ha preparado un importante despliegue policial en el centro de Berlín ante las numerosas protestas que están convocadas.

Angela Merkel saluda a Recep Tayyip Erdogan. EFE/Archivo

Javier Pérez de la Cruz

"Tú también actúas ahora como los nazis”. Esas palabras que hace apenas un año y medio le dedicaba Recep Tayyip Erdogan a la canciller alemana, Angela Merkel, parecen ahora muy lejanas. Ambos jefes de Gobierno prefieren en estos momentos olvidar tensiones pasadas y favorecer un acercamiento político y económico que les permita mejorar sus propios problemas domésticos.

Mucho ha cambiado la situación de los dos países desde entonces: el presidente turco ya no está de campaña electoral, su economía se hunde y los rifirrafes con Estados Unidos -a cuenta de la política en Siria y del pastor protestante americano arrestado en Turquía- no dejan de aumentar. Mientras, Merkel ve cómo su poder en Alemania continúa disminuyendo.

“Después de la gran crisis con Estados Unidos, Turquía busca reconciliarse con la Unión Europea y con Alemania como aliados clave”, señala a Público Kristian Brakel, analista de la delegación turca de la Fundación alemana Heinrich Böll. “La razón detrás de este movimiento es, por supuesto, la difícil situación económica que vive Turquía”.

La visita de Erdogan se produce como resultado de la invitación del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. Aunque no todos en Alemania están de acuerdos con la llegada del autoritario líder, responsable de una interminable purga que se ha traducido en decenas de miles de detenciones y despidos de funcionarios, así como en el cierre de decenas de medios de comunicación.

Políticos de diversos sectores ideológicos, como Sevim Dagdelen, de Die Linke, o el líder de los liberales (FDP), Christian Lindner, han decidido boicotear la visita y no acudir a la cena oficial en el palacio presidencial de Bellevue, programada para el viernes.

Sin embargo, Erdogan, que ha confirmado que se reunirá con Merkel, llega con toda la artillería, pues junto a él viajan los ministros de Exteriores, Mevlüt Çavusoglu, de Defensa (Hulusi Akar), de Comercio, Ruhsar Pekcan, el yernísimo ministro de Finanzas, Berat Albayrak, y el jefe de los servicios de inteligencia, Hakan Fidan.

Erdogan estará en la capital alemana de jueves a sábado y después volará a Colonia para inaugurar una mezquita de DITIB, la polémica organización islámica dependiente del ministro de Asuntos Religiosos de Turquía.

El líder islamista confía en que la canciller le extienda la mano. Por un lado, busca el apoyo de Alemania para las posturas turcas sobre la guerra de Siria, sobre todo para detener la ofensiva del Bashar al Assad y Rusia sobre el bastión rebelde y yihadista de Idlib, donde Turquía mantiene su influencia. Aunque, sobre todo, a la delegación turca le preocupan los temas económicos.

“Lo que Turquía querría ver es que Alemania levanta su veto a la renovación de la unión aduanera entre la Unión Europea y Turquía, algo que el acuerdo de coalición descarta si Turquía no vuelve al Estado de Derecho, así como una posición favorable a las inversiones”, explica el analista Brakel.

Parecen muchas demandas de un país en el que durante los últimos años hasta 30 ciudadanos alemanes han sido encarcelados por, según consideran las autoridades en Berlín, razones políticas. Entre ellos se encontraban los periodistas Mesale Tolu y Deniz Yücel. De todos ellos, siete continúan en prisión.

“Dependencia mutua”

No obstante, Alemania también necesita a Turquía. Las más de 7.000 empresas alemanas que operan en el país anatolio son la principal prueba.

“No debemos olvidar que Alemania es el socio comercial número uno de Turquía”, asegura Ferhad Seyder, experto en política alemana en Oriente Próximo de la Universidad de Erfurt. “Aquí yo veo una dependencia mutua. La República Federal de Alemania no se libraría de las consecuencias si la economía turca se hunde en una profunda crisis económica, de la que ya hay indicadores”.

Pero Seyder también considera que para Alemania es “esencial” trabajar junto a Turquía sobre “el problema de la migración”. Y añade: “Además la política alemana sobre Turquía debe tener en cuenta que en la República Federal viven tres millones de ciudadanos de origen turco. Eso limita la libertad sobre las políticas en este tema”.

A pesar de ello, miles de berlineses van a salir a la calle a decirle a Erdogan que “no es bienvenido”. “Erdogan Not Welcome” es el lema de la mayor de las, al menos, diez manifestaciones convocadas para protestar contra las políticas represivas del erdoganismo.

Los organizadores de esta marcha acusan a Erdogan, entre otras cosas, de poseer la misma ideología que el partido ultraderechista alemán Alternativa para Alemania (AfD). A pesar de que la organización de extrema derecha está haciendo una intensa campaña en contra de la visita de Erdogan, los manifestantes denuncian que tanto el AfD como el AKP del presidente turco (Partido de la Justicia y el Desarrollo) son “hermanos en espíritu”.

La policía ha preparado un dispositivo especial en los alrededores del lujoso hotel Adlon en el que se alojará Erdogan, junto a la Puerta de Brandeburgo.

No hay cifras oficiales definitivas, pero por lo menos 4.000 policías se van a desplegar por la zona durante los tres días que pasará la expedición turca en Berlín, en unas medidas de seguridad tan estrictas comparables únicamente a las llevadas a cabo durante las visitas del presidente de los Estados Unidos y del jefe de Gobierno de Israel.

Antes siquiera de comenzar, la visita de Erdogan ya ha creado un gran revuelo entre la opinión pública alemana. Merkel va a tener que gestionar con cuidado qué promete al líder turco para no ver dañada, todavía más, su imagen y su Ejecutivo.

“La opinión pública, pero la también la oposición, se muestra muy crítica, pues la visita se ve al mismo tiempo como una aceptación de Erdogan y de su política autoritaria”, afirma Gülistan Gürbey, profesora adjunta del Instituto de Ciencias Políticas Otto-Suhr.

“El Gobierno alemán, por tanto, está bajo presión, pues muchos esperan que públicamente tome una posición clara y sin ambigüedades contra las políticas autoritarias de Erdogan y que ofrezca ayuda solo bajo ciertas condiciones. Si la imagen de Merkel acaba finalmente dañada, dependerá de si consigue cumplir con estas expectativas de sus propios críticos”.

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